Imagina que estás en un casino. Frente a ti hay una ruleta y un billete de 100 dólares en tu mano. Sabes que las probabilidades no están a tu favor… pero, aun así, algo dentro de ti te dice que tal vez, solo tal vez, esta vez ganes.
¿Por qué tomamos decisiones que desafían la lógica? ¿Por qué a veces apostamos todo y otras veces no arriesgamos nada, aunque la recompensa sea mayor?
Hoy vamos a hablar de dos mentes brillantes que dedicaron su vida a responder estas preguntas: Daniel Kahneman y Amos Tversky. Juntos, no sólo desafiaron la idea de que los humanos somos seres racionales (de los que toman las raciones en los bares), sino que demostraron que estamos llenos de sesgos invisibles que afectan nuestras elecciones.
Hoy revisaremos, Deshaciendo errores (The Undoing Project), la historia de una amistad que revolucionó la forma en la que entendemos la toma de decisiones.
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El encuentro
Jerusalén, 1968. Un joven profesor de psicología, Daniel Kahneman, invita a un colega brillante, Amos Tversky, a dar una charla en su universidad. Nadie lo sabe aún, pero este encuentro marcará el inicio de una de las colaboraciones más influyentes de la historia de la ciencia.
Ambos compartían una obsesión: entender cómo tomamos decisiones. La economía tradicional decía que los seres humanos eran racionales, que pesaban los riesgos y beneficios antes de actuar. Pero ellos sabían que eso no era cierto. Algo más profundo estaba en juego.
Y tenían una pregunta clave:“Si somos tan racionales, ¿por qué tomamos tantas decisiones equivocadas?”
Atajos mentales
Si te pregunto: ¿qué es más probable? Que una persona tranquila, que ama los libros y la poesía, sea bibliotecaria o que esa misma persona sea comercial.
Tu intuición te diría “bibliotecaria”, ¿verdad?
Este es un ejemplo del sesgo de representatividad, un atajo mental que usamos para clasificar el mundo… y que a menudo nos lleva al error.
Kahneman y Tversky descubrieron que la gente no evalúa las probabilidades con precisión, sino que se deja llevar por estereotipos, experiencias pasadas y emociones. En otras palabras: nuestras decisiones están llenas de trampas invisibles.
Y esto no solo ocurre en pequeñas elecciones. También afecta a inversionistas, jueces, médicos y líderes mundiales.
La teoría que lo cambió todo
En 1979, publicaron su teoría más famosa: La Teoría del Prospecto.
Esta teoría demuestra que las personas no toman decisiones de manera lógica, sino que sobrevaloran las pérdidas y subestiman las ganancias.
Ejemplo clásico:
Ejemplo clásico, para ello déjame que te dé dos opciones:
Un 100% de probabilidad de ganar $500.
Un 50% de probabilidad de ganar $1,000 y un 50% de no ganar nada.
La mayoría elige la opción 1, aunque matemáticamente las dos son iguales. Preferimos lo seguro antes que arriesgarnos, incluso cuando el riesgo vale la pena.
Ahora, que pasaría si le diéramos el enfoque contrario:
Un 100% de probabilidad de perder $500.
Un 50% de perder $1,000 y un 50% de no perder nada.
Curiosamente, ahora la mayoría elige la opción 2. ¿Por qué?
Porque tenemos aversión a la pérdida. Preferimos arriesgarnos cuando se trata de evitar perder, pero no cuando se trata de ganar.
Este hallazgo revolucionó la economía, la psicología y hasta el mundo de los negocios.
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El experimento de la confirmación
Uno de los experimentos más famosos que hicieron fue el problema de la enfermedad asiática.
Imagina que un virus mortal está afectando a la población y tienes dos opciones:
Un tratamiento que salvará 200 vidas de forma segura.
Un tratamiento con un 33% de salvar a todos y un 66% de que mueran todos.
Cuando se presenta así, la mayoría elige la opción segura.
Pero si en vez de hablar de vidas salvadas, hablamos de vidas perdidas, los resultados cambian drásticamente. En ese caso la mayoría de la gente prefiere la opción de mayor riesgo.
Esto demuestra que la forma en que se presenta una decisión cambia completamente nuestra percepción. Y que la mente humana no evalúa riesgos de manera objetiva.
Su legado
La colaboración entre Kahneman y Tversky cambió para siempre nuestra comprensión de la mente humana. Sus investigaciones sentaron las bases de la economía conductual y ganaron el Premio Nobel de Economía.
Hoy, sus descubrimientos se aplican en marketing, inversiones, política y hasta en medicina. Desde cómo nos presentan los precios en una tienda hasta cómo los gobiernos diseñan sus políticas públicas.
En el fondo, su trabajo nos deja una lección clara:
No somos tan racionales como creemos.
Pero si aprendemos a reconocer nuestros sesgos, podemos tomar mejores decisiones y navegar el mundo con más claridad.
Deshaciendo errores nos ha enseñado como dos visionarios cambiaron nuestra comprensión del comportamiento humano, demostrando cómo influyen en él los prejuicios, las emociones y el encuadre de las decisiones.
Sus ideas, recogidas en la teoría de las perspectivas, revelan que no somos simples actores racionales. Somos seres complejos que se dejan influir por las posibles pérdidas y ganancias. Su trabajo subraya la importancia de la conciencia crítica en nuestras decisiones y ofrece una lente a través de la cual podemos relacionarnos mejor con el mundo que nos rodea.
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