La semana pasada hablábamos sobre científicos que, jugándose algo más que su prestigio y reputación, se entregaron por completo a sus investigaciones, incluso arriesgando su propia salud para demostrar sus teorías.
Hoy seguiremos hablando de ciencia, pero desde la perspectiva del razonamiento, de pensar como un científico.
Pensemos en un día cualquiera en un laboratorio de investigación. Un científico regresa de sus vacaciones, se pone la bata, revisa sus experimentos y descubre algo extraño… En una de sus placas de Petri, una bacteria que antes cubría toda la superficie ha desaparecido en ciertas zonas. ¿Qué ha pasado?
Lo que para muchos habría sido un simple descuido, para Alexander Fleming fue el inicio de una revolución médica: el descubrimiento de la penicilina, el primer antibiótico de la historia. Un hallazgo que salvaría millones de vidas.
Y este no es un caso único. A lo largo de la historia, muchos descubrimientos han ocurrido por accidente, pero hay algo que los une a todos: el método científico.
Hoy vamos a sumergirnos en este proceso que ha permitido al ser humano comprender el mundo, curar enfermedades, crear tecnología e incluso… ¡descubrir el microondas gracias a una barra de chocolate derretida!
Vamos a hablar de cómo funciona el método científico, por qué es tan importante y cómo lo aplicamos incluso sin darnos cuenta en nuestra vida cotidiana.
Así que prepárense, porque en este episodio vamos a desentrañar el motor del conocimiento humano.
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El conocimiento humano no avanza por pura suerte, si hemos vivido años bajo el paradigma de la prueba y error. Pero detrás de cada gran descubrimiento hay un proceso meticuloso, un sistema diseñado para asegurarnos de que lo que creemos cierto realmente lo sea. Ese sistema es el método científico.
Pero, ¿qué es exactamente?
Piensa en el como un mapa, uno que nos guía para encontrar respuestas, reduciendo al mínimo los errores y la subjetividad. Se trata de hacer preguntas, poner a prueba ideas y asegurarse de que los resultados sean confiables.
Veamos sus pasos fundamentales:
🔍 Observación: Todo empieza con una pregunta. Notamos algo curioso en el mundo y nos preguntamos por qué sucede.
🤔 Hipótesis: Se plantea una posible explicación basada en lo que sabemos hasta el momento.
🧪 Experimentación: Diseñamos experimentos para probar si nuestra hipótesis es correcta o no.
📊 Análisis de datos: Revisamos los resultados y vemos si confirman nuestra idea o la refutan.
📝 Conclusión y comunicación: Si nuestra hipótesis se confirma, la publicamos y la compartimos con el mundo. En el fondo, este punto es el de buscar adeptos a nuestra causa, adeptos que pueden buscar derribar mitos o encontrar imprecisiones en los pasos previos que ejecutamos en el proceso.
Esto puede sonar muy rebuscado y complejo, pero en el fondo todos usamos el método científico sin darnos cuenta.
Por ejemplo, imagina que el café de la mañana sabe raro. Apliquemos el método científicos a esta situación. He de contar que esta experiencia la vivé en primera persona.
Llegas como todas las mañanas a la oficina, tomas el café y sabe raro, no como otras veces (observación). Al rato te das cuenta de que no has sido el único en notarlo.
Después de que varios pasemos por el servicio médico, pensamos en sí tal vez la leche estaba en mal estado (hipótesis).
Efectivamente revisamos la leche y olía mal, muy mal. (experimentación).
Vimos que el resto de los cartones estuviesen en mal estado. (análisis de datos).
Y finalmente, llegamos a una conclusión: “Mejor revisar la leche antes de usarla, todo el fin de semana fuera de la nevera en pleno Agosto no es una buena idea” (comunicación).
Así de simple. El método científico no es algo exclusivo de los laboratorios; es una herramienta que usamos en nuestra vida diaria para tomar decisiones basadas en la evidencia y no en suposiciones.
Y ahora que entendemos cómo funciona, vamos a ver algunos de los descubrimientos más inesperados que nos ha dado… porque la ciencia, aunque siga un método, también tiene sus momentos aha.
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¿Por qué pensar como un científico en la era de la IA Generativa y la desinformación?
Vivimos en una era marcada por la sobrecarga de información, la proliferación de la IA generativa y la constante incertidumbre ha hecho que nuestro día a día sea más complicado. Noticias falsas, deepfakes hiperrealistas y teorías de conspiración se propagan más rápido que nunca, impulsadas por algoritmos que maximizan la interacción, no la verdad. En este contexto, ¿cómo podemos separar la realidad de la ficción?
El problema: Un mundo saturado de información (y desinformación)
La tecnología nos ha brindado acceso ilimitado al conocimiento, pero también ha multiplicado la cantidad de ruido. En cualquier ámbito –política, salud, ciencia, economía– encontramos opiniones encontradas, mitos disfrazados de hechos y consejos sin fundamento. La IA generativa, aunque poderosa, puede fabricar datos convincentes pero falsos.
