Bienvenidos a una nueva edición del Diario de Innovación. Después de los vaivenes de la bolsa en los últimos días y el temor generalizado a que la burbuja de la inteligencia artificial explote como un globo en una fiesta infantil, he considerado que una buena temática para hoy sería hablar sobre economía, aunque no específicamente sobre finanzas. Para ello, exploraremos juntos uno de los libros más influyentes de la historia económica: La Riqueza de las Naciones, de Adam Smith.
Por ello hoy viajaremos al siglo XVIII para hablar sobre La riqueza de las naciones, el libro que dio forma a nuestra visión moderna de la economía. Publicado en 1776, este texto no solo definió las bases del mercado libre, sino que también explicó cómo la competencia y la libertad económica pueden llevar al progreso social y económico de toda una nación.
Y aprovechando el contexto de estos días intentaremos responder algunas preguntas que probablemente muchos ahorradores e inversores se hicieron tras el desplome de Nvidia, la empresa tecnológica que ha hecho posible el milagro de la IA Generativa, y el impacto en gran parte del mercado estadounidense el lunes por la tarde.
Acompáñenme a explorar las ideas de este gurú escocés, conocido como el “padre de la economía moderna”. Reflexionaremos juntos sobre conceptos como la “mano invisible” y cómo el libre mercado puede revolucionar tanto las economías como las vidas de las personas.
Aunque también abordaremos ideas en apariencia contradictorias. Por ejemplo, ¿sabías que, al perseguir nuestro propio interés, muchas veces, sin querer, beneficiamos a toda la sociedad?
Esta es una de las ideas centrales de los planteamientos económicos de Adam Smith, y hoy desglosaremos por qué su libro sigue siendo uno de los más influyentes en la historia de la economía.
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Empecemos por lo esencial: ¿Qué hace que una nación prospere? Según Smith, no es la acumulación de oro ni la intervención estatal, sino la libre competencia en un mercado donde cada persona puede actuar de forma autónoma y perseguir su propio beneficio.
Cuando los individuos se especializan en lo que hacen mejor y compiten libremente, los mercados se vuelven más eficientes, se fomenta la innovación y, en última instancia, todos nos beneficiamos. Esta visión revolucionaria transformó la economía y la política de países como Estados Unidos y Gran Bretaña, marcando el fin del mercantilismo y el comienzo de una nueva era económica. Que aún hoy en día, siglos después, sigue vigente y parece cada vez más voraz e insaciable.
Para ello, sigamos profundizando en las ideas de Adam Smith, con un ejemplo clave que él mismo planteó: la división del trabajo.
Imagina una fábrica de alfileres. Si un trabajador intenta fabricar un alfiler desde cero, pasando por los 18 pasos necesarios, apenas logrará producir uno en un día. Pero si dividimos las tareas entre 18 trabajadores, cada uno especializado en un paso, la productividad se dispara. Ahora el proceso no escala de forma proporcional al número de trabajadores, la ventaja de la especialización fue el crecimiento exponencial de la fabricación, en el caso de la fábrica de alfileres estaríamos hablando de 50,000 unidades al día.
¿Por qué sucede esto? Porque cuando una persona se enfoca en una sola tarea, evita el tiempo perdido al cambiar entre actividades y, además, puede perfeccionar su técnica. Esta especialización no solo aumenta la productividad, sino que también fomenta la innovación. Un ejemplo curioso: los primeros camiones de bomberos mejoraron significativamente cuando un niño tuvo la idea de usar una cuerda para automatizar la gestión de la válvula de agua, liberando así sus manos para otras tareas.
Esta productividad incrementada genera excedentes que luego se intercambian en el mercado. Es ahí donde surge el dinero como un medio para facilitar estos intercambios, permitiendo que cada persona se especialice aún más en su oficio.
BONUS sobre el acontecimiento del pasado lunes, y dónde encaja este en la visión de Adam Smith.
La especialización de Nvidia en único producto, las GPUs, junto con la escasez y el intercambio de valor que ha sido capaz de crear, han creado una ventaja competitiva que Adam Smith probablemente consideraría un caso de productividad y beneficios en una economía de mercado. Nvidia ha capitalizado estos principios al liderar un sector donde la demanda global supera ampliamente la oferta de soluciones tecnológicas avanzadas.
Adam Smith argumentaba que el intercambio de valor ocurre cuando un producto escaso tiene una alta demanda.
Según Adam Smith, la división del trabajo es una fuente de productividad, ya que permite a las empresas enfocarse en áreas específicas en las que son más eficientes. En el caso de Nvidia, la empresa ha sobresalido en:
• Especialización en GPUs: Nvidia no intentó abarcar todo el mercado de hardware de forma generalizada, decidió hacer foco y hacerlo muy bien, las GPUs (las tarjetas gráficas para el nicho del gaiming)
• Innovación tecnológica continua: Al concentrarse en el desarrollo de software alrededor de las GPUs (CUDA) diseñadas específicamente para tareas de computación paralela.
