Si te menciono a Marie Curie, seguramente vengan a tu mente sinónimos como genialidad, sacrificio y perseverancia.
Su vida fue una mezcla de descubrimientos revolucionarios, desafíos imposibles y una pasión inquebrantable por la ciencia. Pero también está llena de anécdotas, momentos íntimos que muestran su humanidad y su carácter único.
Hoy me gustaría hablar de la historia de una mujer extraordinaria. Una científica que desafió las normas de su tiempo, cambió el curso de la historia y vivió una vida tan fascinante como sus propios descubrimientos.
Hoy hablaremos de la historia de Maria Salomea Skłodowska.
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Marie Curie nació el 7 de noviembre de 1867 en Varsovia, Polonia, cuando el país estaba bajo ocupación rusa. En este entorno hostil, donde incluso hablar polaco estaba prohibido en las escuelas, la pequeña Maria Salomea Skłodowska creció soñando con algo más grande. Fue la quinta hija de Władysław Skłodowski, profesor de enseñanza media en Física y Matemáticas, y Bronisława Boguska, maestra, pianista y cantante.
Desde joven, su brillantez era evidente. A los 15 años, terminó la escuela con honores, pero se topó con una barrera cultural insalvable: en Polonia, las universidades no aceptaban mujeres.
Entonces, encontró un camino alternativo. La llamada “Universidad Volante” ofrecía educación en polaco y para mujeres, aunque tenía que cambiar de ubicación constantemente para evadir a las autoridades rusas. Fue allí donde empezó su viaje hacia el conocimiento.
Años después, hizo un pacto con su hermana Bronya: trabajarían para costearse mutuamente sus estudios. En 1891, con solo unas monedas en el bolsillo, Maria dejó Varsovia y llegó a París, donde cambiaría su nombre a Marie y comenzaría a cambiar el mundo.
Su llegada a París no fue fácil. Marie vivía en un pequeño apartamento sin calefacción, comía lo justo y estudiaba hasta altas horas de la noche.
Pero París también fue donde conoció a Pierre Curie, un físico brillante que compartía su pasión por la ciencia. Aunque al principio rechazó su propuesta de matrimonio, Pierre prometió seguirla incluso a Polonia si eso significaba estar juntos. Finalmente, se casaron en 1895 y se convirtieron en un equipo imparable.
Trabajaban en un cobertizo mal ventilado, antiguamente una sala de disección médica. Fue allí donde descubrieron dos nuevos elementos: el polonio, en honor a la tierra natal de Marie, y el radio, cuyo nombre venía de la principal propiedad física del mismo, la radiación. Pero lo que más fascinaba a Marie, como a otras muchas personas de la época, era la luz verde que emitía el radio en la oscuridad.
De hecho, Marie solía guardar un pequeño frasco de sales de radio en su mesilla de noche para observarlo antes de dormir, claro está sin saber el daño que la radiación le estaba causando.
En 1903, Marie y Pierre recibieron el Premio Nobel de Física junto a Henri Becquerel. Marie se convirtió en la primera mujer en recibir este galardón. Pero a pesar de este reconocimiento, decidieron no patentar el proceso de extracción del radio. Creían que el conocimiento debía ser un bien compartido por toda la humanidad.
Marie Curie no solo destacó por su intelecto, sino también por su ética y modestia, valores que acompañaron su trayectoria. Tadeusz Estreicher subraya que su honestidad y estilo de vida sencillo eran tan notables como sus descubrimientos. Tras ganar su primer premio Nobel, destinó gran parte del dinero a sus amigos, familiares y colegas.
Esto les llevó a tener que pasar años después por ciertos apuros económicos. Marie llegó a depender de becas y donaciones, pero nunca perdió su foco en la ciencia y en el bien común, aplicar su conocimiento en desarrollos tecnológicos que mejorasen las condiciones de vida del resto de la humanidad.
Trágicamente, en 1906, Pierre murió en un accidente en París. Marie, devastada, se negó a aceptar una pensión vitalicia. En cambio, asumió el puesto de Pierre en la Universidad de París, convirtiéndose en la primera mujer profesora en su historia.
Durante la Primera Guerra Mundial, Marie organizó unidades móviles de rayos X. Aprendió a conducir y, en un acto de valentía, llevó personalmente estos vehículos al frente. Estos “Pequeñas Curie” salvaron miles de vidas, evitando tener que trasladar cientos de kilómetros a los soldados heridos antes de recibir un tratamiento, que en muchas ocasiones no llegaba debido al coste que este desplazamiento ocasionaba.
