¿Qué harías si una aerolínea gigante intentara sabotear tu negocio? ¿Y si naufragaras en medio del Atlántico en un intento de romper un récord mundial?
Esas son algunas de las vivencias de uno de los millonarios más estrafalarios de nuestra época.
Si naciste entre los años 70 y 80, seguro que conocer a Richard Branson. Sir Richard cuando menos es un multimillonario atípico. Su historia está llena de desafíos extremos, fracasos convertidos en oportunidades y una filosofía clara: “Los negocios deben ser divertidos, de lo contrario, ¿para qué hacerlos?”
Hoy en esta nueva edición del Diario de Innovación, repasamos su autobiografía “Perdiendo la virginidad” y esos momentos que lo convirtieron en el empresario rebelde que cambió la industria de la música, la aviación y mucho más.
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Richard Branson nació en 1950 en una familia donde la independencia no era opcional. Desde pequeño, lo empujaron a probar sus límites. Si tuviéramos que dar un titular a su infancia sería algo así como: Criado para el desafío
A los 4 años, su tía lo retó a aprender a nadar en dos semanas. Falló… pero en el camino de regreso a casa, vio un río, saltó sin pensarlo y casi se ahoga. Con gran esfuerzo, logró mantenerse a flote mientras su familia celebraba su valentía.
A los 11 años, su madre lo envió a visitar a unos parientes… en bicicleta y sin mapa, recorriendo 50 millas. ¿Lecciones? Resistencia, adaptación y la confianza de que podía enfrentarse a cualquier reto.
Durante su paso por la escuela, Branson nunca destacó académicamente. La dislexia y su rebeldía hicieron que la escuela fuera una lucha. Pero fuera del aula, su mente estaba a otro nivel. Pero, ¿cómo pasó de ser un estudiante mediocre a convertirse en un emprendedor nato?
A los 16 años, fundó una revista llamada Student, donde entrevistó a leyendas como John Lennon y Mick Jagger. Para financiarla, engañó astutamente a los bancos diciendo que su competencia ya había comprado publicidad. Funcionó.
Poco a poco, acabó abandonando los estudios y convirtió la revista en un negocio rentable, más que suficiente para que un adolescente pudiese vivir sin preocupaciones.
Durante esos primeros años de la revista, Branson detectó una oportunidad: los jóvenes amaban la música, pero los discos eran carísimos.
Así que nació Virgin Mail Order, una tienda de discos por correo con precios más bajos. El negocio despegó rápido.
Y entonces, el destino intervino: una huelga del servicio postal amenazó con destruirlo todo… pero en lugar de rendirse, Branson busco una alternativa y abrió su primera tienda física.
Por aquellos años los locales de discos eran aburridos. Virgin Records rompió el molde y creó un ambiente único para este tipo de tiendas.
Sus tiendas estaban pensadas como un sitio donde la gente podía relajarse, escuchar música y pasar el rato. Pero había un problema: tanta comodidad hacía que la gente entrara… pero no comprara.
Para ello, Branson hizo una serie de cambios en las tiendas, las dotó de más luz, un diseño más comercial y un enfoque claro en ventas.
Así nació la primera cadena de tiendas de música donde los clientes realmente disfrutaban la experiencia.
Branson conocedor de la industria sabía que la verdadera mina de oro estaba en producir música, no solo venderla.
Y con esta fórmula tan sencilla—mezclando un estudio y un sello propio—vio cómo, de la noche a la mañana, llegaba otro éxito inesperado.
Convirtió una mansión en un estudio de grabación y creó Virgin Records. Su primer fichaje fue Mike Oldfield, cuyo álbum “Tubular Bells” vendió 13 millones de copias.
Virgin pasó de ser una simple tienda de discos a una de las discográficas más importantes del mundo.
Sin embargo, el éxito no siempre llega solo; a veces trae consigo cierta controversia. Y si metes a los Sex Pistols en la coctelera, las probabilidades de que te toque la tómbola de la polémica aumentan considerablemente.
