Cada día tomamos miles y miles de decisiones, aunque para nosotros la mayoría son apenas inexistentes, las realizamos de forma inconsciente.
Algunas son simples: ¿Té o café? ¿Camiseta azul o negra? ¿Playa o montaña?
Pero otras son realmente un salto al vacío, a veces sin red.
¿Debería cambiar de trabajo? ¿Invertir en la casa que parece la de mis sueños o esperar algo mejor?
Muchas veces creemos que sabemos lo que estamos haciendo. Pero, ¿realmente lo sabemos?
Hoy nos adentraremos en Risk Savvy, un libro que no solo cuestiona cómo tomamos decisiones, sino que también nos enseña a hacerlo mejor.
Porque en este mundo de incertidumbre y riesgo, estar preparado puede marcar la diferencia entre el éxito y el desastre.
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Hagamos un pequeño ejercicio de visualización, para y piensa un segundo: ¿qué es lo primero que te viene a la mente cuando escuchas la palabra riesgo?
¿Tal vez una partida de póker en Las Vegas? ¿Un inversor gestionando cientos de millones en bolsa? ¿Un padre de familia yendo a trabajar cada día en coches? o a lo menor, ¿Un alpinista coronando un ochomil?
Uno de los primeros aprendizajes que nos trae Gerd Gigerenzer, es que el riesgo no es lo mismo que la incertidumbre.
Riesgo es saber exactamente qué puede pasar y las probabilidades hay de que ese acontecimiento suceda. Como en el póker: las cartas, las reglas, todo está definido y controlado, no hay nada que pueda alterar el devenir normal de una partida.
Incertidumbre, en cambio, es como mirar al horizonte y preguntarte si mañana lloverá, nevará o si un meteorito caerá en tu jardín.
La clave para tomar mejores decisiones es aprender a distinguir entre riesgo e incertidumbre. Y eso según Gerd, cambia el juego por completo.
Y para explicarlo mejor, tomaremos el famoso ejemplo del pavo. Para ello.
Imagina que eres un pavo.
Cada día te alimentan. Cada día parece igual al anterior. Sin duda alguna, estás viviendo la mejor vida posible entre todos los animales de la granja.
Hasta que llega el Día de Acción de Gracias.
Este es el problema con la incertidumbre. No puedes prepararte para lo que ni siquiera sabes que existe. La incertidumbre es lo inesperado, algo que no se puede predecir, es como los famosos cisnes negros de Taleb.
Pero no podemos vivir con esta paranoia de que en cualquier momento de nuestras vidas, pueda acontecer ese suceso inesperado, que cambiará el destino de nuestras vidas. Las personas necesitamos certidumbre, y tranquilidad para poder ser funcionales en nuestro día a día. Por ello, Gerd nos proporciona unas simples reglas que pueden salvarte la vida.
Hablemos de reglas simples. Porque cuando no puedes analizarlo todo, confiar en una regla básica puede salvarte la vida… literalmente.
¿Recuerdas el famoso aterrizaje del vuelo 1549 de US Airways en el río Hudson en NY? El capitán Sully, en una situación de vida o muerte, no tenía tiempo para realizar cálculos complicados. Su cisne negro había aparecido, y no tenía tiempo para pensar en las diferentes opciones de donde elegir, tenía muchas vidas a su cargo como para dudar y dilatar una decisión que podía ser devastadora.
Su regla de oro fue simple: “Si no puedes ver el lugar donde quieres aterrizar, no llegarás allí.”
Gracias a esa simple regla, salvó a todas las personas a bordo. Busco un lugar donde aterrizar, algo que pudiese ver y gestionar desde su posición, y el río Hudson acabó convirtiéndose en una improvisada pista de aterrizaje.
¿Y tú? ¿Tienes tus propias reglas para navegar en situaciones complicadas? Quizá sea hora de empezar a pensar en ellas.
