Imagina que podemos viajar en el tiempo, creo que te será fácil, todos alguna vez hemos fantaseado con esa idea.
Regresamos unos siglos atrás y nos encontramos con un mundo sin electricidad, sin automóviles, sin tecnología. Ahora, avanzamos hasta hoy en día: coches eléctricos, inteligencia artificial, internet. Todo lo que nos rodea es el resultado de la innovación.
Pero he aquí la pregunta clave: ¿realmente la innovación ha mejorado nuestras vidas?
Hoy hablaremos de un concepto que redefine la manera en que creamos soluciones: el pensamiento de diseño, basado en el libro Diseñar El Cambio de Tim Brown.
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La mayoría cree que innovar es simplemente crear algo nuevo. Pero el pensamiento de diseño nos muestra que la innovación no es solo un imaginar o una idea repentina: es un proceso.
Este proceso tiene tres espacios fundamentales:
Inspiración: Detectamos problemas o oportunidades.
Ideación: Desarrollamos y probamos ideas.
Implementación: Llevamos las soluciones al mercado.
No es un camino lineal. Muchas veces volvemos al punto de partida para mejorar la solución. Un ejemplo es la Nintendo Wii, que no sólo era factible tecnológicamente, sino también viable y, sobre todo, deseable para los jugadores.
Unas de las claves del diseño, son la observación y la empatía.
El economista Peter Drucker decía que el trabajo del diseñador es convertir la necesidad en demanda.
Y para eso, hay que observar cómo vive la gente. Muchas veces, las personas no saben expresar lo que realmente necesitan, pero sus acciones lo revelan.
Un oficinista que pone etiquetas en sus cables para organizarlos está mostrando una necesidad de manera inconsciente. Esos “actos irreflexivos” son oportunidades para la innovación.
Empresas como Whole Foods Market han entendido esto y han diseñado experiencias donde los clientes pueden cocinar dentro de la tienda. Así, en lugar de solo comprar, se involucran activamente en la experiencia.
Piensa con las Manos, No Solo con la Cabeza
Cuando éramos niños jugábamos con LEGO, construyendo mundos sin restricciones. Pero de adultos, muchas veces nos limitamos a pensar las ideas en nuestra mente en lugar de materializarlas.
El pensamiento de diseño nos dice que crear prototipos desde el inicio es la clave del éxito.
Ejemplo real: El primer prototipo del ratón de Apple se hizo con una bola de desodorante y una mantequera de plástico.
No necesitas una solución perfecta en papel, necesitas probarla en el mundo real.
Empresas como T-Mobile lanzaron dos versiones de un producto a la vez y observaron cuál funcionaba mejor. Esa es la magia del prototipo: aprender rápido, fallar rápido y mejorar rápido.
El Poder de Contar Historias
¿Recuerdas la última historia que te emocionó? Tal vez fue una película, un libro o una anécdota personal.
Las historias nos ayudan a entender el mundo. Y en el pensamiento de diseño, ayudan a que los productos sean más comprensibles y atractivos.
Ejemplo: La marca Icebreaker permite rastrear de dónde proviene la lana de sus chaquetas, conectando emocionalmente al cliente con la historia del producto.
La Cruz Roja usa historias de personas cuyas vidas fueron salvadas por transfusiones de sangre para motivar a más donantes.
Contar historias no solo informa, sino que genera impacto y acción.
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Google tiene dinosaurios hinchables en sus oficinas. Pixar, cabañas de playa. Parece que los entornos de trabajo creativos, propician equipos más inteligentes.
Porque la creatividad necesita un espacio donde experimentar y fallar sea aceptable. Puede que estas oficinas más creativas, hacen sacar al niño que llevamos dentro.
La innovación ocurre cuando hay colaboración entre equipos diversos: diseñadores, ingenieros, científicos y marketers. Plataformas como Innocentive permiten que expertos de distintas áreas resuelvan problemas juntos.
InnoCentive es una plataforma de innovación abierta que permite que empresas, ONGs y gobiernos publiquen desafíos en su plataforma, ofreciendo recompensas económicas a aquellos que presenten las mejores soluciones. La idea clave es aprovechar la diversidad de pensamiento y la experiencia de una comunidad global de científicos, ingenieros, diseñadores y otros expertos.
Por ello si una empresa quiere innovar, necesita permitir la experimentación, la diversidad de pensamiento y, sobre todo, el derecho a equivocarse.
Cuando éramos niños preguntábamos ”¿por qué?” todo el tiempo. Pero cuando crecemos, dejamos de hacerlo. Y ahí está el problema. Hemos de volver a hacer las preguntas correctas.
Los grandes innovadores siempre preguntan “¿por qué?”.
¿Por qué hacemos las cosas de esta manera?, ¿por qué no probamos otra alternativa?
Así nació la agricultura, cuando alguien se preguntó: ”¿Por qué pasamos tanto tiempo buscando comida cuando podríamos cultivarla en un solo lugar?”
Las mejores ideas nacen de cuestionar lo que damos por sentado.
Y es que el pensamiento de diseño no solo resuelve problemas comerciales, también puede hacer del mundo un lugar mejor. Podemos aplicar el diseño para crear un mundo más sostenible.
Ese es el caso de Pangea Organics, que diseñó empaques compostables con semillas de flores silvestres. Cuando terminas el producto, en lugar de tirar el empaque, ¡puedes plantarlo y ver cómo crecen flores!
Y sí, las empresas también pueden inspirar hábitos sostenibles haciendo que el cambio sea atractivo y fácil.
Si quieres innovar, recuerda:
Observa a las personas y aprende de sus acciones.
Construye prototipos rápido y aprende en el camino.
Cuenta historias que conecten con las emociones.
Forma equipos diversos y fomenta la experimentación.
Cuestiona todo. Pregunta “¿por qué?” cada día.
La innovación no es solo crear algo nuevo. Es diseñar soluciones que transformen la vida de las personas.
Y ahora te pregunto: ¿Qué problema en tu vida podría resolverse con el pensamiento de diseño?
Piensa en ello. Tal vez ahí esté tu próxima gran idea.
Gracias por acompañarme en un nuevo Diario de Innovación, ¡y te espero mañana en Innovation by Default 💡!