Viernes por la mañana, después de una semana larga e intensa, te despiertas por la mañana, te estiras, bostezas… y en lugar de lanzarse de inmediato a la lista interminable de tareas que tienes que hacer, decides hacer algo pequeño pero poderoso: hacer tu cama.
Suena simple, casi insignificante, ¿verdad? Pero según el almirante William H. McRaven, este pequeño hábito puede cambiar tu vida… y tal vez incluso, el mundo.
Hoy, en el Diario de Innovación, exploraremos las diez lecciones que un SEAL de la Marina de los EE. UU. aprendió durante sus 37 años de servicio (Hazte la Cama - 2017). Un libro repleto de lecciones que pueden ayudarte a enfrentar los retos de la vida con más disciplina, coraje y determinación.
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Todo empezó en Coronado, California, donde McRaven y sus compañeros aprendieron que, en el entrenamiento SEAL, la cama debía estar impecable. Cada. Mañana.
Si no lo hacías bien, había castigo: correr hacia el océano, sumergirte en sus aguas heladas y luego rodar por la arena caliente. El famoso “Sugar Cookie”.
¿Pero por qué tanta obsesión con una cama bien hecha?
Porque completar una tarea, por pequeña que sea, te da impulso. Una victoria, aunque mínima, marca el tono de tu día. Si logras hacer bien algo tan simple, estarás mejor preparado para los desafíos más grandes.
Durante sus años en los SEAL el almirante William acumulo cientos de anecdotas, algunas de las cuales se convirtieron en aprendizajes de vida. Una de ellas fue el de la pertenencia a un grupo y la importancia del trabajo en equipo, durante una misión de entrenamiento, McRaven saltó en paracaídas, pero en el aire, chocó con otro soldado. El impacto le destrozó la pelvis y desgarró sus músculos abdominales.
Durante meses estuvo en recuperación y, en ese tiempo, aprendió una de las lecciones más duras: nadie sobrevive solo. Su esposa, Georgianne, fue su apoyo, la que le dio fuerzas para no rendirse.
Siempre vas a necesitar a alguien en quien apoyarte. Y también debes ser ese alguien para otros.
Y es que durante toda nuestra vida podemos seguir aprendiendo de lo que nos rodea, y los que nos rodean. Otro de los aprendizajes que el almirante McRaven fue capaz de incorporar a su juego de modelos mentales, fue el de no juzgar basándose en una primera impresión. Ya sabes eso que dicen de: No juzgues un libro por su portada.
Cuando McRaven era joven y soñaba con ser un SEAL, fue a un centro de reclutamiento. Ahí vio a Tom Morris, un hombre pequeño, calvo, que no parecía encajar con la imagen de un soldado de élite.
Pero Tom Morris no solo era un SEAL. Era un héroe de guerra.
La lección que aprendió McRaven le acompaño durante toda su vida: no juzgues a la gente por su apariencia. La verdadera fortaleza está en el corazón.
Una vez dentro de los SEAL, la vida no es mucho más fácil, mejor dicho es todo lo contratio. Ser parte de un grupo de élite de estas características, hace que la vida no sea justa, pero aquellos que son capaces de acéptarlo, son los que siguen adelante.
En el entrenamiento de los SEAL, había un castigo cruel e injusto: incluso si hacías todo bien, podías ser enviado al “Sugar Cookie” del que ya hemos hablado.
McRaven aprendió una verdad real como la vida misma: la vida no siempre premia el esfuerzo. A veces, simplemente te arrastra por la arena sin razón.
Pero en lugar de quejarte, debes seguir adelante. No puedes permitirte perder el tiempo preguntándote “¿por qué yo?”.
Como puede imaginar la vida de un SEAL no es un camino de rosas. La exposición a un entrenamiento tan exigente, te expone a múltiples situaciones donde el fracaso, es la opción más probable. Por eso aprender de tus fracasos cuanto antes es lo que hará que dures más ante esas condiciones de adversidad.
En el entrenamiento SEAL, McRaven era parte de un equipo de natación… que siempre quedaba en último lugar.
