¿Y si en vez de soñar con la inmortalidad, alguien estuviéra ahora diseñandola en un laboratorio?
No hablamos de ciencia ficción. Hablamos de metformina, una pastilla barata contra la diabetes que podría ser la clave para vivir más… y mejor. Nir Barzilai, uno de los pioneros en la investigación sobre longevidad, está a punto de lanzar un ensayo clínico sin precedentes. No se trata de curar una enfermedad, sino de atacar su origen común: el envejecimiento.
Pero como en toda revolución, aparece un pregunta incómoda: ¿quién paga por esto?
Suscríbete para leer esta y otras muchas historias sobre innovación, tecnología y negocios.
Los gobiernos no invierten —la edad no es una enfermedad “oficial”— y los inversores buscan retornos rápidos. La metformina no tiene patente. Resultado: Barzilai necesita hasta 75 millones… y ha recaudado menos de la mitad.
Aquí es donde entran los gigantes tecnológicos: Bezos, Larry Page, Yuri Milner. No mueven el dinero por filantropía, sino por supervivencia. Su inversión ha convertido la longevidad en el nuevo El Dorado de la ciencia.
Pero si los que pagan son siempre los mismos… ¿quién se beneficiará primero?
El bioeticista Christopher Wareham lo plantea sin rodeos: si vivir más se convierte en un lujo, también lo hará el poder que conlleva. Y ahí nace una nueva brecha, no económica, sino biológica.
Ricos longevos. Pobres mortales.
No me hagas caso, pero creo que he visto un episodio de Black Mirror que habla sobre esto.
Mientras tanto, los descubrimientos se acumulan. En el Instituto Buck, Eric Verdin nos recuerda que la edad es el mayor factor de riesgo para cualquier enfermedad, más que el colesterol o el tabaco. Y que ya estamos viendo resultados prometedores al eliminar células senescentes en ratones.
Eso sí: como decía un inversor… “Hoy es un gran momento para ser un ratón rico.”
Si te gusta lo que estas leyendo, no olvides que también tienes disponible el podcast de Innovation by Default 💡. Suscríbete aquí 👇
Las startups que lideran esta carrera tienen que ser creativas. En Cambrian Biopharma, por ejemplo, no pueden esperar décadas para saber si alguien vive más. Así que miden biomarcadores: pistas biológicas que indican si el envejecimiento se está ralentizando, aunque el reloj siga corriendo.
Y después está Altos Labs. Con 3.000 millones de dólares de financiación y una idea radical: dar libertad total a científicos para fallar, explorar y reinventar. Nada de publicaciones forzadas. Solo ciencia pura, sin cadenas.
Pero incluso aquí, la ética nos alcanza.
¿Puede la ciencia privada reemplazar el rol de la investigación pública?
¿Quién garantiza que estos avances no queden encerrados tras una muralla de propiedad intelectual?
La pregunta final no es científica, sino profundamente humana:
¿Será esta carrera por la longevidad un avance colectivo… o el nuevo privilegio de unos pocos?
Porque lo que está en juego no es sólo cuántos años vivimos.
Sino si vamos a vivir más… juntos los que nos queden por vivir.
PD: Para indagar más en este tema, te recomiendo el libro de Marcos Vázquez: Vive Más.
Gracias por acompañarme en un nuevo Diario de Innovación, ¡y te espero mañana en Innovation by Default 💡!