Viajemos hasta el año 2033.
Te despiertas con una noticia rocambolesca: “El proyecto Sun Exit arrancará en 10 días.”
El mundo ha votado por lanzar una medida desesperada para enfriar el planeta: inyectar sulfatos en la atmósfera para reflejar y bloquear parte de la luz solar.
Una medida desesperada, sí, pero necesaria, dicen algunos. Otros creen directamente que es una locura. Posiblemente esos fueran los que habían visto algo parecido en Matrix, y mejor no te hago spoiler de como acaba la cosa.
Una posible solución. O una catástrofe. Y tú, ahí, frente a esa realidad incómoda… ¿tú qué harías con esos 10 días de sol que te quedan?
Arthur C. Clarke, autor de 2001: Odisea del espacio, decía que cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia.
Pero quizás la verdadera magia está en atrevernos a imaginar lo que aún no existe.
Alan Kay, pionero de la informática y uno de los padres de la programación orientada a objetos, lo expresó con una claridad rotunda:
“La mejor forma de predecir el futuro es inventarlo.”
Ese es el espíritu de este diario de innovación.
Una invitación a imaginar futuros que hoy nos resultan incómodos, improbables… incluso imposibles.
Porque cuando describimos algo como “inimaginable” o “impensable”, no estamos señalando un límite real del mundo, sino un límite de nuestra imaginación.
Y cuanto más estrecha es esa imaginación, más vulnerables somos ante lo que viene.
Este episodio está inspirado en la charla TED de Jane McGonigal, How to See the Future Coming — and Prepare for It.
Jane propone algo tan simple como revolucionario: practicar el futuro.
Jugar con escenarios extremos no para adivinar lo que pasará, sino para entrenar nuestra capacidad de respuesta, cultivar la esperanza, y expandir nuestro poder de transformación.
Así que hoy te propongo un juego: Imaginemos juntos.
Porque el futuro no se adivina. Se diseña. Se practica. Se construye.
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En un posible futuro no tan lejano, la crisis climática ha alcanzado niveles insostenibles. El calor extremo, los incendios y las sequías han forzado a la humanidad a tomar decisiones drásticas. En un acto sin precedentes, se celebra una votación global: 9.000 millones de personas deciden el destino del planeta. El objetivo: iniciar un ambicioso plan de geoingeniería atmosférica que consiste en inyectar partículas de sulfato en la atmósfera para bloquear parte de la radiación solar. Al proyecto lo llaman Sun Exit.
Un año después de su implementación, los resultados son prometedores: las temperaturas han descendido, los efectos del cambio climático se han contenido en parte. Pero hay un precio inesperado. La confianza en la ciencia se desploma. Se viralizan rumores de efectos secundarios físicos y mentales, y el ruido informativo ahoga cualquier certeza. En ese contexto, la pregunta ya no es solo si la tecnología funciona, sino: ¿cómo mantienes tu salud física y mental?
¿En quién confías cuando la verdad parece fragmentada?
Mientras tanto, en otra línea del tiempo, el mundo ha decidido tomar medidas aún más radicales. Está prohibido tirar basura. Literalmente. Los cubos de basura han desaparecido, y solo se permite compostar. El reciclaje, finalmente reconocido como ineficiente, ha quedado en el pasado. Vivimos en una sociedad donde nada puede desecharse.
Pero en medio de esa transformación surge algo inesperado: una nueva emoción colectiva. La llaman Zeroforia. Es una mezcla sutil y poderosa de orgullo, alegría y creatividad, nacida de la experiencia de vivir sin generar residuos, de dejar el mundo sin huella.
Y tú, ante este nuevo paradigma, ¿te adaptarías?
¿Buscarías formas de ayudar a otros a transicionar?
¿O acaso te rebelarías contra las restricciones de un mundo sin basura?
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Ahora imagina otro posible giro del futuro. El cambio climático ha desplazado a millones de personas. Las fronteras ya no se cierran, se abren. Comienza una era de migración climática masiva, y por primera vez, los países no compiten por repeler migrantes, sino por atraerlos. La baja natalidad y el envejecimiento poblacional han hecho que los gobiernos vean en la migración no solo una necesidad, sino una oportunidad.
Se construyen ciudades resilientes, diseñadas desde cero para adaptarse a un planeta más extremo. Y se ofrece algo impensable: dinero para mudarte a ellas, con garantías de seguridad, vivienda y comunidad.
En medio de este contexto, tú recibes una encuesta. Tres simples preguntas:
¿A qué tres ciudades estarías dispuesto a mudarte, si te aseguran apoyo total para empezar de nuevo?
¿Lo has pensado alguna vez?
¿Qué necesitas para tomar una decisión así?
Puede parecer un simple juego mental. Pero no lo es.
Porque imaginar estos futuros no es un ejercicio inútil.
Imaginar es prepararse.
Y cuando lo haces, algo cambia: tu flexibilidad mental se expande, surge una esperanza realista, y sobre todo, crece tu poder de forma potencial —esa sensación de que, incluso ante lo desconocido, sabrás cómo actuar.
Así que la próxima vez que digas:
“Eso es impensable”…
No lo descartes a la primera.
Juega con esa posibilidad.
Porque el futuro no se predice. Se imagina. Se construye.
Y para nosotros, ya no hay futuros impensables.
Gracias por acompañarme en un nuevo Diario de Innovación, ¡y te espero mañana en Innovation by Default 💡!
PD: Aquí te dejo la charla TED que inspiró esta edición del Diario de Innovación.