Hoy continuaremos explorando la evolución de nuestra humanidad, estrechamente vinculada a los credos, como lo demuestra la época del año en que nos encontramos.
En esta ocasión, nos sumergiremos en el universo de Yuval Harari y nos adentraremos en su segunda obra, Homo Deus: El futuro de la humanidad en juego.
Eras un simple cazador, hace miles de años, en una vasta sabana. Tu vida giraba en torno a sobrevivir. Sin tecnología, sin ciudades, sin reglas. Pero hoy, eres parte de una especie que ha conquistado el mundo. Hemos llegado más lejos que cualquier otro ser vivo. Hemos moldeado la Tierra a nuestra imagen.
Sin embargo, la verdadera pregunta es: ¿hasta dónde podemos llegar?
En este episodio vamos a explorar el fascinante libro Homo Deus de Yuval Noah Harari. Hablaremos de lo que nos hace humanos, de las fuerzas que nos han llevado a la cima… y de aquello que podría quitarnos el trono.
¿Estamos cavando nuestra propia tumba?
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El ascenso de la humanidad como vimos en la edición de ayer, viene vinculado a que hemos sido capaces de vencer al hambre, hemos superado pandemias que antes arrasaban continentes, y hemos minimizado la guerra. ¿Sabías que, en el siglo XIV, la Peste Negra mató a más de 75 millones de personas? Hoy, algo como el Ébola es un gran titular, pero apenas ha cobrado 11,000 vidas. Aunque desde que se escribió este libro hemos visto que no estamos a salvo de cualquier virus que mute y aparezca en forma de pandemia, como ya demostró el COVID, que por otro lado fuimos capaces de gestionar mejor que en anteriores ocasiones.
¿Y el hambre? Lo que antes era una condena segura, hoy tiene un enemigo inesperado: la obesidad. Sí, ahora mueren más personas por comer demasiado que por no comer nada. Ironías de la vida, y de la vida moderna, como diría aquel.
Esto suena a éxito rotundo, ¿verdad? Pero aquí está el giro de guión: cuanto más logramos, más queremos. Ya no solo buscamos sobrevivir; queremos vivir más, ser más felices… incluso, desafiamos a la muerte misma.
Harari plantea una cuestión clave en su libro: ¿es esto ambición o arrogancia?
Hemos hablado en otras ocasiones sobre los superpoderes que cada uno de nosotros atesora. No me refiero a los que aparecen en los cómics de Marvel o DC, sino a las habilidades o competencias que nos hacen únicos frente a los demás. En particular, si nos fijásemos en el superpoder de la humanidad, Harari no tiene dudas: nuestro superpoder como especie es la cooperación.
¿Qué nos hizo tan poderosos? Seguro que no fue nuestra fuerza física. En un cara a cara con un tigre dientes de sable, no tendríamos posibilidad alguna de sobrevivir. Pero tenemos algo que ellos no tienen: la capacidad de colaborar, de unirnos para alcanzar objetivos comunes.
Mira las elecciones de cualquier país. Millones de personas, diferentes, a veces en desacuerdo, llegan a un acuerdo para participar en un proceso complejo. ¿El resultado? Gobernantes, leyes, sociedades. Ningún otro animal puede hacer esto. Otra cuestión es si el sistema es o no perfecto, pero la evolución ha demostrado que funciona.
Pero… hay un lado oscuro. Hemos utilizado esta capacidad no solo para construir, sino también para destruir. Más del 90% de los grandes animales que conocemos hoy son domesticados. Vacas, cerdos, gallinas… encerrados, sacrificados, explotados.
Nos decimos que somos superiores, que tenemos un alma o una conciencia especial. Pero, ¿y si no fuera así?
Nuestra evolución como especie ha dependido de narrativas que dieron lugar a las civilizaciones que nos han llevado hasta aquí.
Todo comenzó gracias a los cuentos, las fábulas, transformadas en historias.
