Animales y robots, la próxima revolución a la vuelta de la esquina
Lo que nuestra historia con los animales revela sobre nuestro futuro con los robots
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Soy Álex Fuenmayor, y en el episodio de hoy vamos a sumergirnos en un tema apasionante: la relación oculta entre la fauna y los robots, y cómo esta perspectiva puede arrojar algo de luz sobre el actual debate en torno a la inteligencia artificial. Pero antes de sumergirnos en el episodio de esta semana, retrocedamos un poco en el tiempo para recordar al famoso filósofo del siglo XVII, René Descartes.
Descartes, conocido por su célebre afirmación "Cogito, ergo sum" ("Pienso, luego existo"), planteó la idea de la dualidad mente-cuerpo en su obra "Meditaciones metafísicas". Argumentaba que la mente y el cuerpo son dos sustancias diferentes pero interconectadas. Esta noción filosófica sentó las bases para reflexionar sobre la relación entre la mente humana y las entidades artificiales.
A día de hoy, estamos presenciando una situación similar y surgiendo un debate popular sobre los límites de la inteligencia artificial y su combinación con los avances en la robótica. Basta con observar los videos de los robots de Boston Dynamics, saltando como auténticos atletas en un circuito americano.
En este contexto, me gustaría abrir el debate acerca de la convivencia entre el ser humano y las máquinas. Para ello, me apoyaré en el libro The New Breed, escrito por Kate Darling. En esta obra, Darling nos invita a reflexionar sobre el papel de los animales y nuestra relación con ellos a lo largo de nuestra historia y cómo podemos aplicar esas lecciones al desarrollo de la inteligencia artificial.
Con esta perspectiva en mente, es crucial considerar cómo podemos encontrar un equilibrio armonioso entre el ser humano y la tecnología emergente. ¿Podemos aprender de nuestra relación con los animales para abordar los desafíos éticos y los aspectos fundamentales de la robótica? Estas son algunas de las preguntas que exploraremos en la edición de esta semana.
En este episodio, exploraremos algunas de las ideas provocativas presentadas en The New Breed y analizaremos cómo estas perspectivas pueden influir en nuestro futuro, así como las implicaciones éticas y el equilibrio necesario entre hardware y software en el avance de la IA generativa.
Prepárate para un viaje fascinante mientras descubrimos cómo nuestra historia con los animales revela valiosas lecciones para nuestro futuro con los robots.
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Es probable que los robots del futuro se parezcan más a los animales y las mascotas que a los humanos
¿Vienen los robots a por nuestros trabajos?
¿Es la inteligencia artificial una de las mayores amenazas para la humanidad?
Si echas un vistazo a la prensa, no faltan titulares apocalípticos diseñados únicamente para generar miedo en la opinión pública. Pero este enfoque catastrofista se acerca mucho a la visión que tenemos de los robots como algo análogo a los seres humanos con capacidades aumentadas, como la fuerza, la velocidad e incluso la inteligencia.
Hay buenas razones por las que tendemos a pensar de esta manera, pero al final, es una perspectiva limitada de los beneficios que la robótica puede aportar y engañosa en cuanto a lo que realmente debería preocuparnos. No nos equivoquemos: habrá más robots en el futuro, pero ¿quién dice que tendrán que parecerse o actuar como humanos?
Muchos de nosotros hemos crecido con historias de ciencia ficción protagonizadas por robots. En la mayoría de los casos, estos robots tenían dos brazos y dos piernas, hablaban como humanos y su fuerza e inteligencia superiores los hacían parecer una amenaza para la humanidad. Por lo tanto, en cierto modo, nos han programado para pensar que podrían quitarnos el trabajo.
Sin embargo, hasta ahora, hay pocos indicios de que esta amenaza sea tan inminente. La inteligencia artificial (IA) no se acerca ni de lejos al nivel de la mente humana. Si bien hemos presenciado avances significativos en el campo de la IA generativa, todavía estamos lejos de alcanzar la tan ansiada IA general (IAG). De hecho, cualquier niño de tres o cuatro años es mejor realizando tareas sencillas, como identificar un vaso de agua en medio de una barra llena de objetos similares o detenerse momentáneamente para recoger algo que se ha caído al suelo.
Es curioso observar que Kate Darling ya consideraba poco probable hace unos años que el aumento de la potencia de los ordenadores resolviera este tipo de problemas. Según argumentaba, la mente humana es simplemente demasiado compleja. Tenía razón en cuanto al contexto y a los cientos de estímulos que nuestro cerebro recibe cada segundo, lo que nos permite contextualizar nueva información, cambiar de tarea y tomar decisiones adecuadas.
