La inteligencia artificial está transformando industrias enteras.
Algunos la ven como la mayor oportunidad del siglo. Otros, como una amenaza a su forma de vida. Posible pérdida de trabajo, identidad,…
Pero lo que es innegable es que la IA no solo mejora procesos, sino que los reconfigura por completo. Y altera por completo la cadena de valor.
Al contrario de lo que muchos puedan creer, la llegada de la inteligencia artificial puede llegar a crear más puestos de trabajo de los que destruye, es la conocida como Ley de Say o también, Ley de los Mercados.
Esta ley, propuesta por Jean-Baptiste Say, sugiere que la oferta crea su propia demanda. En el contexto de la tecnología y el empleo, la idea es que aunque la tecnología puede reemplazar a algunos trabajadores en el corto plazo (diseñadores, traductores, redactores o radiólogos), el aumento de la productividad y la eficiencia que genera puede llevar a una expansión del mercado y, en última instancia, a un aumento de la demanda de bienes y servicios. Esto puede resultar en la creación de nuevos empleos y en un mayor valor para los trabajadores cualificados que no pueden ser fácilmente reemplazados por máquinas o algoritmos.
Además, detrás hay otro concepto, como es el mecanismos de sustitución y compensación, que también es importante tener en cuenta. La tecnología puede sustituir a trabajadores en ciertas tareas, pero también puede crear nuevas oportunidades laborales en sectores emergentes, compensando parcialmente las pérdidas de empleo en áreas más tradicionales.
Hoy exploramos cómo la IA está redefiniendo la cadena de valor en muchos sectores clave, qué empresas han sabido adaptarse y cuáles están quedando atrás.
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Hace unos años, Netflix no era una amenaza para Blockbuster.
O eso creían.
Blockbuster pensaba que su ventaja estaba en sus tiendas físicas, en su marca. No vio venir lo que realmente importaba: una nueva forma de decidir qué ver y cómo consumir contenido.
Netflix usó inteligencia artificial para recomendar películas antes de que los usuarios supieran lo que querían ver. No solo ofreció una mejor experiencia. Sino que cambió la manera en que se tomaban decisiones.
Y así, en menos de una década, Blockbuster desapareció.
Pero este patrón se repite mucho más de lo que uno pudiera pensar, en cada industria siempre hay alguien que quiere alterar la cadena de valor gracias al uso de la IA, una y otra vez:
En el comercio minorista, Amazon anticipa lo que los clientes van a comprar antes de que lo decidan.
En la medicina, la IA puede detectar cáncer con mayor precisión que los radiólogos.
En los bancos, los algoritmos de crédito predicen la probabilidad de pago mejor que los analistas humanos.
Pero la clave no está en la predicción en sí. Está en lo que sucede cuando el juicio humano se separa de la predicción.
Y claro, esto nos abre una gran pregunta que tú seguramente ya te hayas hecho. ¿Qué sectores están cambiando más rápido? ¿Cuáles tienen más riesgo de ser desintermediados por la llegada masiva de la IA?
Algunas industrias están viviendo esta disrupción de manera más acelerada.
Una de las que ya hemos hablado es la relativa a la salud. Los diagnósticos médicos están pasando de ser una decisión 100% humana a una combinación de predicciones automatizadas y juicio humano.
Un radiólogo ya no tiene que detectar un tumor en una radiografía. La IA lo hace.
El médico ya no analiza cientos de opciones de tratamiento. Un algoritmo le da las tres mejores recomendaciones.
El médico no desaparece, pero lo que está claro es que su rol si que cambia.
El sector financiero, es otro sector que apunta a cambio drástico, las FinTech, las criptomonedas, todo apunta a la tecnología y al uso de la IA como el gran acelerador del cambio. Los bancos solían analizar solicitudes de crédito con reglas fijas. Ahora, usan IA para predecir el riesgo con mucha más precisión.
Antes, si no cumplías con ciertos criterios, te rechazaban.
Ahora, un modelo de IA puede encontrar patrones en tu historial financiero y evaluar tu capacidad de pago con más flexibilidad.
La llegada de la IA y su intersección con la robótica pueden cambiar por completo el sector del retail y la logística. Amazon no solo vende productos. Predice qué productos comprarás y cuándo. El objetivo es que estén lo más cerca del usuario final cuando dé al botón de comprar.
Su IA ya no solo recomienda productos, sino que anticipa la demanda y optimiza el inventario.
Cada paquete que llega a la puerta de tu casa es parte de un sistema que ajusta rutas y distribución en tiempo real.
Y en cada uno de estos sectores, hay un patrón claro:
La IA predice. Pero el juicio y el poder de decisión están cambiando de manos.
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Sigamos haciéndonos preguntas, preguntas incómodas, ¿quiénes ganan y quiénes pierden con todas esta revolución?
Cuando cambia la manera en que se toman decisiones, cambia quién tiene el poder. Los ganadores son quienes saben adaptarse. Por contra, los perdedores son quienes insisten en que el sistema viejo seguirá funcionando. Ya sabes, el ya tan manido dilema del innovador. Adaptarse o morir.