Los seres humanos necesitamos narrativas para unirnos. En el pasado, esas historias venían de la religión. Creíamos en un propósito divino que nos guiaba. Estas creencias no solo dieron sentido a nuestras vidas; también nos ayudaron a cooperar.
Mira las Cruzadas: europeos que dejaban todo para luchar por Tierra Santa, convencidos de que su sacrificio les daría la salvación. Hoy esas historias han cambiado. No necesitamos un Papa que nos diga qué hacer. Ahora, nuestras narrativas vienen de otro lugar: del humanismo.
El humanismo significa que creemos en nosotros mismos, en nuestras experiencias, en nuestra libertad de decidir. Suena bien, ¿verdad? Pero aquí hay un problema: la ciencia está empezando a demostrar que nuestras decisiones no son tan libres como pensábamos. No pienso abrir aquí el melón del libre albedrío. Pero lo que si parece claro, es que al menos, los tipos de narrativas de nuestro tiempo están cambiando, los apoyos, las creencias y los valores se están redefiniendo tal y como evolucionamos. ¿Cuál será el credo del siglo XXI?
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Y aquí es donde nuestra “historia“ se empieza a poner un poco interesante… a la par que inquietante.
Parece que hemos sustituido en gran medida nuestro credo en las deidades, por nuestra fé en la ciencia como herramienta de protección. Esto a desembocado en que vivamos rodeados de ciencia, hoy en día los algoritmos están en todas partes. Desde las redes sociales que decides revisar por la mañana hasta los autos que conducen solos, ellos están tomando decisiones. Y, sinceramente, lo hacen mejor que nosotros.
El ejemplo más sencillo, los algoritmos de clasificación, este tipo de algoritmos ya pueden predecir tus gustos y hasta tus emociones mejor que tus amigos, tu familia… o incluso tu pareja. En Facebook, con solo 300 “me gusta”, un algoritmo puede conocer tus preferencias con más precisión que tu propio cónyuge.
Esto plantea una pregunta incómoda: si los algoritmos pueden hacer las cosas mejor que nosotros, ¿qué nos queda como especie?
¿Qué haremos a partir de ahora? Y he aquí donde llegamos al cruce de caminos en la sociedad actual. Claro, en aras de avanzar, hemos de elegir. Elegir es renunciar, pero, al fin y al cabo, una persona no puede recorrer dos caminos a la vez.
Por un lado, podemos fusionarnos con la tecnología, convertirnos en algo más que humanos. ¿Suena a ciencia ficción?, verdad. Aunque b. c cueno, ya está sucediendo. El ejército de los Estados Unidos está desarrollando cascos que mejoran la concentración de los soldados mediante impulsos eléctricos.
Por otro lado, podemos rendirnos y dejar que los algoritmos dominen. Esta idea, llamada dataísmo, nos ve como simples sistemas de datos, una parte más de un inmenso flujo de información.
¿Y tú? ¿Qué harías? ¿Aceptarías ser superado por las máquinas o lucharás por mantener la relevancia de tu especie?
Al igual que en otro muchos autores que hemos comentado últimamente, su postura, como es el caso de Harari nos deja una advertencia. La historia de la humanidad ha sido una historia de crecimiento, de conquista y de cambio. Pero ahora enfrentamos un desafío como nunca antes.
Antes de que los algoritmos decidan por nosotros, debemos decidir quién queremos ser.
Uno de mis restos para el próximo 2025, será pasar un día detox digital a la semana, sin usar rl móvil o cualquier otro dispositivo conectado. Es solo un experimento. Pero quiero entender qué tan dependiente soy de estas tecnologías que dicen ayudarnos… y qué tan libres realmente somos.
Así que al igual que hace Harari en Homo Deus, os invita a reflexionar sobre nuestro pasado, nuestro presente… y, quizás, un futuro que todavía podemos moldear.
Gracias por acompañarme en este nuevo experimento, ¡y te espero mañana en el Diario de Innovación de Innovation by Default 💡!