La humanidad siempre ha encontrado formas de mejorar sus vidas a través de su relación con los animales. Los bueyes permitieron transformar la agricultura a gran escala. Los caballos y los camellos hicieron posible el transporte a larga distancia. Los perros nos ayudaron en la caza y se convirtieron en compañeros tan queridos que los consideramos miembros de la familia.
Estos son los tipos de cosas que los robots ya pueden hacer, o están muy cerca de lograrlo. En lugar de reemplazar a los seres humanos, están demostrando ser herramientas que pueden ayudarnos y, quizás, incluso mejorar nuestro bienestar.
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Tenemos una larga historia de trabajo cojuntamente con animales
Incluso antes de las máquinas de vapor, la electricidad y la revolución industrial, la gente se preocupaba por la pérdida de puestos de trabajo en favor de las máquinas. A principios del siglo XIX, los famosos luditas (ya heblamos de llos en el episodio 41) se sublevaron contra el uso de máquinas textiles. Pero la historia ha demostrado que, la mayoría de las veces, los avances tecnológicos en el lugar de eliminar puestos de trabajo han ampliado las economías y han acabado creando más.
Pero cuando se trata de animales, la tecnología sí que ha desplazado definitivamente a algunos trabajadores. Y esto va más allá de lo obvio, como el tractor que sustituye al buey y el coche que sustituye al caballo.
Probablemente haya oído hablar del canario en la mina de carbón, ¿verdad? En el siglo XVIII, los mineros llevaban canarios enjaulados a las minas de carbón como sistema de alerta temprana para detectar gases tóxicos. Hoy en día, no sólo existen sistemas de detección tecnológicamente más avanzados, sino que en algunos lugares la gente ya no arriesga su vida yendo bajo tierra. En Pilbara (Australia), los transportadores de mineral de hierro sin conductor son controlados por mineros humanos que se encuentran a salvo, a kilómetros de distancia, en la ciudad de Perth.
Como en muchos casos, la tecnología no ha sustituido a los humanos, sino que ha hecho el trabajo más eficiente al tiempo que reducia los riesgos asociado al mismo. Según el ingeniero Shaniel Davrajh, del Consejo de Investigación Científica e Industrial, no hay ninguna "bala de plata" en el horizonte que permita eliminar a los humanos de las operaciones mineras. Los robots y la IA son sencillamente incapaces de trabajar en entornos complejos en los que pueden surgir numerosos incidentes inesperados.
A lo largo de los años, los animales nos han ayudado en nuestro día a dí a. Las palomas mensajeras han realizado actos de espionaje durante numerosos conflictos. Los hurones han ayudado a los ingenieros a pasar cables por las tuberías subterráneas de Londres. Las ratas han salvado vidas al ser entrenadas como detectores de minas terrestres. Se han utilizado pavos como paracaídas vivientes para lanzar alimentos y suministros desde aviones (el pavo en si también estaba incluido en el menú una vez realizada la entrega).
En todos estos casos, se entrenó a los animales para fines singulares, que es más o menos lo que estamos haciendo hoy con la IA y los robots.
Si tenemos en cuenta a los animales, podríamos idear mejores diseños y leyes para los robots
Cada día, los robots están cada vez más integrados en nuestras vidas. Empresas de logística los utilizan para llevar paquetes o entregar comida rápida. También desempeñan funciones de camarero en algunos bares, nos asisten en operaciones quirúrgicas, como en el caso de Leonardo. Roomba nos ayuda en la limpieza de nuestras casas, e incluso patrullan centros comerciales, fábricas y edificios abandonados para realizar rondas de vigilancia.
En este caso, y en otros similares, los robots y los sistemas automatizados han provocado un repunte de lo que se conoce como la"fauxtomación". Esto es cuando la adición de algo (con el objetivo de automatizar una tarea) como un quiosco de autoservicio acaba causando problemas técnicos y más trabajo para los empleados del que tenían antes.
Alguna voces argumentán que deberíamos crear robots similares a los humanos, ya que nuestros entornos están diseñados para la accesibilidad humana y personas con dos piernas. Pero, ¿es realmente este enfoque el más eficaz? Si tenemos en cuenta que cada vez hay más lugares accesibles para sillas de ruedas y que un robot con ruedas es mucho más práctico que uno que intenta mantener el equilibrio sobre dos piernas, el argumento se desmorona.
Según comenta Kate, cuando pensamos en robots que toman decisiones y en cómo responsabilizarlos, tendemos a pensar en términos humanos. ¿Qué hacemos cuando un robot toma una mala decisión o causa daño a una persona?
