¿Cómo será el mundo dentro de 10 años? ¿Y dentro de 50?
Estamos viviendo seguramente en el siglo que se mueve más rápido, incluso más de lo que podemos procesar, hoy seguimos profundizando en la obra Yuval Noah Harari, después de revisar alguno de sus súper ventas como Sapiens y Homo Deus, hoy nos adentramos en 21 lecciones para el siglo XX.
En esta obra Harari nos lanza una advertencia: el futuro ya está aquí, y no estamos listos. Hoy exploraremos algunas de las lecciones más urgentes que según Harari debemos aprender para prosperar en un mundo lleno de incertidumbre.
Harari nos propone un reto. Este libro no es una guía de supervivencia para el apocalipsis, ni una lista optimista de soluciones mágicas. Es una llamada a reflexionar como sociedad y como individuos, a tomar acción y, sobre todo, a prepararnos para un siglo que promete ser diferente a todo lo que la humanidad ha vivido antes.
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La tecnología está reescribiendo las reglas, cuando Harari escribió este libro, imaginar la siguiente situación quizá sería algo más distópico, pero hoy en día, seguramente nadie se extrañase si al despertarse un día y descubrieramos que todas las decisiones económicas de tu país no las toma un parlamento, ni un presidente, ni siquiera un banquero central… sino un algoritmo.
Tal vez no tan extremo, pero la realidad es que la tecnología está remodelando el mundo a una velocidad impresionante. En el siglo XX, la humanidad debatió entre ideologías como el comunismo, el fascismo y el liberalismo. Pero en el siglo XXI, hay un nuevo jugador en el tablero: la inteligencia artificial.
Hoy uno de los dilemas que nos ocurre como sociedad, es el dilema de la caja negra. Hoy, muchos sistemas financieros son tan complejos que ni siquiera los expertos pueden entenderlos por completo. Ahora imagina un futuro donde las decisiones más importantes dependen de máquinas que procesan información a una velocidad que los humanos no pueden alcanzar. La temida AGI y la singularidad, seguramente redefina que es la humanidad.
Pero, entonces, ¿quién tiene el control? Porque si no hacemos nada, las democracias que tanto valoramos podrían convertirse en sistemas donde los humanos no somos más que espectadores.
La tecnología no es solo una herramienta; se está convirtiendo en la herramienta capaz de desafiar la política. Por ello, necesitamos líderes que entiendan este cambio y ciudadanos que exijan decisiones conscientes.
Cuando piensas en robots, para muchos de nosotros la pregunta es evidente, ¿nos reemplazarán las máquinas en nuestro lugar de trabajo? Probablemente imaginas máquinas reemplazando a obreros en una fábrica. Harari ya aventuraba esta situación hace ya unos años… ¿y si te dijera que los robots podrían quitarle el trabajo a un abogado? ¿O a un médico?
En el siglo XX, las máquinas competían con los humanos en habilidades físicas. Pero hoy, están empezando a competir en algo mucho más personal: nuestras habilidades cognitivas.
Harari nos explica que la intuición humana, eso que creíamos único, es en realidad el resultado de complejos cálculos que realiza nuestro cerebro. ¿Y adivina qué? Las máquinas ya están aprendiendo a hacer lo mismo… pero mejor y más rápido.
Esto plantea una cuestión inquietante: ¿estamos preparados para un mundo donde nuestras habilidades no sean suficientes? En el futuro, nuestra capacidad de adaptarnos será más valiosa que cualquier título o diploma.
l mundo en el que vivimos es muy diferente al lugar donde nacieron nuestros abuelos. La inmigración y la globalización han transformado todo. Algunas regiones, como es el caso de Europa, se enfrentan un dilema mayúsculo.
Europa, la cuna de la diversidad y la cooperación, enfrenta una prueba que podría definir su futuro: la inmigración.
Por un lado, están quienes exigen que los recién llegados se adapten completamente, abandonando sus tradiciones y adoptando las normas europeas. Por otro, están quienes defienden el derecho de los inmigrantes a mantener su identidad cultural.
