¿Te consideras una persona con mala memoria? Si es así, no estás solo. Yo también he olvidado nombres en fiestas importantes, fechas cruciales, incluso dónde dejé mis llaves… demasiadas veces para contarlas. Pero, ¿y si te dijera que la memoria no es un talento reservado para genios o superdotados? ¿Que tú también puedes entrenarla y convertirla en tu súper poder?
Hoy, en los Diarios de Innovación, exploraremos el fascinante libro de Joshua Foer: traducido como Los desafíos de la memoria, cuyo titulo original como puedes comprobar, no tiene nada que ver, Moonwalking with Einstein. El libro es una guía a través del arte y la ciencia de recordar, donde descubrirás cómo convertir tu mente en una máquina de memorizar.
El título del libro original es tan intrigante como su contenido. ¿Por qué Einstein haciendo el "moonwalk"? Joshua Foer descubrió que para mejorar la memoria, necesitaba crear imágenes mentales llamativas, casi absurdas. En la técnica del "palacio de la memoria", asociamos información con imágenes vívidas para que sean inolvidables. Por ejemplo, imagina a Einstein bailando como Michael Jackson. Extraño, ¿verdad? Precisamente por eso funciona.
Suscríbete para leer esta y otras muchas historias sobre innovación, tecnología y negocios.
¿Alguna vez has conocido a alguien que puede recordar los nombres de todos en una reunión? Seguro piensas: "¡Qué talento!" Pues adivina qué… no es talento, es práctica.
Foer comenzó este viaje como reportero, cubriendo un campeonato de memoria. Era escéptico: ¿cómo alguien podía memorizar barajas de cartas completas o cientos de dígitos al azar? Pero después de observar de cerca a los competidores, decidió intentarlo por sí mismo. Lo que siguió fue una transformación que ni él mismo esperaba.
En los años 80, dos psicólogos, K.A. Ericsson y Bill Chase, decidieron realizar un experimento extraordinario. Querían explorar un terreno desconocido: ¿hasta dónde es capaz de llegar la memoria humana? Su objetivo era ambicioso, casi utópico.
Eligieron a un voluntario, un estudiante universitario conocido como S.F., para ser el protagonista de este desafío. Y aquí está lo curioso: S.F. no era un genio ni tenía una memoria prodigiosa. Era, como la mayoría de nosotros, una persona promedio. Al comienzo del experimento, podía recordar unos 7 dígitos consecutivos, lo que la psicología describe como el límite típico de la memoria a corto plazo.
El desafío era claro: ¿podría alguien superar ese límite con entrenamiento?
A lo largo de 250 horas de práctica, S.F. se enfrentó a ejercicios de memorización intensiva. Día tras día, trabajó para recordar secuencias cada vez más largas de números. Pero no fue un camino fácil. Al principio, S.F. estaba frustrado; parecía imposible superar esa barrera que parecía inherente a nuestra biología.
Sin embargo, algo cambió. En medio de las sesiones, surgió una técnica que transformó todo.
S.F. comenzó a agrupar los números en patrones significativos. Por ejemplo, cuando veía “3492”, no lo recordaba como cuatro dígitos sueltos, sino como un tiempo de carrera: 3 minutos y 49.2 segundos. Esto tenía sentido para él, ya que era corredor de larga distancia y estaba familiarizado con esas cifras.
Esa técnica, conocida como bucle fonológico, le permitió dar contexto y significado a los números. En lugar de enfrentarse a largas cadenas sin sentido, los dividía en fragmentos manejables, como pequeñas historias o referencias personales. Además, reforzaba estos fragmentos mediante la repetición constante, hasta que se convertían en parte de su memoria a largo plazo.
Lo que S.F. logró fue asombroso. Después de 250 horas de práctica, pasó de recordar los típicos 7 dígitos a memorizar ¡80 números consecutivos!
Pero aquí está lo interesante: su cerebro no había cambiado físicamente. Seguía siendo el mismo que al inicio del experimento. Lo que había cambiado era la manera en que lo usaba. S.F. había aprendido a explotar patrones y asociaciones significativas, demostrando que la memoria es entrenable y maleable.
El experimento de S.F. nos deja una importante lección: nuestras limitaciones son más flexibles de lo que imaginamos. La memoria no es un don fijo; es una habilidad que se puede entrenar, expandir y optimizar con las herramientas adecuadas.
Aunque probablemente no necesites memorizar largas cadenas de números, la técnica del bucle fonológico puede ayudarte en tu día a día. Por ejemplo, cuando intentes aprender algo nuevo o recordar información clave, trata de darle contexto. Convierte datos abstractos en imágenes, historias o patrones familiares.
Así que, primera lección: tu memoria no está grabada en piedra. Puedes entrenarla, moldearla y, si eres constante, asombrarte a ti mismo.
Sigamos explorando esa fascinante herramienta que es nuestro cerebro. ¿Qué pensarías si te pidiera que recordaras el siguiente número: 1224200001012001? Difícil, ¿no? Ahora intenta esto: 12 de diciembre de 2000 y 1 de enero de 2001. Fácil, ¿verdad? A esto se le llama fragmentación: tomar pequeñas piezas de información y agruparlas en algo significativo. Esta técnica nos ayuda a procesar y recordar información de manera más eficiente en nuestro día a día.
