El pasado fin de semana tuve la suerte de poder hacer una escapadita a Londres con la familia, y hubo algo que no recordaba de mis anteriores visitas y me sorprendió enormemente: el precio del transporte público, en particular el tren.
Comparado con España, los billetes en Reino Unido son desproporcionadamente caros. No es casualidad. En los años 90, Margaret Thatcher impulsó la privatización de los ferrocarriles británicos, y hoy su sistema es uno de los más caros y fragmentados de Europa. En contraste, en países donde los trenes siguen siendo gestionados por el Estado o bajo modelos más abiertos y regulados, los precios son más accesibles y la accesibilidad es universal.
Este dilema entre lo público y lo privado, entre lo abierto y lo cerrado, no solo se manifiesta en el transporte. Es una constante en la evolución de la tecnología y la sociedad.
Tal es así que los costes ocultos de este tipo de políticas son difíciles de ver. En nuestro caso, el primer día pecamos de pardillos y cogimos el Luton Express para llegar desde el aeropuerto al centro de Londres, una opción que para una familia de cuatro miembros resulta más cara que alternativas como Bolt o Uber.
Mi punto aquí es que estas políticas y los incentivos que generan van en contra del bien común. Como seres humanos, con un cerebro programado para buscar la acción con la recompensa más rápida y placentera, tomamos decisiones basándonos en lo inmediato y sencillo. En Londres, el transporte público es tan caro que ir al trabajo en coche puede ser económicamente más atractivo.
Por ejemplo, el billete de tren es más caro que conducir 40 o 50 km desde las afueras, ya que el precio del combustible sigue siendo competitivo. La única desventaja de esta decisión es el tiempo. Sin embargo, un mercado, sin intervención ni regulación, ha llevado a que el incentivo económico favorezca el uso del coche sobre el transporte público.
Las consecuencias de esto son visibles en la ciudad:
Más atascos y congestión en las carreteras, con el consiguiente descontento de los ciudadanos (votantes).
Mayor desgaste de las infraestructuras viales, lo que incrementa los costes de mantenimiento.
Carreteras más peligrosas debido al aumento del tráfico.
Una ciudad más contaminada y sucia, con un impacto directo en la calidad del aire y la salud pública.
Este es un claro ejemplo de cómo dejar todo en manos del mercado o de la industria puede generar efectos colaterales que afectan a la sociedad en su conjunto.
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Protocolos y el espíritu original de internet
Ahora, déjame hacer un cambio de tercio y llevar parte de las reflexiones de una industria como la del transporte a otra que conozco algo mejor: las TIC (Tecnologías de la Información y las Comunicaciones).
Para ello déjame viajar en el tiempo, al origen de todo este fenómeno social que estamos viviendo en estos momento. Internet nació bajo un principio fundamental: protocolos abiertos y sin permisos. Como se menciona Chris Dixon en Read, Write, Own:
The internet was underpinned by permissionless protocols, sets of rules for computers to participate in networks.
Traducción libre (“Internet se basaba en protocolos libres y distribuidos, con un conjunto de reglas que permitían a las computadoras participar en distintas redes independientemente de su propietario.”)
Estos protocolos fueron la clave de su crecimiento. No había que pedir permiso a ninguna empresa o gobierno para crear una página web, intercambiar información o montar un servicio online. Todo el mundo podía participar.
El término protocolo tiene un origen interesante. Proviene del griego protokollon, que significaba “primera hoja de un volumen”, a menudo refiriéndose a una tabla de contenidos. Con el tiempo, evolucionó para describir convenciones diplomáticas y, más tarde, en el siglo XX, se convirtió en un concepto clave en los estándares técnicos del desarrollo de software.
Su uso en informática se popularizó con ARPANET, la red precursora de internet, ya que estos protocolos abiertos y accesibles fueron la base de su desarrollo.
Curiosamente, algo similar ha sucedido con otra palabra: algoritmo. Un término que antes solo aparecía en contextos matemáticos y que hoy domina el discurso público, especialmente con el auge de la inteligencia artificial. Nuestros abuelos probablemente usaron estas palabras unas pocas veces en su vida; hoy, las escuchamos a diario.
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La tecnología avanza inevitablemente hacia lo abierto
Si miramos el mundo del software, la tendencia es clara: los estándares abiertos han ganado la batalla en casi todas las capas del ecosistema digital. Desde el software libre hasta la estandarización de protocolos en telecomunicaciones o servicios cloud, los proyectos abiertos han demostrado ser más resilientes y beneficiosos para el usuario final.