Este no es un debate moral entre el bien y el mal, entre progresistas e intolerantes. Es un problema complejo, con múltiples capas. La vuelta se ha dado a la tortilla, lugares que hace años fueron la cuna de las colonias europeas, ahora regresan a sus países colonizadores, los que les dieron una nueva lengua para crecer y prosperar, hasta el punto de convertirse en extranjeros en naciones de las que antaño fueron parte.
Uno de los deberes pendientes de la sociedad occidental en general es establecer un postura común sobre este y otros temas, trascendentales para su subsistencia, necesitamos discutir nuestra postura frente a la inmigración con la cabeza fría, entendiendo que tanto los temores como las esperanzas tienen algo de verdad.
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Otro de los grandes desafíos de la humanidad en los últimos años, y seguramente en las próximas décadas es el terrorismo. Una palabra que despierta miedo instantáneo. Harari nos aporta un dato sorprendente: si comparas las muertes por ataques terroristas con, digamos, accidentes de tráfico, las cifras son pequeñas. Entonces, ¿por qué el terrorismo nos asusta tanto?
Harari lo explica con una metáfora brillante: los terroristas son como una mosca en una tienda de porcelana. Por sí solos, no pueden causar mucho daño. Pero si logran molestar al toro —los gobiernos—, pueden provocar un desastre.
El 11 de septiembre de 2001, una pequeña organización logró que la mayor potencia del mundo desencadenara guerras cuyo impacto aún sentimos.
La lección aquí es dura, pero necesaria: los terroristas ganan cuando los gobiernos reaccionan de forma desproporcionada.
Y es que nos gusta pensar que somos más inteligentes que nuestros ancestros. Soy de los que piensa que no se puede juzgar la historia con los ojos de hoy. Después de todo, tenemos internet, smartphones y aviones. Pero Harari nos lanza una verdad incómoda: somos más ignorantes de lo que creemos.
Un experimento sencillo lo demuestra. Pregunta a alguien si sabe cómo funciona un objeto cotidiano, como un cierre o una licuadora. La mayoría dirá que sí… hasta que le pidas que lo explique. Es entonces cuando descubrimos algo llamado “la ilusión del conocimiento”.
El problema es que esta ignorancia no es solo individual; afecta nuestras decisiones colectivas. Políticos sin conocimiento real sobre cambio climático hacen políticas ambientales. Votantes que no entienden de economía eligen líderes basados en promesas vacías.
El reto que enfrentamos como sociedad en el siglo XXI, es claro y complejo, debemos tener la humildad de reconocer lo que no sabemos y aprender a escuchar a los expertos.
Y esto engarza muy bien con otro de los temas más relevantes para las futuras generaciones, las que necesitan seguramente una nueva educación para un nuevo siglo, con nuevos retos y valores distintos a los de nuestros ancestros.
Finalmente, Harari nos deja con una reflexión crucial: el futuro pertenece a quienes sepan pensar de manera crítica.
En un mundo inundado de información, el problema no es la falta de datos, sino cómo filtrar lo verdadero de lo falso. Y aquí es donde nuestras escuelas están fallando.
Los niños del siglo XXI no necesitan memorizar fechas o fórmulas; necesitan aprender a analizar, cuestionar y discernir. Porque si algo está claro, es esto: la verdad será el recurso más escaso del futuro.
Y es que el siglo XXI ya está aquí, bueno en unos días nos liquidaremos de hecho el primer cuarto de mismo. Y aunque nos enfrenta a retos sin precedentes, también nos ofrece oportunidades inmensas. Harari nos invita a dejar el miedo de lado y a prepararnos con conocimiento, reflexión y acción.
Porque al final, el futuro no está escrito. Está en nuestras manos.
Gracias por acompañarme en este nuevo experimento, ¡y te espero mañana en el Diario de Innovación de Innovation by Default 💡!