En los 70s, Virgin estaba en crisis. Necesitaban un gran golpe.
Y lo encontraron en los Sex Pistols.
El problema: su álbum “Never Mind the Bollocks” que podríamos traducir así como, no te preocupes de los c0j0n3s. Generó tanto escándalo que Branson terminó en los tribunales.
¿Su defensa? Un lingüista que explicó que la palabra “Bollocks” en realidad significaba “sacerdotes”. El lingüista resultó ser un reverendo. Caso cerrado.
El escándalo solo hizo que las ventas del disco explotaran.
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Richard Branson también es conocido por ser dueño de una isla privada, por cierto, una isla que compró a precio de ganga; una isla que no todos los millonarios tienen. Aquí también hay clases y clases.
La realidad es que Branson no planeaba comprar una isla. Solo quería un tour gratis en helicóptero por las Islas Vírgenes. Durante dicho tour le ofrecieron Necker Island por 3 millones de libras. Él ofreció 150,000… y básicamente lo echaron.
Sin embargo, días después descubrió que el dueño necesitaba venderla cuanto antes. Negoció y la compró por 180 000 libras.
Otra de las curiosidades que desvela en su autobiografía es cómo Virgin Records, gracias a la era del CD, consiguió despegar como empresa.
Virgin estaba perdiendo dinero hasta que llegaron los CDs. Las ventas se dispararon y su catálogo disponible se duplicó.
Además, fichó a Phil Collins, Simple Minds y The Human League, artistas que lo hicieron millonario.
Sin embargo, la ambición de Richard Branson no acababa en la industria músical, su ambiciones eran de altos vuelos. Branson quería su propia aerolínea, pero su primer vuelo de prueba terminó con una explosión en el motor. Ahí es donde comenzó la odisea de Virgin Airways.
Aún así, siguió adelante… y casi lo arruina todo. Virgin Airways estuvo al borde de la bancarrota. Pero Branson reunió dinero de sus tiendas en el extranjero y la aerolínea sobrevivió.
Pero la excentricidad de Richard Branson no tiene límites. Uno de los retos que quiso asumir fue batir el récord de cruzar el Atlántico. Para ello intentó cruzar el Atlántico en lancha rápida y casi se ahoga. Pero la cabezonería de Richard Branson no tiene límite, por ello volvió a intentarlo. Esta vez de forma exitosa, y consiguió rompió el récord mundial.
Cualquier otro se habría conformado o habría agotado toda la adrenalina que una persona puede soportar en un momento así. Pero no, ese no es el caso de Branson.
Durante la Guerra del Golfo, organizó vuelos para llevar ayuda humanitaria a Jordania. Y ya que estaba organizó una misión de rescate en Irak, durante la cual usó su influencia para liberar rehenes británicos en Bagdad.
Otra de sus excentricidades fue su aventura en globo aerostático. Intentó cruzar el Pacífico en globo, pero todo no salió según lo planteado, perdió combustible, quedó incomunicado y sufrió un incendio en el globo.
Aún así, rompió otro récord mundial.
Una de sus últimas aventuras casi le cuesta su fortuna. Aunque no es el tipo de aventura que cualquiera de nosotros consideraría común. Fue, más bien, una guerra encarnizada contra su gran rival en los cielos.
British Airways intentó hundir a Virgin: hackeó su base de datos y saboteó reservas. Branson los demandó… y ganó. La aerolínea tuvo que pagarle £500 000 y disculparse públicamente.
Richard Branson es sin duda alguna la prueba viviente de cómo convertir la vida en un experimento audaz e infinito.
Si algo nos ha enseñado con su ejemplo vital es que el éxito no tiene unas reglas establecidas que seguir al pie de la letra, sino todo lo contrario, uno de los aprendizajes que podemos extraer de su experiencia es que para triunfar hay que romperlas con inteligencia.
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