Y es que el mercado está repleto de ejemplos, Tesla. No solo creó los coches eléctricos. Creó un sistema basado en datos, donde cada coche que conduce mejora el modelo de conducción autónoma para todos los demás. Si pensamos en publicidad, Google es el mejor ejemplo de cómo cambiar toda la cadena de valor de una industria. Antes, los anuncios se compraban con acuerdos entre empresas. Ahora, la IA decide en tiempo real qué anunció mostrarte, basado en miles de datos sobre tu comportamiento. Pero no solo eso, el precio de cada palabra clave va cambiando de forma dinámica en función de la oferta y la demanda del mercado.
Otro de los sectores que a priori más se verán impactados por la llegada de la IA másica, será el de las finanza, tanto los nuevos entrantes como las fintechs y los bancos tradicionales miran de reojo las posibles consecuencias de esta sacudida.
Mientras los bancos tradicionales dependen de reglas fijas y mucha regulación, las fintechs están usando IA para analizar crédito con más precisión y menos burocracia. Pero ojo, no nos engañemos, tienen la misma presión y controles, de vigilancia y regulación.
Pero cómo todo y en esta vida, quien hace la ley hace la trampa, los mecanismos de resistencia siempre han existido, pero muchas veces vinculados a incentivos perversos que nuestro propio sistema impone y nosotros los seres humanos, cual hackers aprovechamos cualquier agujero en el sistema para llevar adelante.
Ese fue el caso de Flint, Michigan, rechazó un sistema de IA que identificaba qué tuberías de plomo debían reemplazarse primero. ¿Por qué? Ahora lo veremos.
La crisis comenzó en 2014 cuando la ciudad cambió su fuente de agua del sistema de Detroit al río Flint. El agua del río no fue tratada adecuadamente, lo que provocó la corrosión de las tuberías de plomo y el envenenamiento por plomo en el agua potable. Se estima que tres de cada cuatro casas en Flint tenían tuberías de plomo en sus líneas de servicio.
Sin embargo, un equipo de científicos, con el apoyo de Google, desarrolló un modelo de aprendizaje automático que podía predecir con un 97% de precisión qué casas tenían tuberías de plomo. Este sistema ayudó a ahorrar alrededor de $10 millones al evitar excavaciones innecesarias.
A pesar de su eficacia, el sistema de IA fue abandonado por las autoridades locales y su contratista, AECOM, en 2018. Esto se debió en parte a la desconfianza de los residentes hacia el modelo de IA y a preocupaciones sobre la equidad en la distribución de los recursos. Los residentes se quejaban de que las tuberías de sus vecinos eran reemplazadas mientras que las suyas no. Además, había presión política para que se reemplazaran las tuberías de manera más uniforme en todo el barrio, en lugar de seguir las recomendaciones del modelo de IA.
Pues ya ves, envidias e incentivos, hicieron que los políticos locales renunciaran al control sobre la distribución de fondos. Y prefirieran gastar más para aumentar la percepción de actividad por parte de sus votantes.
Otro ejemplo es el de la regulación de IA en salud y coches autónomos: Las empresas quieren moverse rápido, pero los reguladores están tratando de evitar riesgos éticos y de seguridad. Por lo que de momento, hace que este tipo de innovaciones vaya más despacio de lo posible.
Ese es el caso de la tecnología Full Self-Driving de Tesla. Como todo modelo de aprendizaje automático por refuerzo, necesita un conjunto de datos lo suficientemente grande para enfrentarse a casi todas las situaciones. Sin embargo, la falta de datos reales impide que el modelo pueda retroalimentarse, ya que hay pocos coches autónomos circulando por las carreteras, lo que genera un cuello de botella en el sistema.
Es como la pescadilla que se muerde la cola: sin coches autónomos no hay datos; sin datos, no se puede desarrollar un algoritmo preciso y seguro, lo que impide que las autoridades permitan su circulación. Es el escenario perfecto para que cualquier proyecto se bloquee sine die.
Y es que hemos visto que gracias a la llegada de nuevas tecnologías, el poder no desaparece. Se redistribuye.
Y en ese proceso, algunos ganan, y otros pierden.
Y eso nos pone en la casilla de salida para lo que podríamos denominar como: El futuro de la disrupción.
Estamos en la antesala de una transformación profunda, eso nadie lo duda.
Pero este debate no gira solo en torno a la tecnología. Es sobre quién toma las decisiones.
En el pasado, el control lo tenían las normas fijas y los expertos humanos. Ahora, sin embargo, es la IA quien puede predecir con gran precisión, y el juicio como hemos ido viendo se está trasladando a quienes diseñan los sistemas.
Las empresas que entiendan esto serán las que lideren la próxima era.
El reto no es si la IA va a reemplazar trabajos o industrias. la respuesta es clara, sí, como lo hicieron olas tecnológicas anteriores como el motor de combustión o la electricidad.
El reto que tenemos como sociedad, es el que ya tuvimos en su momento, pero con una diferencia sustancial. Frente a la pregunta de quién se adapta y quién se queda atrás. Ahora el problema que enfrentamos es la velocidad, los cambios se están produciendo tan rápido que no hay tiempo para pensar, planificar y ejecutar esos cambios. Quien no esté mentalizado, que se mentalice, y actúe. No le queda otra.
Y es que la disrupción no espera a nadie.
Las reglas están cambiando y el futuro pertenece a quienes sepan adaptarse.
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