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A veces, no importa cuánto lo pienses, simplemente no hay una opción perfecta.
Ahí es cuando entra en juego tu instinto. Esa voz interior que no puedes explicar pero que, de alguna manera, siempre sabe qué hacer.
Gigerenzer lo llama “inteligencia inconsciente”. Yo lo llamo confianza en ti mismo.
Tu experiencia, tus vivencias, tus aprendizajes están ahí, guiándote incluso cuando no lo notas. Somos un ordenador andante, repleto de sensores, capaz de analizar miles de situaciones, y acciones en cuestión de fracciones de segundo, aunque nosotros no somos ni si quiera mínimamente conscientes.
Así que, la próxima vez que estés atrapado entre mil opciones, cierra los ojos… y escucha tu instinto.
Escucha tu instinto: A veces no hay una mejor opción
Y aunque no lo creas, es bueno fallar, hay un cierto valor en el hecho de cometer errores.
¿Sabes qué es peor que cometer un error? Tener tanto miedo a equivocarte que nunca intentas nada.
Los errores no solo nos enseñan, nos hacen más fuertes. Piensa en Cristóbal Colón: buscaba una nueva ruta a la India y… terminó en América.
Pero hay muchos más, el descubrimiento de la penicilina: Alexander Fleming olvidó limpiar su laboratorio antes de salir de vacaciones, lo que llevó al descubrimiento accidental de este importante antibiótico.
O la caída del Muro de Berlín: Una conferencia de prensa mal manejada por Günter Schabowski llevó a la apertura prematura de las fronteras entre Alemania Oriental y Occidental en 1989. Y el resto ya es historia.
En 1895, Wilhelm Conrad Röntgen estaba realizando experimentos con rayos catódicos cuando observó que una pantalla fluorescente en su laboratorio brillaba incluso cuando el tubo de rayos catódicos estaba cubierto
La invención del velcro por parte de George de Mestral, también nació de un errror. Este ingeniero suizo, estaba de caza con su perro cuando notó que las semillas de bardana se adherían a su ropa y al pelaje de su perro. Al examinar las semillas bajo un microscopio, observó pequeños ganchos que les permitían adherirse a las superficies. Esta observación lo inspiró a crear el velcro, un sistema de cierre que ha encontrado innumerables aplicaciones en la vida cotidiana y la industria.
Un pequeño error de cálculo, procedimiento, o enfoque… puede dar lugar a un acontecimiento histórico que lo cambie todo.
Así que no temas fallar. Es parte del proceso de aprender, eso sí, hemos de aprende de los errores que comentemos. Y sobre todo… asegúrate de no cometer el mismo dos veces.
Y es que la infancia es la etapa en la que menos comprendemos los riesgos, pero más necesitamos aprender a manejarlos. Es fundamental enseñar a los niños a afrontar los riesgos de manera responsable y segura.
Imagina un mundo donde los niños crezcan entendiendo el riesgo y la incertidumbre.
Donde no solo sepan que fumar es malo, sino que comprendan los números detrás de ese riesgo.
Gigerenzer sugiere que debemos enseñarles a pensar estadísticamente, a usar reglas simples, y a no temerle a lo desconocido.
Porque si les damos estas herramientas desde pequeños, tendrán una ventaja enorme para enfrentar la vida con confianza y sabiduría.
Al final, lo que Risk Savvy nos enseña es que no necesitas ser un genio para tomar buenas decisiones. Solo necesitas claridad. Dominar el arte de ser consciente del riesgo lleva su tiempo.
Reconoce cuándo estás frente a un riesgo, cuándo te enfrentas a la incertidumbre y cuándo puedes confiar en tu instinto.
Y recuerda: no se trata de eliminar el riesgo… se trata de entenderlo. Para poder gestionarlo.
Gracias por acompañarme en este nuevo experimento, ¡y te espero mañana en el Diario de Innovación de Innovation by Default 💡!