La aproximación de Kate sugiere que si volvemos a pensar en términos animales, es probable que nos acerquemos a una respuesta factible. Esta puede ser una de las formas de abordar cuestiones éticas o legislativas relacionadas con los daños o responsabilidades hacia terceros que puedan ser ocasionados por estas máquinas, como por ejemplo, el coche autónomo. Aquí surge la duda: los animales no dejan de seguir nuestras indicaciones, como en el caso del coche de caballos, pero en el caso del coche autónomo, somos nosotros quienes transferimos o dejamos nuestra conciencia y acciones en manos de una máquina. No estoy seguro si esta aproximación será capaz de resolver estas cuestiones éticas y legales.
Pero aunque pueda parecer absurdo, hubo un tiempo en que se juzgaba a los animales. En la Edad Media, no era raro que se juzgara a un cerdo si atacaba a un niño. Una ciudad francesa llegó incluso a juzgar a los gorgojos que habían destruido un viñedo. Por supuesto, ya no tratamos a los animales como personas y hemos encontrado mejores formas de resolver las disputas sobre animales de granja y mascotas. Y según los argumentos de Kate estas adapataciones legales que se hicieron en el pasado puede señalar el camino hacia cómo tratamos las responsabilidades de los robots.
Por ejemplo, muchos estados y países aplican leyes diferentes a distintos animales, dependiendo de la amenaza percibida. En Austria, el dueño de un perro Rottweiler debe estar sobrio cuando lo saca a pasear, como si estuviera conduciendo un coche. No es difícil imaginar grados similares de regulación para los futuros robots y sus propietarios, dependiendo del nivel de amenaza que representen para el público en general. Después de todo, no dejan de ser herramientas. Un cuchillo se puede usar correctamente o puede ser utilizado para perpetrar actos horrendos, al final todo depende de la voluntad humana.
El problema moral sigue existiendo en el traspaso consciente de esa voluntad. ¿Te imaginas la cantidad de páginas de términos y condiciones que deberás aceptar cuando compres un coche con conducción cien por cien autónoma?
Los robots, el ejemplo de los animales y la asistencia a las personas
¿Recuerdas a Clippy? Clippy era el nombre de un asistente virtual en versiones anteriores de Microsoft Word que aparecía esporádicamente ofreciendo consejos y sugerencias. Es posible que no lo recuerdes, pero cuando se lanzó comercialmente, la gente odiaba a Clippy. Con el tiempo, los expertos en Experiencia de Usuario (UX) ayudaron a Microsoft a comprender la razón de este odio: Clippy violaba las reglas sociales. Aparecía sin ser solicitado y comentaba lo que estabas haciendo, como si estuviera espiándote desde las sombras. Era como tener a tu vecina cotilla o al cuñado sabe lo todo siempre al tanto de todo.
En otras palabras, Clippy resultaba molesto y condescendiente, exactamente lo contrario de lo que debería ser un buen compañero de trabajo.
Los animales han sido durante mucho tiempo nuestros compañeros, como mascotas son queridos y leales. Todos somos conscientes de lo beneficiosa que puede ser su presencia. Hay estudios que demuestran que los animales domésticos pueden reducir los niveles de cortisol, mejorar el sistema inmunitario y disminuir los niveles de depresión y dolor crónico. Además, a diferencia de Clippy, los animales no juzgan.
Por estas y otras razones, los animales de terapia son una herramienta cada vez más utilizada en centros escolares, hospitales y residencias. Animales como los perros acuden a este tipo de centros para pasar el rato y proporcionar algo de consuelo y compañía. Han sido una herramienta eficaz para quienes cuidan a personas con dolor, niños con autismo y personas a las que se ha diagnosticado trastornos del estado de ánimo o que se están recuperando de un trauma.
Pero a veces tienen sus limitaciones. Hay veces en que no son una opción práctica en absoluto y, cuando lo son, no pueden quedarse el tiempo suficiente.
Por eso han surgido robots de compañía como PARO. PARO parece una pequeña foca blanca. Y cada una tiene una cara única, a menudo con grandes ojos y adorables pestañas parpadeantes. Reacciona cuando se le acaricia, ofreciendo un ronroneo tranquilizador. La respuesta de muchos pacientes y profesionales sanitarios ha sido enormemente positiva. En algunos casos, pasar tiempo con PARO funciona tan bien, si no mejor, que recetar un sedante cuando un paciente con demencia se agita.
Sin embargo, el debate alrededor de cada innovación tecnologica acrecenta la preocupación por la posibilidad de que robots como PARO sustituyan a los cuidadores humanos o lleven a una menor interacción social humana. Pero esto no es más que otro ejemplo de nuestra tendencia a considerar a los robots como amenazas, en lugar de verlos como una herramienta y algo más análogo a nuestra gratificante relación con los animales.