• Escasez del state-of-the-art: Nvidia produce hardware que es fundamental para industrias como IA, minería de criptomonedas y simulaciones científicas. La escasez de alternativas de igual rendimiento hace que sus productos sean altamente demandados.
• Precios basados en valor percibido: La escasez de productos altamente especializados, como las GPUs Nvidia A100 o H100, permite a la compañía capturar un alto margen de ganancia. Esto se ve impulsado por la percepción de que estas GPUs son indispensables para proyectos en IA y otros campos emergentes. Argumento que la semana pasada pareció ser derrumbado por parte de la start-up china, DeepSeek.
• Inversión en capacidad limitada: Nvidia controla estratégicamente su capacidad de producción en colaboración con socios clave, como es el caso TSMC, para garantizar una oferta selecta de productos. Esto no solo aumenta la percepción de exclusividad, sino que también fortalece el intercambio de valor al posicionar sus productos como esenciales y únicos para muchos de sus clientes.
Pero volvamos a las disertaciones del libro. En la época de Smith, sin embargo, se creía que la riqueza de una nación dependía de cuánto oro y plata acumulaba. Este enfoque, conocido como mercantilismo, promovía restricciones comerciales y subsidios a las exportaciones.
Sin embargo, Adam Smith desmintió esta idea. Para él, el verdadero motor de la riqueza era el trabajo productivo, no los metales preciosos. En otras palabras, lo que enriquece a una nación es su capacidad para producir bienes y servicios comerciables.
Volvamos al ejemplo de la fabricación del alfiler, este tipo de manufacturas según Smiths genera riqueza en tres niveles. Los trabajadores ganan un salario, el dueño de la fábrica obtiene beneficios de la venta de los productos y el propietario del terreno recibe una renta por el alquiler de la fábrica. Además, parte de esa riqueza puede invertirse nuevamente en el ciclo económico como capital, ya sea fijo, como maquinaria, o circulante, como bienes que generan ingresos al venderse (las materias primas necesaria para fabricar las manufacturas).
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Otra de teorías que nos regaló Adam Smith fue la famosa mano invisible del mercado. Smith argumentaba que, cuando las personas persiguen su propio interés, esto puede llegar también a beneficiar indirectamente a la sociedad.
Para ello tomemos el ejemplo de un panadero, no se levanta de madrugada para hornear el pan por caridad, sino porque quiere ganarse la vida. Sin embargo, al hacerlo, satisface una necesidad básica de la comunidad. Además, su interés por vender más lo lleva a ofrecer un producto de calidad y a precios razonables. Si no lo hace, los clientes buscarán otra opción mejor. Este proceso de autorregulación de las empresas impulsa la búsqueda de la excelencia, y la mejora continua. Que en el fondo acaba beneficia al resto de la sociedad.
Smith también veía el interés propio como un motor de inversión. Por ejemplo, los inversores muchas veces tiende a favorecer la industria local, porque es más segura y genera beneficios para la economía nacional. Aunque estas decisiones son egoístas, terminan generando riqueza para toda la sociedad. Es como si una mano invisible guiara a las personas a promover el bienestar colectivo, aunque su intención sea meramente personal.
Pero, ¿qué papel juega el gobierno en este sistema? Según Smith, debe ser limitado. Su responsabilidad principal es proteger a la sociedad mediante un ejército, garantizar la justicia mediante el cumplimiento de las leyes y construir infraestructura pública como caminos y puentes. Más allá de eso, el gobierno no debería intervenir en el mercado.
Para muestra un botón, mientras que Francia puede producir vino de manera eficiente, intentar cultivar uvas en Escocia en invernaderos sería mucho más costoso. Bajo un prisma intervencionista, el gobierno de Escocia podría haber estado tentado de evitar las importaciones de vino y fomentar su producción local, generando una pérdida económica absurda. En cambio, un mercado libre permite a cada país y cada individuo especializarse en lo que hace mejor, maximizando los beneficios para todos.
En resumen, Adam Smith nos dejó una serie de lecciones de gran valor: la libertad económica y la competencia son el camino hacia el progreso. Al permitir que cada individuo persiga su propio interés, no solo se beneficia personalmente, sino que contribuye al bienestar de toda la sociedad.
Por eso, La riqueza de las naciones sigue siendo uno de los libro de economía más influyente de todos los tiempos. Sus ideas dieron forma al mundo moderno, y aún hoy, en un mercado globalizado, sus enseñanzas son más relevantes que nunca.
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