¿Qué ideas o conceptos te vienen a la mente si menciono a los siguientes científicos: Albert Einstein, Kurt Gödel y Alan Turing?
Para muchos, estos nombre son sinónimos de genialidad. Para otros, son nombres que podrían aparece en algún libro de texto o formar parte de lecciones olvidadas de la escuela. Pero detrás de sus descubrimientos revolucionarios y sus ecuaciones inmortales, hay algo que la mayoría desconocemos: historias humanas, trágicas, excéntricas.
Hoy, vamos a caminar junto a ellos. Para explorar sus mentes brillantes y desentrañar cómo sus vidas personales dieron forma al mundo moderno.
Esta es la historia de cómo Einstein caminó con Gödel… y lo que sucedió cuando estas mentes tocaron el límite del pensamiento humano. Para iniciar el viaje de hoy nos apoyaremos en algunos de los aprendizajes de When Einstein Walked with Gödel de Jim Holt.
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Imagina un día cualquiera en Princeton, Nueva Jersey, en los años 40. Albert Einstein, el genio que redefinió el tiempo y el espacio, camina por el campus. Su cabello como siempre desordenado, su andar tranquilo define la figura de un genio.
Ya no es el científico que acaparaba los flashes de los fotógrafos dondequiera que fuese. Su época dorada quedó atrás, y las teorías que lo hicieron famoso ahora lo habían dejado aislado.
Las grandes ideas a menudo surgen en la intersección de disciplinas, donde los enfoques diversos permiten ver problemas desde nuevas perspectivas.
A su lado, camina Kurt Gödel, un matemático brillante, mucho más joven que Einstein. Gödel, quien demostró los límites del conocimiento humano con sus teoremas de incompletitud, era una figura peculiar. Con una dieta que incluía comida para bebés y mantequilla, parecía un hombre alejado de la realidad terrenal, pero profundamente inmerso en el universo de las ideas.
Gödel sufría de paranoia extrema y tenía un miedo irracional a ser envenenado. En sus últimos años, solo comía comida preparada por su esposa. Cuando ella enfermó y no pudo cocinar para él, Gödel dejó de comer y falleció de inanición, a pesar de estar rodeado de comida.
Dos hombres, dos polos opuestos, unidos por una conexión intelectual profunda.
Gödel llevó las teorías de Einstein más allá de lo que incluso él mismo había imaginado. Demostró, a través de las matemáticas, que en un universo rotatorio sería posible viajar en el tiempo.
Y si el viaje en el tiempo es posible, Gödel concluyó algo aún más radical: el tiempo podría no existir.
Sí, lo que creemos como un flujo constante, podría no ser más que una ilusión.
Aunque Einstein no siempre fue considerado un referente científico. En 1905, mientras trabajaba en la oficina de patentes en Suiza, publicó cuatro artículos que cambiarían el curso de la humanidad.
Uno de ellos nos dio la famosa ecuación:
El otro demostró que el espacio y el tiempo no son absolutos, sino relativos al observador.
Pero, con el tiempo, las mismas ideas que lo elevaron lo hicieron quedar al margen de la comunidad científica. Einstein rechazaba la mecánica cuántica, la teoría de moda en los años 30. Su famosa frase —"Dios no juega a los dados con el universo"— era una declaración de su escepticismo.
Mientras su estrella se apagaba, Einstein encontraba consuelo en las caminatas con Gödel. Dos mentes que desafiaron el pensamiento convencional, compartiendo ideas que pocos podían aspirar a comprender.
Gödel tenía una fascinación por las paradojas y construyó su famoso Teorema de Incompletitud a partir de la idea de la "autorreferencia". Su trabajo demostró que en cualquier sistema matemático suficientemente complejo, siempre habrá afirmaciones verdaderas que no se pueden probar dentro del sistema. Esta idea conmocionó a los matemáticos y filósofos de su tiempo.
Esto tiene implicaciones profundas, no solo para las matemáticas, sino también en cómo entendemos los límites de cualquier sistema de conocimiento humano. Nos invita a aceptar la incertidumbre como una parte intrínseca del saber.