Los deepfakes pueden alterar la percepción de la realidad, y las redes sociales favorecen el contenido emocionalmente impactante sobre el riguroso. En este panorama, confiar en la intuición o en la opinión mayoritaria puede llevarnos por caminos erróneos.
Afortunadamente todo en esta vida tiene solución, excepto la muerte, al menos por ahora. Y la solución, como puedes imaginar, es sencilla: pensar como un científico. En un entorno donde la verdad es difusa, la mejor herramienta que tenemos es el pensamiento científico. No se trata de ser un científico profesional, ni tener un doctorado, sino de adoptar su manera de razonar.
¿Qué implica pensar como un científico?
Dudar de todo (pero con criterio): Un buen científico no acepta afirmaciones sin evidencia. Aplicar esta mentalidad significa cuestionar fuentes, verificar datos y buscar evidencia antes de tomar decisiones.
Experimentar en lugar de asumir: En vez de aceptar un consejo porque “todo el mundo lo dice”, es mejor probarlo en nuestra realidad y analizar los resultados.
Aceptar la incertidumbre y actualizar nuestras creencias: La ciencia no busca certezas absolutas, sino aproximaciones a la verdad basadas en la mejor evidencia disponible. Un pensamiento científico nos permite cambiar de opinión cuando los datos lo justifican.
Distinguir correlación de causalidad: Que dos cosas ocurran juntas no significa que una cause la otra. Este error es común en titulares sensacionalistas y falsas promesas de productos milagrosos.
Pensar en probabilidades, no en certezas: Nada es blanco o negro. La realidad es compleja y llena de matices. Evaluar riesgos y beneficios con una mentalidad probabilística es clave en la toma de decisiones informadas.
Aquí tienes una serie de ejemplos para practicar y tomar mejores decisiones en un mundo incierto.
En redes sociales: Antes de compartir una noticia, verificar la fuente y contrastarla con otras fuentes confiables.
En salud y bienestar: No caer en modas sin evidencia científica. Un suplemento, dieta o tratamiento puede sonar prometedor, pero ¿hay estudios serios que lo respalden?
En negocios y tecnología: Evaluar nuevas tendencias con datos, no solo con hype. ¿Es una moda pasajera o realmente hay sustancia detrás?
En educación y aprendizaje: Adoptar una mentalidad de prueba y error. En lugar de buscar “la mejor manera” de aprender algo, experimentar y ajustar el enfoque según los resultados.
Entonces, ahora que sabemos cuán importante es… solo nos queda saber cómo desarrollar el hábito del pensamiento científico en la vida diaria.
Adoptar el pensamiento científico no es algo que se logra de la noche a la mañana. Se trata de entrenar la mente para cuestionar, analizar y aprender de manera estructurada. Para desarrollar este hábito, podemos aplicar varios principios que nos ayudarán a tomar mejores decisiones en cualquier aspecto de nuestra vida.
#1: Duda de todo (incluso de ti mismo)
Nuestro cerebro tiene una tendencia natural a buscar información que confirme lo que ya creemos. A esto se le llama sesgo de confirmación. En lugar de analizar la información de manera objetiva, tendemos a filtrar y aceptar solo lo que respalda nuestras creencias previas, ignorando o minimizando la evidencia en contra.
Este sesgo nos afecta en todos los ámbitos:
Al leer noticias, solemos buscar fuentes que coincidan con nuestra visión del mundo.
En el trabajo, podríamos confiar demasiado en nuestra experiencia y rechazar nuevas ideas sin evaluarlas.
En la vida personal, tendemos a sobreestimar nuestra capacidad en ciertas áreas sin medir nuestro verdadero desempeño.
Te dejo un ejemplo: Tú hija está convencida de que estudia mejor por la noche y que su productividad es máxima en ese horario. Sin embargo, cuando comienza a medir objetivamente su rendimiento (por ejemplo, con una aplicación de seguimiento del tiempo o registrando su producción diaria), descubre que comete más errores, tarda más en completar tareas y que su concentración es menor comparado con las mañanas.
💡 Cómo aplicarlo en tu vida:
Antes de aceptar una idea como cierta, pregúntate: ¿Qué pruebas tengo? ¿Hay evidencia en contra?
Cuando tomes decisiones importantes, busca opiniones contrarias a la tuya y evalúa sus argumentos.
Lleva un registro de tus propias suposiciones y busca formas de verificarlas con datos reales. Así sabrás si vas mejorando en la aplicación de este primer principio.
# 2: Mide y experimenta antes de sacar conclusiones
Como continuación del principio anterior, no confíes en la intuición. Esta puede ser útil en muchos casos, pero no siempre es confiable. Para tomar decisiones informadas, necesitamos datos. En ciencia, las hipótesis no se aceptan sin pruebas, y en la vida cotidiana deberíamos hacer lo mismo: probar antes de asumir.
En la era de la personalización y el autoconocimiento, muchas personas están aplicando este principio a su salud, productividad y bienestar.
