Coges tu móvil, abres Safari o Chrome, y empiezas a navegar por internet. De repente, te aparece un anuncio de un producto que mencionaste en una conversación con tu pareja hace unos días. O abres Netflix y parece que ya sabe exactamente qué película quieres ver por la noche.
¿Casualidad?
No.
Esto es inteligencia artificial en acción.
Y es que la IA no es cosa del futuro, no es ciencia ficción. Ya está aquí, moldeando el mundo a nuestro alrededor. La pregunta es: ¿la entendemos realmente?
¿Viviremos en un mundo donde las máquinas toman decisiones por nosotros?
Un mundo donde no necesitaremos conducir, cocinar, ni siquiera escribir correos electrónicos. Todo estará automatizado. Parece sacado de una película de ciencia ficción, ¿verdad?
Pero, ¿qué tan cerca estamos realmente de ese futuro? ¿Es la inteligencia artificial tan poderosa como creemos? ¿O simplemente es una herramienta más sofisticada que hemos creado?
Hoy, vamos a desmitificar la Inteligencia Artificial. Descubriremos qué es, qué no es, y por qué, a pesar de su impresionante avance, todavía está lejos de ser realmente inteligente.
Para ello tomaré prestadas unas cuantas ideas del libro, Understanding Artificial Intelligence de Nicolas Sabouret.
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Para empezar, lo primero es ir al principio de toda historia, y para ello tenemos que responder la pregunta más obvia: ¿Qué es realmente la Inteligencia Artificial?
A pesar de lo que nos dicen las películas, la realidad es mucho más simple. La IA no es una mente pensante. No tiene conciencia ni voluntad propia. Es solo un conjunto de algoritmos diseñados para procesar datos y encontrar patrones. Algoritmos que emulan el funcionamiento del cerebro, como es el caso de las redes neuronales.
Los primeros computadores eran simples calculadoras. Luego, aprendieron a reconocer palabras, imágenes y sonidos. Hoy, gracias a los algoritmos, nuestros dispositivos pueden responder preguntas, traducir idiomas y hasta diagnosticar enfermedades.
Pero el punto relevante de todo esto es que la IA no “entiende” lo que hace. Solo sigue instrucciones humanas para realizar tareas específicas. Como una receta de cocina: el chef eres tú, y la IA solo sigue los pasos al pie de la letra.
Ahora viene la gran pregunta: si la llamamos Inteligencia Artificial, ¿significa que es realmente inteligente?
Bueno… depende de cómo definamos la “inteligencia”.
Si le preguntas a Wikipedia en qué año se fundó Estambul, te responderá correctamente: en el siglo VII a.C. Pero, ¿eso la hace inteligente? No. Solo almacena y recupera información.
Un niño pequeño, en cambio, puede razonar, imaginar y aprender de su entorno sin necesidad de datos preprogramados. Esa es la gran diferencia.
Alan Turing, uno de los padres de la computación, diseñó un experimento llamado el Test de Turing, en el que un humano interactúa con una máquina sin saber que lo es. Si la máquina responde como lo haría un humano, podríamos decir que “piensa”.
Pero en realidad que una máquina supere el Test de Turing no significa que la IA entienda lo que dice, sólo que sabe imitar respuestas humanas. Vamos como nuestros políticos o gobernantes.
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Si la IA no es realmente inteligente, ¿cómo hace para darnos respuestas que parecen lógicas? La respuesta está en los algoritmos. Pero, ¿cómo funciona la IA?
Un algoritmo es simplemente una serie de instrucciones. Como cuando sigues un mapa para llegar a un destino. Pero la realidad es que si el mapa está mal, nunca llegarás al lugar correcto.
Eso mismo ocurre con la IA. Se basa en la información que le damos. Si los datos son incorrectos o sesgados, sus respuestas también lo serán.
De ahí viene la famosa frase de: “Garbage in, garbage out”. Si alimentamos a la IA con datos erróneos, obtendremos respuestas equivocadas.
Pero realmente, con el estado de arte actual, ¿hacia dónde va la Inteligencia Artificial?
Aquí es donde la cosa se pone interesante. Hace unos pocos años, la respuesta a la siguiente pregunta habría sido bastante clara y rotunda.
¿Podremos crear una IA que piense como un ser humano?
Si mirábamos la foto de cuando este libro se escribió, haya por 2021. En aquel momento, pre-CahpGPT la respuesta era sencilla: no.
Tradicionalmente, los expertos han dividido la IA en dos grandes categorías:
IA Débil o Estrecha (Narrow AI): Diseñada para tareas específicas, como reconocer imágenes, procesar lenguaje natural o jugar ajedrez. Este tipo de IA no tiene comprensión general ni capacidad de razonamiento fuera de su ámbito de aplicación.
IA Fuerte o General (AGI - Artificial General Intelligence): Una IA con la capacidad de razonar, aprender y actuar con autonomía en una amplia variedad de tareas, similar a la inteligencia humana. Lo más cercano que estamos de esto son los modelos razonadores y los agentes de IA.
Sin embargo, en la actualidad (sólo cuatro años después), el panorama ha evolucionado significativamente. OpenAI y Anthropic han introducido nuevas formas de conceptualizar el desarrollo de la IA en distintos niveles:
IA de Nivel Actual (Frontier AI): Modelos avanzados como GPT-4, Claude y Gemini, que han demostrado capacidades sorprendentes de razonamiento y resolución de problemas, pero siguen estando lejos de la verdadera AGI. Son altamente competentes en tareas de lenguaje, pero carecen de comprensión profunda, autonomía real y conciencia.
IA de Nivel General (AGI): Un estado teórico en el que la IA igualaría o superaría la inteligencia humana en casi todas las tareas cognitivas. Si bien aún no hemos alcanzado este punto, algunos modelos muestran destellos de razonamiento avanzado que nos acercan progresivamente.
IA de Nivel Superior (ASI - Artificial Superintelligence): Una IA que superaría ampliamente la inteligencia humana en todos los aspectos. Este escenario es puramente especulativo y, de alcanzarse, tendría implicaciones profundas en la humanidad.
Hoy en día, nos encontramos en una zona intermedia, una zona liminal donde las cosas suceden. Aunque todavía no hemos logrado una IA verdaderamente general, los modelos actuales son capaces de realizar tareas que antes se consideraban exclusivas de las capacidades humanas, como el razonamiento inductivo, la planificación y la toma de decisiones.
El debate sigue abierto: ¿seguimos en la era de la IA estrecha, o nos estamos acercando a una IA con capacidades más generales? Lo cierto es que cada avance nos empuja un paso más allá en esta evolución.
Entonces, ¿deberíamos preocuparnos por un futuro dominado por robots?
No… al menos no todavía.
El mayor peligro no es que la IA se rebele, sino que sea mal utilizada. Desde la manipulación de información en redes sociales hasta sistemas de vigilancia que atentan contra la privacidad, libertades y derechos civiles. La verdadera amenaza no es la IA en sí, sino cómo la usamos.
Así que, después de todo esto, volvamos a la pregunta del principio de esta edición.
¿Es la IA realmente inteligente?
El consenso general es que no, no en el sentido humano. No tiene conciencia, emociones ni creatividad. Pero lo que sí ha demostrado, es ser una herramienta poderosa. Y como cualquier herramienta, depende de nosotros usarla de manera responsable.
La IA nos está ayudando a entendernos mejor a nosotros mismos. Y quizás, ese sea su verdadero aportación para la humanidad.
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