Mira.
No es solo una queja. Es la pregunta que resume una traición generacional: ¿qué hicimos con el futuro que nos prometieron?
Durante décadas, la idea de tener un coche volador era más que un sueño: era un plan.
Estaba en las ferias universales, en los catálogos de Cessna, en los anuncios de General Motors, en los cómics, en las portadas de Popular Mechanics. Lo teníamos todo: los planos, los prototipos, los pilotos de pruebas, la tecnología… pero decidimos no seguir adelante.
J. Storrs Hall, ingeniero y futurista, propone en Where Is My Flying Car? una tesis provocadora: la innovación no fracasó por falta de ciencia o ingeniería, sino por miedo, burocracia e inercia cultural.
Desde los años 70, abandonamos el impulso de colonizar el cielo, el átomo, el espacio.
El progreso se estancó no porque no se pudiera, sino porque dejamos de quererlo.
El libro es una crónica técnica y política del abandono. Narra cómo proyectos reales —como el Aerocar, el autogiro AC-35 o la energía nuclear de cuarta generación— fueron cancelados no por fallar, sino por resultar demasiado disruptivos para el orden establecido.
Cómo la fusión fría fue desprestigiada antes de ser comprendida. Cómo la aviación personal fue bloqueada por marcos legales diseñados para un mundo que ya no existe.
Más allá de los gadgets, Hall apunta al verdadero problema: nos volvimos conservadores con la tecnología justo cuando más posibilidades teníamos. Y lo disfrazamos de sensatez, cuando en realidad fue un profundo abandono de la ambición. La cultura del “precautionary principle” —mejor no hacer nada nuevo si puede fallar— ha reemplazado a la del “try and improve”.
Lo más frustrante es que, como insiste Hall, seguimos rodeados de herramientas increíbles. Tenemos software que podría automatizar el tráfico aéreo, materiales ultraligeros, modelos de IA capaces de pilotar, energías limpias y baratas. Incluso tenemos diseños funcionales de ensambladores moleculares —replicadores— que permitirían fabricar cualquier cosa desde información digital. Pero nos falta lo más difícil: actitud.
Porque Where Is My Flying Car? no es un libro sobre nostalgia ni sobre gadgets.
Es una invitación a cambiar la pregunta. De “¿Dónde está mi coche volador?” a “¿Cuándo decidimos que no lo queríamos?”.
A cuestionar los marcos que frenan la innovación en lugar de facilitarla. A mirar al cielo no como un límite, sino como el principio.
Hall concluye que el futuro no fracasó. Simplemente lo dejamos caer.
Y quizá, justo ahora, sería un buen momento para recogerlo.
Que nunca te falten ideas, ni ganas de probarlas.
A.
PD 1 – Puedes comprar el libro aquí: Where Is My Flying Car?. No es solo un ensayo técnico, es una filosofía de vida.
PD 2 – ¿Te imaginas cómo serían las ciudades si hubiéramos seguido soñando? Este set LEGO inspirado en el DeLorean puede darte una pista: plataformas flotantes, drones, movilidad vertical. O vivir en Futurama junto a Bender.
PD 3 – Si volviéramos a soñar sin límites… ¿qué tecnología querrías ver hecha realidad en los próximos cinco años? Respóndeme este mail. Quiero leer tus ideas.
Gracias por acompañarme en un nuevo Diario de Innovación, ¡y te espero mañana en Innovation by Default 💡!