¿A quién no le habría gustado ser ese joven brillante, con una inteligencia tan aguda que resolvía problemas matemáticos más rápido de lo que la mayoría podía escribir?
De hecho, nuestro invitado de hoy era uno de los ídolos de Sheldon Cooper, de la famosa Big Bang Theory.
Un hombre cuya creatividad aplicada a la ciencia nos dio nuevas maneras de entender el universo y que, sin embargo, nunca se tomó demasiado en serio así mismo.
Su nombre Richard Feynman.
Es probable que nunca hayan oído hablar de él, aunque lo dudo, su popularidad en los últimos años ha resurgido cuál Ave Fénix. Aunque sino es así, no te culpo. A diferencia de Einstein, Feynman no dejó una ecuación que todos recordemos. Pero lo que sí dejó es algo igualmente poderoso: una forma distinta de ver el mundo.
Hoy, vamos a sumergirnos en la vida de este genio peculiar. Para ello usaremos alguna de las biografías publicadas, como Genius de James Gleick o su propia autobiografía ¿Está usted de broma Sr. Feynman?.
Hoy nos adentraremos en la personalidad de un hombre que igual tocaba los bongos, que era capaz de liderar el equipo que construyó la bombas atómica y, al mismo tiempo, revolucionó la física con garabatos que hoy conocemos como diagramas de Feynman.
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Antes de que Richard Feynman pudiera siquiera hablar, su padre, Melville Feynman, ya había decidido que su hijo sería un gran científico. Melville, un vendedor con sueños frustrados de ser investigador, vio en Richard la oportunidad de realizar lo que él no pudo.
¿Cómo lo hizo? Con imaginación.
Por ejemplo, cuando Richard era apenas un niño, su padre le explicaba cosas como el tamaño de un Tyrannosaurus rex. Pero no lo hacía usando números abstractos. No. Le decía: "¿Ves esa ventana? Bueno, la cabeza del dinosaurio sería lo suficientemente grande para mirarte desde allí, pero demasiado ancha para pasar por ella."
Ese era el tipo de educación que recibió Richard: una mezcla de ciencia y narrativa visual que lo ayudó a entender cómo funcionaba el mundo, no solo cómo llamarlo. Y ese enfoque marcaría su vida para siempre.
Porque, para Richard, la clave no era saber el nombre de algo. Era comprender cómo funcionaba.
En el instituto, Richard descubrió un superpoder: podía visualizar problemas como si estuviera dentro de ellos. Participaba en competiciones matemáticas, donde otros estudiantes escribían frenéticamente líneas y líneas de cálculos. ¿Y qué hacía Feynman? Escribía solo la respuesta.
Les explico uno de sus trucos: imaginen un concurso de la liga de matemáticas donde plantea el siguiente problema: “Si dejamos caer un sombrero de un bote de remos río arriba.” Ante la pregunta de cuánto se tardaría en recuperarse del agua. Mientras los demás calculaban la velocidad del agua y el tiempo perdido, Feynman solo se puso en el lugar del sombrero, con este juego tan sencillo, se dio cuenta de que tardaría lo mismo en volver, 45 minutos.
¡Y listo! Respuesta correcta.
Esta habilidad de meterse en el "papel" de átomos, partículas o incluso sombreros lo llevaría a resolver algunos de los problemas más complejos de la física moderna.
Durante la Segunda Guerra Mundial, lo reclutaron para el Proyecto Manhattan, el equipo de científicos que construyó la primera bomba atómica.
Feynman, a sus 25 años, era joven, irreverente, y ya lideraba su propio equipo. Mientras otros buscaban soluciones convencionales, él insistía en abordar los problemas desde ángulos inesperados. Y aunque su creatividad llevó al éxito, el impacto de su trabajo no lo dejó indiferente.
Cuando vio el cielo de Nuevo México arder durante la primera prueba nuclear, supo que su conocimiento tenía un costo. La ciencia, descubrió, no solo ilumina; también puede destruir.
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Después de la guerra, Feynman continuó transformando el mundo de la física. ¿Cómo? Con algo tan simple como dibujos.
En 1947, introdujo los famosos diagramas de Feynman. Estos gráficos simplificaron ecuaciones cuánticas que antes requerían páginas y páginas de cálculos. Era como si hubiera tomado el caos de la mecánica cuántica y lo hubiera transformado en arte.
Pero explicar sus diagramas a un público no científico no era tan fácil. Cuando ganó el Premio Nobel por este trabajo, un periodista le pidió que resumiera su contribución en un minuto.
Su respuesta fue tan mordaz como brillante: "Escuche, amigo, si pudiera explicarlo en un minuto, no valdría un Premio Nobel."
A pesar de su genio, o quizás por él, Feynman nunca se conformó con enseñar de manera tradicional. Sus clases en Caltech eran espectáculos en los que los estudiantes no solo aprendían física, sino que vivían la física.
Los que asistían a sus conferencias decían que era como ver a alguien desentrañar los misterios del universo en tiempo real. Y aunque algunos estudiantes abandonaban porque no podían seguir el ritmo, los que se quedaban salían transformados.
Sus lecciones quedaron inmortalizadas en los famosos Libros Rojos de Feynman, que, aunque demasiado avanzados para principiantes, han cambiado la manera en que los físicos ven el mundo.
Pero no todo en la vida de Feynman era ciencia. Tocaba los bongos, contaba historias extravagantes y desafiaba las normas. Durante un año sabático en Brasil, aprendió a tocar este instrumento y llegó a tocar con bandas locales.
¿Y qué hay de su famoso sentido del humor? Bueno, una vez se inventó un personaje el profesor Henry Warren, para dar una charla en la Universidad de California. ¿La razón? Filtrar al público y asegurarse de que solo asistieran los verdaderos apasionados por la física, no aquellos llamados por la aureola del personaje en el que el se había convertido.
Para él, la ciencia era un juego, pero también una pasión. Y esa pasión, mezclada con su humor y su genio, es lo que lo hace inolvidable.
Richard Feynman no dejó una teoría grandiosa como Einstein, pero nos dio algo igual de valioso: una forma diferente de pensar. Nos enseñó a visualizar problemas, a cuestionar lo establecido y, sobre todo, a nunca dejar de explorar.
Así que la próxima vez que te enfrentes a un desafío, pregúntate: ¿cómo lo vería Feynman? Tal vez, la respuesta no esté en las palabras, sino en la manera en que lo visualizan.
Gracias por acompañarme en este nuevo experimento, ¡y te espero mañana en el Diario de Innovación de Innovation by Default 💡!
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