Quizá por eso se entendían tan bien. Ambos sabían que las matemáticas y la física no eran sólo números y fórmulas, sino herramientas para explorar algo mucho más grande: la verdad misma del universo.
“A veces, la gente que nadie cree capaz de nada es capaz de hacer cosas increíbles” - Alan Turing
Por otra parte la vida de Alan Turing, otro de los gigantes científicos del siglo XX, nos muestra el precio de que se debe pagar por ser un visionario.
Turing, el padre de la informática moderna, descifró el código nazi Enigma durante la Segunda Guerra Mundial, ayudando a cambiar el curso de la historia. Pero su vida personal fue una batalla constante.
En 1952, fue procesado por su homosexualidad y condenado a una castración química. Dos años después, murió por envenenamiento con cianuro. A su lado, una manzana mordida.
¿Suicidio? ¿Asesinato? A día de hoy, no hay respuestas claras.
Lo que sí sabemos es esto: Alan Turing nos mostró el poder de las máquinas, pero su propia humanidad fue destruida por los prejuicios de su tiempo.
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Para estos genios, las matemáticas eran algo más que números. Eran poesía.
Einstein y Gödel creían que las matemáticas no eran un simple juego lógico, sino una ventana a la realidad. Gödel demostró que el conocimiento humano nunca será absoluto. Alan Turing diseñó las bases de los computadores modernos con máquinas imaginarias.
Además Einstein tenía un gran sentido del humor, bromeaba frecuentemente sobre el hecho de ser una celebridad científica. En una ocasión, comentó que su fama se debía no tanto a sus logros científicos, sino a su "cabello indomable y su mirada distraída". Según Jim Holt, Einstein veía su fama como un fenómeno cultural casi absurdo.
Y luego está Benoit Mandelbrot, quien encontró patrones en lo caótico: desde las nubes hasta las galaxias, todo sigue reglas fractales. Matemáticas y naturaleza, inseparables.
Quizá por eso las llamamos “la lengua del universo”.Hablando del lenguaje universal de la ciencia, las matemáticas, estas pueden ayudarnos a comprender y modelar el origen de todo. Actualmente, la comunidad científica ha alcanzado un consenso: el universo comenzó con el famoso Big Bang. Sin embargo, todavía nos queda por responder una gran incógnita: ¿cómo terminará?
Algunos científicos piensan que se enfriará, expandiéndose hasta que toda la vida deje de existir. Otros creen que colapsará en un Big Crunch, liberando una cantidad infinita de energía.
Y luego está la idea del Big Rip: que el universo se desintegrará hasta los mismos protones.
Sea cual sea el final, probablemente ninguno de nosotros estará aquí para verlo. Pero estas preguntas nos conectan con algo esencial: un deseo ancestral de comprender nuestro lugar en el cosmos.
Si pensamos en Einstein, Gödel, Turing. Sus mentes no sólo resolvieron ecuaciones; también nos dejaron preguntas que siguen desafiandonos como especie.
¿Qué es el tiempo? ¿Es real o una ilusión? ¿Qué nos hace humanos en medio de un universo tan vasto?
Quizá nunca tengamos todas las respuestas. Pero eso no importa. Porque el verdadero valor está en hacernos las preguntas.
Uno de los aprendizajes que podemos extraer de la lectura del libro, es el que según Jim Holt conecta con la idea de que la ciencia y la filosofía son formas de creatividad artística.
Tanto los logros de Einstein como los de Gödel muestran cómo la creatividad puede surgir al desafiar lo que se da por sentado. Einstein reformuló nuestra comprensión del espacio y el tiempo; Gödel reestructuró la lógica matemática.
Innovar no se trata solo de construir sobre lo existente, sino de cuestionar los fundamentos mismos de cómo entendemos el mundo.
Y por hoy concluimos este viaje al límite del pensamiento humano.
Gracias por acompañarme en este nuevo experimento, ¡y te espero mañana en el Diario de Innovación de Innovation by Default 💡!