Es como intentar recordar las letras H-E-A-D-S-H-O-U-L-D-E-R-S-K-N-E-E-S-T-O-E-S. ¡Un dolor de cabeza! Pero si piensas en "Cabeza, hombros, rodillas y pies"… de repente es pan comido. Incluso puedes tararearlo, ¿verdad? Este pequeño truco puede cambiar la forma en que retienes información.
¿Por qué recordamos tan fácilmente una escena de nuestra infancia, pero olvidamos una lista de compras? Foer explica que el cerebro humano no está programado para recordar datos aleatorios. Sin embargo, si convertimos esos datos en imágenes o historias, se graban con facilidad. Es por eso que los campeones de memoria imaginan escenas extravagantes o incluso escandalosas.
Ahora, imagina esto: un vaso de pepinillos sobre tu mesita de noche, junto a un bidón repleto de requesón donde se baña un salmón gigante. ¿Ridículo? Sí. ¿Imposible de olvidar? También.
Nuestro cerebro ama las imágenes absurdas y sensoriales. Si haces tus recuerdos tan vívidos como esa escena, será casi imposible olvidarlos. Así que, la próxima vez que hagas tu lista de compras, ¡ponle un poco de creatividad! Quién sabe, puede que incluso te diviertas haciéndolo.
Si te gusta lo que estas leyendo, no olvides que también tienes disponible el podcast de Innovation by Default 💡. Suscríbete aquí 👇
La memoria tiene formas misteriosas de trabajar. Un caso fascinante es el de un hombre llamado E.P., un amnésico que no podía recordar nueva información. Sin embargo, en un experimento, E.P. recordaba mejor las palabras que había visto antes… aunque no lo hacía conscientemente.
Esto demuestra que no todo lo que recordamos pasa por nuestra mente consciente. Hay una parte de nosotros que registra, almacena y recuerda, sin que siquiera lo notemos. Es la misma parte que te permite montar en bicicleta o nadar sin pensar en cada movimiento.
En la antigüedad, la memoria era una habilidad crucial, mucho más que en nuestros días. Los bardos griegos recitaban historias épicas como la Odisea de Homero sin un solo papel. Para ellos, olvidar no era una opción.
Los romanos incluso crearon un libro de texto, Rhetorica ad Herennium, donde describen técnicas avanzadas para memorizar. Y personajes históricos como Cicerón y Plinio el Viejo eran admirados tanto por su inteligencia como por su prodigiosa memoria.
Pero todo cambió en 1440, cuando Gutenberg inventó la imprenta. Con los libros, las personas dejaron de depender de su memoria. Hoy, hacemos lo mismo con nuestros teléfonos inteligentes. ¿El resultado? Hemos perdido el arte de recordar.
¿Y si te dijera que puedes revivir ese arte? Una técnica llamada palacio de la memoria lo hace posible.
Imagínate en tu casa. Entras por la puerta principal y colocas mentalmente una barra de pan en la mesa. Luego, una bolsa de tomates en la silla del comedor. Ahora, cuando necesites recordar tu lista de compras, todo lo que tienes que hacer es recorrer ese camino en tu mente.
En la antigüedad, antes de la escritura, recordar era una habilidad crucial. Los oradores como Cicerón utilizaban técnicas mnemónicas para recitar discursos largos con precisión. Hoy, en cambio, hemos relegado nuestra memoria al segundo plano, confiando en dispositivos y tecnología para recordar por nosotros.
Vivimos en un mundo donde podemos acceder a cualquier información en segundos, pero esto nos ha hecho menos hábiles para recordar. Dependemos tanto de teléfonos y computadoras que hemos olvidado el valor de ejercitar nuestra propia memoria.
Pero Foer no lo hizo solo. Fue guiado por Ed Cooke, un campeón de memoria con un enfoque único y divertido para el aprendizaje. Ed le enseñó a usar imágenes impactantes combinadas con la técnica del "palacio de la memoria", demostrando que cualquiera puede entrenar su memoria con un poco de práctica y creatividad.
Este método no solo funciona para listas. Puedes usarlo para aprender discursos, fechas históricas, o cualquier información que quieras recordar.
Después de un año de entrenamiento intensivo, Foer participó en el Campeonato de Memoria de los Estados Unidos. Contra todo pronóstico, ganó. Lo sorprendente es que no se consideraba alguien con una "buena memoria". Su victoria demostró que el potencial humano es increíble cuando sabemos cómo entrenarlo.
Aunque parece paradójico, Foer nos recuerda que olvidar es tan importante como recordar. Si todo permaneciera en nuestra mente con absoluta claridad, podríamos quedar atrapados en un pasado abrumador, incapaces de vivir plenamente el presente.
Gracias por acompañarme en este nuevo experimento, ¡y te espero mañana en el Diario de Innovación de Innovation by Default 💡!