Vivimos en un mundo que nos impulsa a apresurarnos, un mundo que parece gritarnos que, si no encontramos pronto nuestra vocación profesional, podríamos perder el tren del éxito. Nos empuja a profundizar y a destacar desde temprana edad.
Los fines de semana veo los campos de fútbol repletos de padres-entrenadores, quienes ansían que su hijo sea el próximo Leo Messi. La sociedad anhela esos niños prodigio en todos los ámbitos: en la escuela, en el deporte, en la vida. Pero… ¿es realmente así?
Yo me considero todo lo contrario, contrario a Messi no a los padres-entrenadores, me defino como un perfil generalista.
Ayer te ponía el ejemplo del pato: hace de todo, pero nada de forma excepcional. Los generalistas somos aquellos que exploramos antes de decidir; podemos tardar un poco más en encontrar nuestro camino. Sin embargo, esta búsqueda tiene su recompensa. Al absorber experiencias y conocimientos de diversos campos, somos capaces de ver conexiones que los especialistas a menudo pasan por alto. Esta amplitud nos permite ser más creativos, más innovadores y, en última instancia, más influyentes. O eso es lo que me digo a mí mismo.
Tomemos como ejemplo a Finlandia. En este país, los niños comienzan la educación formal a los siete años. Sin embargo, entre el 70 y el 90% de ellos ya puede leer antes de pisar una escuela. ¿Cómo? A través de una educación informal, orgánica, que despierta la curiosidad natural del niño. Este enfoque nos muestra que a veces, no se trata de cuánto antes, sino de cómo se llega al destino. Aunque muchas veces este destino aparece sin buscarlo.
Y la misma lección la encontramos en las historias de algunos de los empresarios más exitosos del mundo, personas que tomaron decisiones trascendentales a edades en las que muchos ya estarían pensando en retirarse. Ray Kroc tenía 52 años cuando transformó McDonald’s en el gigante que es hoy. El Coronel Sanders comenzó KFC a los 65, después de una vida de fracasos. Vera Wang, Henry Ford, Martha Stewart, Sam Walton… emprendedores que nos enseñan algo fundamental: no hay fecha de caducidad para soñar y triunfar.
Entonces, ¿qué podemos aprender de todo esto? Tal vez el éxito no dependa de encontrar “lo nuestro” a una edad temprana ni de seguir siempre una misma dirección. Quizás el verdadero superpoder esté en la exploración, en la capacidad de adaptarse y reinventarse.
Porque, después de todo, nunca es tarde para cambiar de rumbo y explorar nuevos horizontes.
Hoy seguiremos profundizando en cómo los caminos del aprendizaje y la experimentación son inescrutables. A veces, cuando nadie lo espera, llega nuestro momento y alcanzamos el éxito, sea lo que sea que eso signifique para cada uno de nosotros.
Así que repasemos juntos hoy algunos aprendizajes del libro Range, de David Epstein, donde, entre otras cosas, descubriremos por qué un enfoque amplio de la vida dará sus frutos, incluso cuando no los busquemos.
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El mundo es de los generalistas
En una época en la que muchos ven la especialización como la ruta hacia el éxito, Amplitud (Range) (2019) demuestra que tener intereses amplios y tomarse su tiempo para encontrar su enfoque en la vida conducen a la excelencia y la innovación. Basándose en ejemplos de la empresa, el deporte, la ciencia y la psicología humana, Range nos insta a todos a mantener la mente abierta y la curiosidad.
Sobre el autor
David Epstein es un galardonado periodista y autor con amplia experiencia en ciencia y deporte. Ha trabajado para ProPublica y Sports Illustrated como redactor jefe. Su charla TED sobre la ciencia del rendimiento deportivo tiene siete millones de visitas y fue compartida por Bill Gates, el mayor respaldo a su trabajo desde que Barack Obama compró su primer libro, The Sports Gene.
Especialistas vs Generalistas
Vivimos en un mundo que parece exigirnos que elijamos un camino desde muy temprano. Nos dicen que, para destacar, debemos ser expertos en algo... dominantes de un solo arte, un solo deporte, un solo conocimiento. ¿Y los ejemplos? Sobran: Tiger Woods, desde los diez meses, ya tomaba su primer palo de golf, y a los dos años, aparecía en la televisión nacional mostrando una habilidad impresionante. Ese, dicen, es el secreto del éxito.
Pero hoy vamos a cuestionar esa creencia. Porque aunque la especialización nos ha llevado a la cima en muchos aspectos, una nueva idea se abre camino: que, en realidad, son los generalistas quienes están mejor preparados para enfrentar un mundo tan complejo e incierto como el nuestro.
Tiger Woods y Roger Federer. Dos gigantes, cada uno con una historia de éxito, y, sin embargo, caminos completamente distintos. Mientras Tiger perfeccionaba cada golpe desde niño, Federer experimentaba en múltiples deportes: squash, esquí, baloncesto… Su carrera, aunque más larga y sinuosa, le dio una coordinación y versatilidad únicas en la cancha de tenis. Y en sus propias palabras, fue esa variedad la que le dio ventaja.
Entonces, ¿qué nos enseña esto? Que explorar diferentes caminos puede ser una forma real de triunfar, una forma de encontrar lo nuestro sin prisas.
