Dicen que Edward Snowden salía todos los días por la puerta de la NSA como uno más. Saludaba, sonreía, cubo de Rubik en mano.
Un tipo simpático.
Lo que nadie imaginaba es que dentro de ese cubito de colores llevaba documentos secretos que demostrarían cómo gobiernos y empresas nos espiaban como si fuéramos criminales. No con orden judicial. No por sospecha. Por defecto.
Aquel cubo giraba, y con él, la historia del siglo XXI.
Desde entonces lo sabemos: nos vigilan. Ya, ya lo sé, antes también teníamos indicios.
Y pese a todo seguimos haciendo scroll, descargando nuevas apps,…
Lo dijo Carissa Véliz, profesora de ética en Oxford:
“Estamos viviendo bajo el régimen de vigilancia masiva más extenso de la historia, y lo llamamos normalidad.”
Cada vez que abres un email, alguien puede saber que lo has hecho. Y ya no sólo eso, inclusive, que contiene.
Cada vez que buscas algo en Google, dejas un rastro que vale dinero.
Cada vez que miras un vídeo, mueves el ratón, pausas, haces zoom, alguien está tomando notas.
No porque te conozcan. Sino porque quieren conocerte mejor que tú mismo.
Para venderte. Para manipularte. Para juzgarte.
Porque tus datos dan poder.
Y el poder se compra.
Y tú, sin saberlo, estás en venta.
¿Qué harías si te enteraras de que tu nevera, tu coche, tu reloj y tu televisión son espías infiltrados?
Pues ya lo son. Sino, porque iba a tener un robot de cocina un micrófono.
Una Smart TV puede contactar con 700 direcciones IP distintas… en 15 minutos.
Tu coche no solo sabe dónde estás, también qué música escuchas y si pestañeas más de la cuenta.
Y tus datos de salud ya están en los servidores de empresas que no conoces. Y que no te preguntaron si querías que alguien más conociese tu historial médico.
Tu al igual que yo durante mucho tiempo, pensaras eso de: “Pero si yo no tengo nada que ocultar…”
Según Carissa si que deberías preocuparte: “La privacidad no es para esconder cosas, es para protegernos del abuso de poder.”
¿Sabes qué tienen en común tus datos y el amianto?
Que son útiles, baratos y mortales si se filtran.
¿Y sabes cuál es el problema?
Que hoy no puedes no participar.
Hasta el cubo de basura tiene algún que otro sensor.
¿A quién le podría interesar identificar tu basura o cuando la tiras? Seguro que a alguíen se le ocurre un uso malicioso con esa información tan burda.
Pero eso no significa que debamos rendirnos.
Significa que debemos despertar.
Dejar de comportarnos como si no nos estuvieran observando.
Empezar a comportarnos como si nuestra libertad dependiera de ello.
Porque estate seguro que depende.
Que nunca te falten ideas, ni ganas de probarlas.
A.
P.D. ¿Por dónde empezar?
Haz limpieza digital. Borra apps que no usas. Cambia contraseñas. Elimina lo que no necesitas.
Usa alternativas más privacy friendly. DuckDuckGo, Signal, Brave. Hay opciones.
Piensa antes de publicar. Lo que hoy parece inofensivo, mañana puede volverse en tu contra.
No te calles. Presiona. Exige. Habla del tema.
Y si te quieres cabrear con fundamentos aquí te dejo, Privacidad es poder, el libro de Carissa Véliz.
Cuidado con las contraindicaciones de este libro. Es leerlo y te dan ganas de lanzar el móvil por la ventana.
Gracias por acompañarme en un nuevo Diario de Innovación, ¡y te espero mañana en Innovation by Default 💡!