Tomemos como ejemplo Linux, Kubernetes, Apache, el modelo Transformers o los estándares de conectividad como TCP/IP o HTTP. Son piezas clave que sostienen la internet moderna, y su carácter abierto ha permitido un avance tecnológico sin precedentes. Incluso en el hardware, proyectos como RISC-V están desafiando a gigantes como Intel y ARM con arquitecturas de código abierto.
Curiosamente, la revolución actual de la inteligencia artificial tampoco hubiera sido posible sin esta misma filosofía de apertura y colaboración.
El avance más significativo en la IA moderna surgió en 2017 con la publicación del paper “Attention is All You Need”, de Vaswani et al., en la conferencia NeurIPS. Este trabajo, que introdujo el modelo Transformer, sentó las bases de la inteligencia artificial generativa, incluidos modelos como GPT, BERT, Llama o el propio DeepSeek.
Lo interesante es que Google no patentó esta innovación ni la retuvo para su propio beneficio. En lugar de eso:
Publicó el paper en arXiv, un repositorio de acceso abierto, permitiendo que cualquiera pudiera leerlo y construir sobre su idea.
Lanzó una implementación de referencia en Tensor2Tensor, bajo licencia Apache 2.0, una de las licencias de código abierto más permisivas.
Gracias a esta apertura, comunidades y empresas como Hugging Face, OpenAI y Meta desarrollaron sus propias versiones del Transformer, acelerando su adopción global.
En otras palabras, la inteligencia artificial que hoy usamos no es el resultado de un avance privado y cerrado, sino de un modelo de colaboración y código abierto.
Sin olvidar a todos aquellos que, antes de esta revolución, sentaron las bases de lo que hoy es esta industria. Esta transformación no habría sido posible sin la colaboración anterior de muchas personas, como en el caso de las redes neuronales, que sustentan el modelo Transformers, un desarrollo tecnológico en el que figuras tan relevantes como Yann LeCun, Yoshua Bengio y Geoffrey Hinton estuvieron a la cabeza.
El modelo privativo ha intentado resistirse, pero hasta las grandes corporaciones han terminado adoptando modelos abiertos, porque favorecen la interoperabilidad, reducen costos y fomentan la innovación. ¿Quién puede olvidar esta imagen?
Tim Berners-Lee, creador de la World Wide Web, lo explicó perfectamente este modelo libre y descentralizado, cuando explico el origen de esta revolución:
“Lo que a menudo era difícil de entender sobre el diseño de la Web era que no había nada más allá de URLs, HTTP y HTML. No había una computadora central que la ‘controlara’, ni una sola red sobre la que funcionaran estos protocolos, ni siquiera una organización que la ‘gestionara’. La Web no era un objeto físico en un lugar determinado; era un ‘espacio’ en el que la información podía existir.”
Desde sus inicios, internet representó libertad e igualdad de acceso. En la icónica Declaration of the Independence of Cyberspace, John Perry Barlow escribía:
“Estamos creando un mundo en el que todos puedan entrar sin privilegios ni prejuicios basados en raza, poder económico, fuerza militar o lugar de nacimiento.”
Ese mismo espíritu impregnó la tecnología en sí misma. Internet fue concebida como un espacio abierto, accesible para todos. Sin embargo, con el tiempo, el control se ha ido centralizando en unas pocas plataformas.
Blockchain y la última frontera del control digital
Hoy, el control de internet está en manos de unas pocas corporaciones que dominan las plataformas digitales. Google, Facebook, Amazon o Apple se han convertido en infraestructuras digitales que gobiernan gran parte de la actividad online.
Aquí es donde entra en juego Blockchain. Las tecnologías descentralizadas buscan devolver la propiedad a los usuarios, permitiendo que nuestra información, creaciones y transacciones sean nuestras, sin intermediarios.
Es un movimiento que se alinea con lo que Chris Dixon describe en su libro “Read, Write, Own”. Internet comenzó con una estructura abierta donde todos podían leer y escribir, pero con la llegada de las plataformas centralizadas, los usuarios dejaron de ser dueños de su contenido. Ahora, Blockchain intenta recuperar ese equilibrio.
Food for thought
Y para terminar esta semana, te dejo una pregunta, creo que es difícil de contestar en el momento actual.
¿Es Internet un recurso de la humanidad?
Esto nos lleva a una pregunta aún más grande: ¿deberíamos tratar internet como un patrimonio de la humanidad? Hasta ahora, hemos protegido la cultura a través de instituciones como la UNESCO, asegurando que ciertos monumentos, lenguas y tradiciones sean preservados como un bien común.
Quizás internet y la información digital deberían recibir un tratamiento similar. Al fin y al cabo, la web es la primera gran creación humana que no es un recurso natural, pero que, al igual que la flora y la fauna, pertenece a todos.