Veámoslo con un ejemplo, muy en la línea de la edición de la semana pasada. Los biohackers han llevado este principio al extremo (y sin necesidad de modificar su cuerpo). En lugar de aceptar consejos generales sobre nutrición o sueño, realizan experimentos con su propio cuerpo. Por ejemplo, alguien que quiere mejorar su descanso puede probar distintas rutinas:
Acostarse a diferentes horas y medir la calidad del sueño con un dispositivo como un smartwatch.
Probar distintas dietas y medir su nivel de energía a lo largo del día.
Cambiar la cantidad de café que consume y observar su impacto en la concentración.
Con el tiempo, van ajustando sus hábitos basándose en datos reales, no en suposiciones.
💡 Cómo aplicarlo en tu vida:
Si quieres mejorar en algo (productividad, salud, relaciones), establece métricas claras y mide tu progreso.
Experimenta con pequeños cambios en tu rutina y analiza los resultados antes de decidir qué funciona mejor.
Usa herramientas de seguimiento (apps, diarios, registros) para tomar decisiones basadas en datos, no en suposiciones.
#3: Cambia de opinión cuando la evidencia lo demande
Una de las mayores fortalezas intelectuales es la flexibilidad mental: la capacidad de cambiar de opinión cuando la evidencia nos demuestra que estábamos equivocados. Sin embargo, esto no es fácil porque nuestro ego suele estar ligado a nuestras creencias (sesgo de confirmación).
Los científicos han demostrado esta capacidad a lo largo de la historia. Grandes teorías han cambiado cuando los datos las han contradicho.
Durante siglos, se pensó que el universo era estático. Albert Einstein, al desarrollar la teoría de la relatividad, introdujo la “constante cosmológica” para mantener esa idea. Sin embargo, cuando Edwin Hubble descubrió que el universo estaba en expansión, Einstein admitió que se había equivocado y cambió su modelo.
Otro ejemplo más cotidiano: muchas personas hemos creído durante años que el multitasking (hacer varias cosas a la vez) era una forma eficiente de trabajar. Sin embargo, estudios recientes y mi caso mi propia observación, han demostrado que reduce la productividad y aumenta los errores. Aquellos que aceptaron la nueva evidencia y cambiaron su forma de trabajar lograron ser más eficientes. Yo poco a poco voy intentando corregirlo.
💡 Cómo aplicarlo en tu vida:
Cuando te enfrentes a nueva información que contradice tus creencias, en lugar de rechazarla de inmediato, analiza su validez.
No temas admitir que estabas equivocado; cambiar de opinión es signo de inteligencia, no de debilidad.
Desarrolla una mentalidad de aprendizaje continuo. La verdad no es estática, y lo que creemos cierto hoy puede no serlo mañana.
Food for thought
El pensamiento científico no es solo para científicos. Aplicarlo en la vida cotidiana nos permite tomar mejores decisiones, evitar errores costosos y navegar con mayor claridad en un mundo lleno de información contradictoria.
Para desarrollar esta habilidad:
Cuestiona todo, incluso tus propias creencias.
Experimenta y mide antes de asumir que algo funciona.
Ten la humildad de cambiar de opinión cuando la evidencia lo demande.
En un mundo de deepfakes, IA generativa y desinformación, el pensamiento crítico es nuestro mejor escudo. Adoptar la mentalidad de un científico nos permite filtrar el ruido, encontrar la verdad y adaptarnos a los cambios con inteligencia.
Pero antes de terminar te dejo un pequeño reto: Elige una creencia que tengas sobre ti mismo, los demás o el mundo. Puede ser algo como: “Si estudio por la mañana, rindo mejor que por la noche.”
Diseña un mini experimento para comprobar si es cierta.
Define tu hipótesis → ¿Qué crees que pasará?
Establece un método → ¿Cómo lo medirás? ¿Cuánto tiempo lo probarás?
Registra los resultados → Lleva un pequeño seguimiento y compáralo con lo que esperabas.
Saca conclusiones → ¿Coincide con tu creencia? ¿O los datos te llevan a cambiar de opinión?
“La vida es un experimento. Cuantos más datos recopilamos y más dispuesto estés a cambiar, mejor serán tus resultados.”
Pero antes de terminar, aprovecho para recomendarte el episodio de esta semana de Código Abierto, el podcast donde charlamos sobre tecnología Mónica, Carlos, Diego, Ignacio y un servidor.
En este episodio de Código Abierto, conversamos con
, creador de MultiVersial, sobre cómo anticiparse a las tendencias tecnológicas antes de que se vuelvan populares. Desde la inteligencia artificial generativa hasta la computación cuántica, exploramos el impacto de estas innovaciones en los negocios digitales y en la geopolítica global.Si te interesa la tecnología, la innovación y cómo anticiparte a los cambios del mercado, este episodio es imprescindible. Una charla llena de insights prácticos y una visión estratégica sobre el futuro del sector.
Gracias por acompañarme una semana más, ¡y te espero en la próxima edición Innovation by Default 💡!