Vivimos en una era en la que la inteligencia artificial ya no es solo una herramienta auxiliar. Es un actor principal en la toma de decisiones. Pero aquí hay algo clave: la IA no decide por nosotros, sino que separa la predicción del juicio.
Y eso lo cambia todo.
Hoy seguiremos explorando y acumulando aprendizajes gracias a Ajay Agrawal, Joshua Gans y Avi Goldfarb, a través de su libro Power and Prediction: The Disruptive Economics of Artificial Intelligence.
Hoy buscaremos desacoplar las decisiones, del juicio y el prejuicio, cómo esta transformación está rediseñando industrias enteras, desde la medicina hasta la seguridad financiera, y qué significa para el futuro de nuestras decisiones.
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¿Qué significa desacoplar predicción y juicio?
Por siglos, la predicción y el juicio iban de la mano. Quien tenía la información, tomaba la decisión.
Por ejemplo, un médico no sólo diagnostica una enfermedad, sino que también decide el tratamiento. Un banquero analiza el riesgo y aprueba un préstamo. Un ejecutivo evalúa tendencias y define la estrategia.
Pero ahora, la IA está tomando el control de la predicción. No de la decisión.
Por ejemplo, en la radiología, una IA puede analizar miles de imágenes y decir con 99% de precisión si hay signos de cáncer. Pero, ¿quién toma la decisión sobre el tratamiento? ¿El radiólogo, un comité médico, una aseguradora?
Aquí entra el verdadero desafío: ¿Quién asume el juicio cuando la predicción ya no es el problema?
Esto redistribuye la cadena de poder, y con ello, genera resistencias.
Y es que cuando el juicio cambia, el poder se mueve.
Tomemos el caso de Flint, Michigan.
El gobierno local tenía que identificar qué tuberías tenían plomo. La IA ofreció una solución rápida y precisa, pero los líderes locales rechazaron el sistema. ¿Por qué?
Porque al aceptar la predicción de la IA, perdían control sobre la decisión de qué zonas recibirían recursos primero. Y he aquí donde el juicio cobra importancia. Desde el punto de vista político, eso iba en contra de sus principios, premiando a quienes en principio no eran sus votantes, aunque beneficiaba a los ciudadanos más necesitados de dicha intervención.
Ya hemos roto las barreras donde el establecimiento de la predicción con IA no es el problema técnico. Y pasa a ser un problema político, ético, de eficiencia,…
Y esto, al fin y al cabo, pasa en todas las situaciones diarias que podamos pensar:
Fraude con tarjetas de crédito – Antes, los comerciantes juzgaban si una transacción era sospechosa. Ahora, lo hace un algoritmo que decide en milisegundos.
Regulación de vehículos autónomos – La IA puede predecir accidentes con gran precisión, pero ¿quién decide si un auto autónomo debe frenar o seguir? ¿El fabricante, el conductor, la ley?
Medicina personalizada – Un algoritmo puede predecir el riesgo de un infarto, pero ¿el médico sigue el consejo o prefiere su intuición?
En cada caso, la predicción cambia, y el juicio se traslada.
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¿Por qué nos aferramos a reglas rígidas?
Nos gustan las reglas.
Nos dan certeza. Nos hacen sentir en control.
Pero muchas reglas existen porque antes no podíamos manejar la incertidumbre.
Por ejemplo, cuando viajamos, quién creó la regla no escrita de “llega al aeropuerto dos horas antes”.
Esta regla no está basada en una evidencia científica. Es una forma de manejar la incertidumbre de tráfico, filas y demoras.
Ahora, imagina que una IA pudiera predecir exactamente cuándo debes salir de casa para llegar justo a tiempo. No sé tú, pero yo gracias a Google Maps o Wace, soy capaz de sentirme más tranquilo y no tener que llegar mucho antes a un lugar donde antes no he estado.
En teoría, podríamos reemplazar la regla con una decisión dinámica basada en predicciones.
Pero cambiar sistemas basados en reglas es difícil. Y no solo por la tecnología. Sino por la cultura, la costumbre y la resistencia al cambio.
Y es que en el futuro, tomaremos las decisiones de otra manera.
La IA no está eliminando decisiones, las está cambiando.
Hace unos años, las reglas eran la “pegamento” que mantenía los sistemas unidos. Ahora, la IA puede hacer que estos sistemas sean más flexibles y adaptativos.
Antes, la incertidumbre se manejaba con normas generales. Ahora, la IA permite tomar decisiones personalizadas y en tiempo real.
Pero la gran pregunta sigue en el aire: ¿Estamos listos para soltar el control y confiar en sistemas que no entendemos completamente?
Porque una cosa está clara: la inteligencia artificial no decide por nosotros, pero sí redefine quién tiene el poder para hacerlo.
La próxima vez que te digan que la IA tomará decisiones por nosotros, recuerda: no se trata de quién decide, sino de cómo las decisiones están cambiando.
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