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Pero Marie no solo era una científica incansable. También tenía un profundo amor por la música y tocaba el piano para relajarse después de largas jornadas en el laboratorio.
Tenía una amistad especial con Albert Einstein. Ambos compartían largas caminatas y discusiones sobre física. En una ocasión, Einstein escribió una carta en su defensa, instándola a ignorar a los “mediocres” que intentaban empañar su reputación.
Albert Einstein, gran admirador de su obra y carácter, llegó a decir:
“Marie Curie probablemente fue la única científica que no se corrompió por la fama”.
Sin embargo, la vida de Marie no estuvo exenta de escándalos. Tras la muerte de Pierre, tuvo una relación con el físico Paul Langevin, que fue duramente criticada por la prensa sensacionalista. Incluso robaron sus cuadernos personales en un intento de difamarla.
Hoy, los trabajos de Marie Curie están guardados en cajas de plomo debido a su alta contaminación radiactiva. Consultarlos requiere trajes especiales, un recordatorio del sacrificio personal que Marie hizo por la ciencia.
Marie murió en 1934, víctima de la radiación que marcó su vida y su legado. Fue enterrada en el Panteón de París junto a Pierre, en un ataúd forrado de plomo.
Su vida no fue solo una búsqueda de conocimiento, sino una muestra de lo que significa entregar todo por un propósito mayor.
Marie Curie nos dejó más que descubrimientos; nos dejó una lección de humanidad, humildad y perseverancia. Un legado que hoy en día sigue vivo y seguirá por muchos años, sin duda alguna.
Marie Curie no solo fue una científica excepcional; su vida y obra transformaron tanto la ciencia como la sociedad. Su legado sigue vigente, resonando en los campos de la física, la medicina y los derechos sociales, como lo relatan diversas voces de la historia.
El historiador Tadeusz Estreicher, en su obra Polski słownik biograficzny (1938), sostiene que los logros de los Curie han contribuido significativamente al desarrollo global de los siglos XX y XXI. Por su parte, el profesor de la Universidad Cornell, Leslie Pearce Williams, resalta el impacto revolucionario de sus descubrimientos en su reflexión:
“El resultado del trabajo de los Curie fue transformador. La radiactividad del radio era tan grande que no podía ser ignorada. Parecía contradecir el principio de la conservación de la energía, obligando a repensar los fundamentos de la física. Además, abrió la puerta a experimentos que permitieron postular el modelo del núcleo atómico y ofreció nuevas herramientas para combatir el cáncer”.
La investigación de Curie no solo desafió las leyes de la física conocidas hasta entonces, sino que también ofreció aplicaciones prácticas de enorme trascendencia. Su contribución en medicina, al introducir tratamientos basados en la radiactividad, cambió el enfoque hacia enfermedades complejas como el cáncer.
Pero el impacto de Marie Curie no se limitó a los laboratorios. Como señala Françoise Giroud en su biografía Marie Curie: A Life, la científica polaca tuvo que superar enormes barreras por ser mujer en un mundo dominado por hombres. En una época en la que las mujeres enfrentaban fuertes restricciones, Curie rompió paradigmas y se posicionó como una pionera feminista, aunque sin vincularse directamente a movimientos de derechos de las mujeres.
Este contraste resulta fascinante: aunque era admirada por grupos feministas en Polonia y Francia, Marie Curie eligió no comprometerse públicamente con estas causas, concentrándose exclusivamente en su trabajo científico. Aun así, su ejemplo inspiró a generaciones de mujeres a luchar por sus derechos en el ámbito académico y más allá.
El legado de Marie Curie trasciende su época. No solo revolucionó nuestra comprensión de la física y la química, sino que también demostró que la perseverancia y la pasión por el conocimiento pueden superar cualquier obstáculo. Su vida es un recordatorio de que el verdadero éxito no se mide solo en premios o reconocimiento, sino en el impacto que dejamos en el mundo.
Marie Curie no buscó fama, pero su nombre brilla como uno de los pilares de la ciencia y la humanidad. Su historia es un llamado a soñar en grande, trabajar con ética y, sobre todo, a no rendirse ante las adversidades.
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