Como castigo, los mandaban a “El Circo”: un agotador entrenamiento extra que rompía a los más débiles.
Pero un día, algo cambió. El castigo los hizo más fuertes. Y cuando llegó la prueba final, paso algo que nadie podía esperar, su equipo no solo dejó de ser el peor… sino que terminó en primer lugar.
Y es que el fracaso puede quebrarnos o fortalecernos. Tú decides qué hacer con él.
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En 2004, McRaven dirigía una misión en Irak. Tres rehenes estaban atrapados en una base enemiga, y había que actuar rápido.
El único problema: la misión debía hacerse de día, con pocas oportunidades de escape.
Pero McRaven tomó el riesgo. La misión fue un éxito y los rehenes fueron rescatados.
Muchas veces cuando vemos a alguien que ha triunfado, nos olvidamos de la parte negativa u oculta del éxito: renuncias, sacrificio, exposición al fracaso, todos eso riesgo que debe enfrentar alguien antes de triunfar, es lo que la vida es en sí mismo: quienes no toman riesgos, nunca logran grandes cosas.
Sigamos con los riesgo, los riesgos de ser parte de una organización como los SEAL. Una organización que te obliga a ser valiente, incluso cuando haya tiburones a tu alrededor.
Una de las pruebas más aterradoras del entrenamiento SEAL es nadar en el océano de noche… en aguas infestadas de tiburones.
El único consejo que les daban: “Si un tiburón nada hacia ti, no huyas. Planta cara y dale un golpe en el hocico.” Parece que eso debe funcionar, al menos a los que consiguen salir del agua para completar el entrenamiento.
Lo mismo pasa en la vida. Habrá momentos en los que el miedo te querrá paralizar. Pero la clave es no retroceder. Hacerle frente y actuar es la única garantía de seguir adelante.
Y tanto en los SEAL como en la vida, en los peores momentos es cuando conocemos de verdad a las personas. Así que cuando la vida se ponga difícil, sé la mejor versión de ti mismo.
McRaven ha vivido la guerra. Ha perdido amigos. Ha presenciado decenas de tragedias.
Pero también ha visto a personas enfrentar el dolor con dignidad, con valentía.
Cuando la vida te golpee, tienes dos opciones: hundirte en la desesperación o convertirte en una inspiración para otros. Está en nosotros saber elegir cual debe ser la opción que debemos elegir.
Y es que las elecciones que realizamos son las que marcan nuestro carácter, elegir siempre es renunciar, a cosas buenas y/o malas. Son experiencias que forjan nuestro carácter, pero también cómo nos perciben otros. Y es que nunca debemos subestimar el poder de dar esperanza a los demás cuando lo necesitan, aún sin ser nosotros conscientes en muchas ocasiones.
Durante la Hell Week, la parte más dura del entrenamiento SEAL, un grupo de cadetes estaba sumergido en un charco de lodo helado, a punto de rendirse.
Hasta que uno de ellos comenzó a cantar.
Uno a uno, los demás se unieron, y aquel momento de desesperación se transformó en un acto de resistencia.
A veces, lo único que alguien necesita para no rendirse es una chispa de esperanza.
Y como podrás entender una de las lecciones más duras, pero más profundas que todo SEAL aprende después de este duro proceso de entrenamiento es que: Nunca, nunca hay que rendirse.
Y esa es la historia de un soldado llamado Adam Bates pisó una mina en Afganistán. Perdió sus piernas y sufrió quemaduras graves.
Cuando McRaven lo visitó en el hospital, Adam levantó sus manos vendadas y con señas dijo: “Voy a estar bien”.
No importa cuán oscuro, duro e incierto sea el camino que la vida pone frente a ti… no te rindas.
Si puedes hacer tu cama cada mañana…
Si puedes encontrar fuerza en el fracaso…
Si puedes enfrentar a los tiburones de la vida con coraje…
Entonces estarás listo para cualquier batalla.
Así que mañana, cuando despiertes… haz tu cama. Puede que ese sea el primer paso para cambiar tu destino.
Gracias por acompañarme en un nuevo Diario de Innovación, ¡y te espero mañana en Innovation by Default 💡!