Las fuertes conexiones que establecemos con los robots podrían dar lugar a dilemas éticos
No cabe duda de que seguiremos introduciendo más dispositivos robóticos en nuestros hogares. La gente ya se ha acostumbrado a conversar con asistentes digitales a través de sus teléfonos y altavoces inteligentes, y es probable que este tipo de dispositivos no haga sino diversificarse y aumentar su capacidad.
Las ventajas son innegables. Los padres de niños con trastornos del espectro autista se han maravillado de cómo los robots de inteligencia artificial y programas como el asistente digital Siri han abierto nuevas vías para mejorar la comunicación con sus hijos. Pero también existen riesgos reales y presentes.
Los seres humanos tienen una tendencia muy natural a antropomorfizar a los robots, o a atribuirles rasgos humanos. Además las primeras industrias en incorporar más rápidamente las innovaciones tecnológicas, siempre han sido el porno y la ciberdelincuencia.
Seguro que si eres usuario de servicios como ChatGPT, en algún momento te habrás puesto a trollear al famoso chatbot, e inclusive le pedido disculpas o interactuado haciendole preguntas que le harías a un colega. Inclusive a la aspiradora automatizada Roomba, la gente les asigna nombres y les crea fuertes vínculos. Los estudios sugieren que el 80% de los Roombas comprados tienen nombre.
En una historia similar, a los clientes del perro robot AIBO de Sony se les rompió el corazón cuando se anunció en 2014 que Sony dejaría de ofrecer reparaciones. En Japón, algunos afligidos propietarios permitieron que sus AIBO desaparecidos se utilizaran como piezas de repuesto, al igual que los donantes de órganos. Otros pudieron organizar una ceremonia funeraria en un templo budista.
Historias como ésta pueden parecer bastante inocentes, pero también revelan lo apegada que puede llegar a estar la gente, y hasta dónde estarían dispuestos a llegar para mantener "vivos" a sus compañeros robots. ¿Hasta qué punto es probable que las empresas se aprovechen de estos apegos con precios desorbitados en reparaciones y cuotas mensuales de almacenamiento en la nube?
Otra preocupación es la vigilancia. Un ejemplo memorable es la muñeca Hello Barbie, lanzada en 2015, que esencialmente funcionaba como un chatbot, excepto que grababa conversaciones en los hogares de los clientes y las almacenaba fuera de línea. En aquel momento, los padres se indignaron al saber que estaban siendo grabados. En Alemania, un producto similar conocido como My Friend Cayla fue prohibido como dispositivo de vigilancia ilegal. Pero hoy en día hay tantos dispositivos inteligentes activados por la voz en nuestros hogares que es difícil saber qué se está grabando.
Aunque las cuestiones sobre el derecho a la intimidad seguirán siendo un factor en los próximos años, también lo será la cuestión de los derechos de los robots.
En este incipiente amor hacia los animales roboticos, esta misma semana científicos australianos han anunciado Dingo, un perro-robot de código abierto que puede ser construido por unos 800€, gracias a componentes electrónicos generalistas y partes impresas en 3D. Todas las instrucciones son públicas. Y puede ayudar a su dueño transportando hasta 500g a una velocidad de 0,3 m/s. Este tipo de animales roboticos seguro nos haran la vida más fácil en los próximos años.
Food for thought
Durante generaciones, hemos estado expuestos a la idea de los robots en forma de máquinas que se asemejan a los humanos, a menudo más inteligentes y fuertes que nosotros.
Muchos de nosotros hemos llegado a considerar a los robots como una amenaza para la humanidad. Con los avances recientes en inteligencia artificial, la preocupación de que los robots puedan reemplazarnos en el trabajo y tener un mayor control sobre nuestras vidas ha aumentado.
Sin embargo, la tecnología aún no está lo suficientemente avanzada como para reemplazar por completo la mente humana o asumir los trabajos que realizamos de manera única. Aunque con los Grandes Modelos de Lenguaje (GPT-3), esta preocupación ha pasado de los trabajos más duros y repetitivos a los que anteriormente se consideraban más difíciles de replicar por las máquinas, como aquellos que involucran la creatividad.
En cambio, es más probable que el futuro de la robótica se asemeje a nuestra relación con los animales, que históricamente ha sido beneficiosa en muchos aspectos. Los robots, al igual que los animales, pueden ser herramientas y compañeros. Pueden ayudarnos a realizar tareas y alcanzar objetivos que de otra manera serían imposibles. Aunque surgen preguntas éticas y posibles problemas a medida que más robots ingresan en nuestros hogares, si miramos nuestra historia con los animales, podemos comprender mejor cómo abordar esas cuestiones.