Todos hemos escuchado lo mismo una y otra vez:
“Planea con cuidado. Sé el mejor. Ten una gran visión.”
Suena lógico. Convincente, incluso.
Pero… ¿y si te dijera que todo eso podría ser falso?
Hoy vamos a sumergirnos en los mitos de la estrategia.
Seis ideas ampliamente aceptadas en el mundo de los negocios, desmanteladas una por una por Jérôme Barthélemy en Myths of Strategy.
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Dicen que el éxito viene de una buena planificación. Pero la historia de IKEA, hoy un gigante global, demuestra que no siempre es así. En la Suecia de los años 50, un joven Ingvar Kamprad recibió malas noticias: los proveedores lo estaban boicoteando.
Con las puertas de sus proveedores cerradas, tuvo que improvisar. Se vio forzado a fabricar su propio mobiliario. Y de ahí, casi sin quererlo, nació el icónico estilo IKEA.
La estrategia emergente —esa que nace al adaptarse a las circunstancias— resultó tan valiosa como cualquier plan maestro. O más.
Algo similar ocurre cuando exploramos el mito del talento. Un experimento llamado “Music Lab”, realizado con 14,000 personas y 48 canciones desconocidas, ofreció una lección reveladora: no había una mejor canción objetiva. En un grupo, una pieza era la número uno. En otro, ocupaba el puesto cuarenta.
¿El talento? Irrelevante. Lo que realmente importaba era la influencia social.
El efecto Mateo en acción: al que tiene, se le dará más.
La fama no es solo mérito, sino contagio.
Por si queda alguna duda, ahí está el ejemplo de La Mona Lisa: apenas conocida en su tiempo, se volvió famosa… después de ser robada.
Y así como se sobrevalora la planificación y el talento, también ocurre con los objetivos. En 2002, General Motors celebraba haber alcanzado su meta: el 29% de cuota de mercado. Pero debajo del aplauso se escondía la trampa: perdían dinero con cada coche vendido.
Wells Fargo, por su parte, se propuso aumentar la cantidad de productos vendidos a cada cliente. El resultado fue un escándalo de fraude sistemático, con cuentas falsas y prácticas abusivas. Ya sabes, el poder de los incentivos puede ser tan constructivo como destructivo.
A veces, tener un objetivo claro puede llevarte directo al desastre. Por eso, hay quienes proponen perseguir las metas de forma oblicua, sin obsesionarse con cifras inmediatas.
Porque lo importante, al final, no es solo llegar… sino cómo lo haces, y si ese camino puede sostenerse en el tiempo.
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Ser el mejor. O el más barato. A primera vista, parecen los dos caminos evidentes hacia el éxito. Pero ambos extremos conllevan riesgos enormes. En tiempos de crisis, nadie busca lo mejor: quiere lo más accesible. Y en épocas de bonanza, lo más barato puede percibirse como pobre o desechable.
A veces, estar en el medio no es ser mediocre, sino tener una posición estratégica. El equilibrio, bien gestionado, puede ser una ventaja competitiva en sí misma. Especialmente si vas a entrar en un sector saturado… más vale que tengas algo que realmente te diferencie.
Apple es un buen ejemplo de esto. No dominó el mercado porque tuviera el mejor hardware, sino porque se convirtió en plataforma. El iPhone fue solo el comienzo. El verdadero golpe maestro fue el ecosistema: App Store, iTunes, iCloud… complementos que multiplicaron su valor.
Amazon aplicó una lógica parecida. Abrió su tienda a otros vendedores. Y cuando un producto ajeno destacaba, lo replicaba internamente. No se trataba solo de vender más, sino de construir un entorno donde todo girara en torno a su infraestructura.
Hoy, no basta con ser el mejor. Se necesita una red, una comunidad, un sistema que amplifique el producto.
Y si hablamos de mitos, quizás el más persistente es el de la visión. La idea del líder clarividente que lo ve todo antes que nadie. Pero ¿y si te dijera que, en ciertos experimentos de supervivencia, los grupos con líderes elegidos al azar resolvieron mejor los desafíos… que aquellos dirigidos por expertos?
La visión puede inspirar, sí. Pero no garantiza resultados. Andy Grove, ex CEO de Intel, lo sabía bien cuando dijo: “Las decisiones no esperan claridad.”
Hay que decidir con lo que se tiene. Probar. Ajustar. Estar dispuesto a cambiar de rumbo antes de que sea demasiado tarde.
Porque al final, la estrategia no es una foto. Es una película en constante movimiento.
La estrategia no es una receta mágica. No se trata de repetir lo que funcionó en otra parte, ni de seguir mantras sin cuestionar.
Se trata de entender, adaptarse, y sobre todo… de pensar con rigor.
Los mitos nos seducen con simplicidad. Pero la verdadera ventaja está en navegar la complejidad con sentido común y evidencia.
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Y como siempre, seguimos buscando… cómo pensar mejor para vivir mejor.
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