La pregunta es… ¿realmente necesitamos especializarnos en algo para ser buenos? ¿O podemos abrirnos a la posibilidad de que un enfoque amplio, uno que abarque distintas áreas, pueda llevarnos también a la grandeza?
Déjame contarte una historia. En la medicina moderna, los especialistas están tan enfocados en sus campos que incluso se hacen bromas sobre ello. El cirujano y escritor Atul Gawande cuenta que muchos oncólogos, por ejemplo, no solo se enfocan en el cáncer, sino en el cáncer de un órgano en específico. ¡Existen médicos especializados en el oído derecho!
Y aunque esto puede sonar práctico, también plantea un riesgo: cuando nos especializamos demasiado, nuestra visión se estrecha. A veces, nos volvemos incapaces de ver la imagen completa. Daniel Kahneman, psicólogo ganador del Premio Nobel, lo demostró al estudiar el desempeño de militares: más experiencia no siempre significa mejores decisiones. A veces, el exceso de información puede nublar nuestro juicio.
Los generalistas, en cambio, tienen un superpoder: la habilidad de hacer conexiones. Un creador de cómics, por ejemplo, no alcanza su máximo potencial solo repitiendo el mismo tipo de historias. Los creadores que han explorado diferentes géneros —comedia, crimen, fantasía— logran más éxito, porque sus ideas fluyen entre categorías y expanden su creatividad.
¡Lo mismo sucede con los grandes inventores! Andy Ouderkirk, de la empresa 3M, descubrió que sus colegas más innovadores no eran los que sabían más de un solo tema, sino aquellos con conocimientos en múltiples áreas. Eran personas capaces de trasladar ideas de un contexto a otro, conectando puntos que otros ni siquiera veían.
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Pero, ser un generalista también significa algo más. Significa cuestionarse, constantemente. Preguntarse si lo que sabemos realmente es verdad, si nuestras creencias se sostienen ante nuevas evidencias. El psicólogo Jonathan Baron llama a esto la “apertura mental activa”: una disposición a desafiar lo que creemos.
Es una habilidad que pocos tienen y que podría cambiar la forma en la que entendemos el mundo. Piensa en el Brexit, en el debate político, en la división de opiniones. Todos estamos atrapados en una burbuja de ideas afines, donde es más fácil buscar confirmaciones que cuestionar lo que creemos. Pero es esa curiosidad… ese deseo de saber más… lo que abre puertas.
Así que, tal vez, la clave para ser un buen generalista, para ser realmente creativo y efectivo, esté en no tener miedo al fracaso. Al contrario, debemos darle la bienvenida. Y es que estudios sobre creatividad, como los del investigador Keith Simonton, demuestran que cuanto más trabaja alguien, más éxitos consigue… y más fracasos también. Porque así se crea: probando, errando y volviendo a probar.
¿Lo sabías? Thomas Edison, quien inventó la bombilla, acumuló más de 1,000 patentes… muchas de ellas sin éxito. Pero no se detuvo. Experimentar una y otra vez fue lo que lo llevó a revolucionar la historia.
Entonces, ¿qué significa todo esto para nosotros? Tal vez la lección no sea especializarnos rápidamente, sino atrevernos a explorar, a combinar ideas y a ampliar nuestra perspectiva. A convertirnos en lo que podríamos llamar… un polímata moderno, alguien que usa la amplitud de sus conocimientos como ventaja.
Quizás tú, que aún buscas tu vocación, no necesites preocuparte por “encontrar lo tuyo” de inmediato. A lo mejor, tu camino es experimentar, dejarte llevar por esa curiosidad innata. Como dijo Van Gogh, “el éxito es una cuestión de constancia, no de suerte”.
La constancia en aprender, en fallar y en encontrar conexiones inesperadas… Esa podría ser la verdadera clave para dejar una huella en el mundo.
Food for thought
La variedad, la experimentación y la amplitud de la experiencia son a menudo el mejor camino hacia el éxito, mucho más que la mera especialización. La diversidad exige paciencia, apertura de miras y curiosidad científica.
Fomentarlas y ejemplificarlas aumenta la probabilidad de generar grandes innovaciones y de contribuir significativamente a la economía y la sociedad.
Aunque está de moda comenzar pronto y especializarse, el camino hacia el éxito suele ser largo y árido.
La experimentación es una vía tan fiable hacia la pericia como la especialización temprana.
Vivir en un mundo complejo ha aumentado el coeficiente intelectual de la persona media y su capacidad de pensar de forma abstracta.
Si quieres que esta capacidad se mantenga, el aprendizaje debe ser lento y difícil, no rápido y fácil.
Un enfoque exclusivamente especializado no es útil, y una manera de remediarlo es pensar de forma innovadora.
La amplitud de experiencias e intereses impulsa la innovación.
Los expertos a los que nuestra sociedad escucha suelen ser incapaces de hacer predicciones acertadas e intentan evitar los sesgos.
Para desarrollar una perspectiva más generalista, es necesario cambiar la actitud hacia el aprendizaje y el éxito.
Gracias por acompañarme en este nuevo experimento, ¡y te espero mañana en el Diario de Innovación de Innovation by Default 💡!