¿Están nuestras carreras profesionales ligadas o condicionadas por la tecnología?
Yo creo que sí, y es que los ciclos de la tecnología y nuestra vida profesional son tremendamente parejos.
Desde que una tecnología emerge hasta que es adoptada y funcional en la industria acaban pasando décadas, décadas de despliegue silencioso y aprendizajes.
Pero como todo ya está inventado, busquemos algo que explique o gobierne este fenómeno.
Hay una ley silenciosa que rige el destino de todas las tecnologías exponenciales: la Ley de Amara.
Dice que solemos sobreestimar el impacto en el corto plazo y subestimarlo en el largo.
La inteligencia artificial no es excepción.
Las capacidades de razonamiento serio apenas tienen un año de vida, con la llegada del modelo de OpenAI GPT o1. Pero es que las investigaciones que sustentaban este avance, apenas sucedieron año y medio antes con la publicación del paper: Chain-of-Thought Prompting Elicits Reasoning in Large Language Models.
La IA agéntica, confiable y práctica, todavía no ha llegado a suceder a una escala razonable.
Y sin embargo, ya escuchamos discursos que la presentan como una utopía inmediata o como una amenaza existencial a la vuelta de la esquina.
Lo cierto es que la realidad es más aburrida… y más transformadora.
El futurólogo Roy Amara lo resumió en una frase que hoy parece escrita para la inteligencia artificial:
“Tendemos a sobreestimar el impacto de una tecnología en el corto plazo y a subestimarlo en el largo.”
Ese principio, conocido como Ley de Amara, explica por qué repetimos siempre el mismo ciclo.
Primero llega un arranque lento, lleno de promesas incumplidas.
Después, un periodo de asimilación, donde la tecnología se integra en procesos, culturas y marcos regulatorios.
Y, finalmente, una transformación que supera cualquier expectativa inicial.
Lo vimos con Internet: la burbuja de las puntocom explotó en el 2000 porque se esperaba que todo cambiara en tres años. Dos décadas después, la red no solo cambió el comercio: sostiene la política, la cultura, la educación, las relaciones personales y las finanzas globales.
Lo mismo ocurrió con los móviles. Los primeros smartphones parecían un capricho caro; hoy son prótesis cognitivas de las que dependemos para trabajar, orientarnos, comunicarnos o pagar.
El cloud computing fue visto durante años como una moda pasajera. Hoy es el cimiento invisible de lo digital.
Incluso tecnologías más controvertidas como el blockchain o el IoT muestran esta tensión: mucho ruido al principio, construcción silenciosa después.
No es nuevo: pasó incluso con la electricidad. A finales del XIX se pensaba que la electrificación iba a transformar la sociedad de la noche a la mañana. Lo hizo, pero tardó décadas en desplegar todo su potencial.
El espejismo de los ciclos de hype
El reflejo más visible de este error es el famoso Hype Cycle de Gartner. Una curva que cada año marca dónde están las tecnologías emergentes. El problema es que nadie revisa esas predicciones a posteriori. Sirve más para generar titulares que para guiar con rigor.
Carlota Pérez lo deja claro en Technological Revolutions and Financial Capital: lo decisivo no es el ruido inicial, sino la capacidad de las sociedades para asimilar la disrupción y rediseñar sus instituciones alrededor de ella.
Lo que viene con la IA
Estamos entrando en ese valle donde la euforia inicial empieza a enfriarse. Pero si la Ley de Amara no falla, dentro de 10 años la IA no será solo un copiloto, sino el piloto automático de procesos completos en empresas, gobiernos y vida cotidiana.
Las compañías que comprendan esto no buscarán retornos inmediatos, sino que empezarán hoy a trabajar en la asimilación cultural y organizativa de la IA.
Ellas serán las grandes ganadoras de la próxima década.
Que nunca te falten ideas, ni ganas de probarlas.
A.
PD1. Roy Amara fue presidente del Institute for the Future, donde escribió varios ensayos sobre la relación entre innovación, sociedad y futuro del trabajo. Su “ley” sigue siendo la brújula más precisa para navegar la adopción tecnológica.
PD2. Para entender cómo estas olas tecnológicas se despliegan en fases de especulación, crisis y maduración, nada mejor que Revoluciones tecnológicas y capital financiero de Carlota Pérez.
PD3. Y si quieres ver por qué tantas empresas fracasan al adoptar disrupciones, relee Dilema De Los Innovadores de Clayton Christensen: un recordatorio de que no se trata solo de adoptar herramientas, sino de rediseñar la organización para asimilarlas.