La pregunta es si estamos dispuestos a tratarla así o si seguiremos dejando que su destino quede en manos de unas pocas corporaciones.
Cajón desastre
📺 Un video
Apple ha apostado por asistentes del hogar no antropomórficos, como su reciente exploración en robótica doméstica. Esta elección refleja una tendencia clave en el diseño de robots: expresar intención y emociones a través del movimiento en lugar de la apariencia humana.
En este video, conocerás un fascinante robot con forma de lámpara, diseñado para equilibrar funciones prácticas con gestos expresivos. A través de movimientos que simulan atención, intención y emociones, este robot demuestra que la interacción con humanos no requiere una forma humana, sino un lenguaje corporal efectivo.
Los investigadores probaron cómo distintos tipos de movimientos—expresivos vs. funcionales—afectan la percepción del usuario. ¿El resultado? Los movimientos expresivos mejoran significativamente la interacción y la conexión con el robot, especialmente en tareas sociales.
🔧 Una herramienta
Si sientes que pasas demasiado tiempo en el móvil y quieres reducir la procrastinación sin dejar de usar la tecnología de manera útil, ScreenZen es una herramienta que te ayudará muchísimo. Desde que la uso, he notado una gran diferencia en mi relación con el teléfono: ahora pienso dos veces antes de abrir una app por inercia, evitando perder tiempo en redes sociales o noticias interminables.
Lo que más me gusta es que no bloquea el acceso de forma drástica, sino que introduce pausas reflexivas antes de entrar a ciertas aplicaciones, ayudando a cortar el hábito de abrirlas sin motivo. Además, permite establecer límites personalizados, hacer seguimiento de desbloqueos y ajustar restricciones por horarios.
Si buscas mejorar tu productividad y hacer un detox digital sin medidas extremas, te recomiendo que le des una oportunidad.
📢 Una newsletter
Si te interesa mejorar tus finanzas personales, tu capacidad de enfoque y tu manera de escribir con impacto, la newsletter de Nudista Investor es un recurso que no deberías ignorar (aunque te duela).
Cada lunes a las 16:00, te llega un email que no solo te habla de inversión y dinero, sino que también te enseña sobre copywriting efectivo, estrategias para mantener el foco en lo que importa y cómo gestionar el FOMO de una vez por todas (spoiler: no necesitas perseguir cada oportunidad).
Lo mejor es que no hay rodeos ni bullshit, sino contenido directo, práctico y sin miedo a decirte lo que necesitas escuchar. Si quieres aprender a manejar mejor tu dinero, escribir mejor y tomar decisiones con más claridad, te recomiendo que le des una oportunidad.
📜 Un informe
Esta semana me encontré con un artículo de Anthropic que me pareció fascinante.
El post disponible en la web de Anthropic, titulado The Anthropic Economic Index analiza cómo la IA se está integrando en el mundo laboral a partir del estudio de millones de conversaciones anónimas en Claude.ai. El objetivo del informe es medir cómo la IA está transformando tareas específicas en tiempo real.
Algunos datos que me parecieron clave:
La IA no está reemplazando masivamente trabajos, sino colaborando con los humanos: el 57% de los usos identificados son para mejorar tareas en lugar de automatizarlas completamente.
Las profesiones más impactadas hasta ahora son las de salario medio-alto, especialmente programadores y científicos de datos. Curiosamente, los trabajos de muy bajo o muy alto salario parecen estar menos expuestos.
En muchos casos, la IA se usa para optimizar procesos, pero todavía hay barreras para su adopción total en algunas industrias.
Aunque el estudio tiene limitaciones (por ejemplo, no distingue si el uso de IA es personal o laboral), lo interesante es que esta métrica seguirá evolucionando, permitiéndonos ver en tiempo real cómo cambia el mercado laboral con la IA.
🎙️ Un podcast
Si te gusta la curiosidad, el aprendizaje continuo y las conversaciones que te dejan pensando, Aprender de Grandes es un podcast que tienes que escuchar. Jerry Garbulski entrevista a personas fascinantes de distintos ámbitos – ciencia, arte, tecnología, filosofía, emprendimiento – para entender qué han aprendido en su vida y cómo lo han hecho.
Lo que más me gusta es que no son entrevistas convencionales, sino charlas profundas y auténticas que te invitan a reflexionar y descubrir nuevas ideas. Es el tipo de contenido que te deja con ganas de saber más y que te hace replantearte cosas.
Y hablando de podcast, no pensarías que iba a dejar la oportunidad de recomendarte un nuevo episodio de Código Abierto, el podcast donde charlamos de tecnología cada semana (Mónica, Carlos, Diego, Ignacio y un servidor).
Gracias por acompañarme una semana más, ¡y te espero en la próxima edición Innovation by Default 💡!