El éxito se aprende (y se arriesga)
Daigo Umehara y su receta para que “la suerte te pille trabajando”
¿Qué es el éxito?
Depende, diría un gallego. Y en esta ocasión no hay topico que mejor nos sirva para afrontar esta pregunta tan trascendental.
Ya lo he dicho en otras ediciones de este boletín, el éxito es relativo, cada persona tiene su medida del éxito.
A veces confundimos éxito con suerte.
El éxito a veces llega sin más. Una puerta que se abre, una llamada inesperada, una ronda de financiación que sale perfecta.
Pero detrás de los momentos que parecen milagros hay casi siempre un proceso: hábitos, métricas, rituales; horas de práctica en lo básico; una curiosidad testaruda que no se agota al primer tropiezo.
Esa es, al menos, la tesis que atraviesa The Will to Keep Winning de Daigo “The Beast” Umehara, el jugador de fighting games (incluido el famosísimo, Street Fighter II) más longevo de la historia moderna de los eSports.
El libro no es un panfleto de autoayuda ni un manual de “hazte millonario en 10 pasos”; es un recordatorio incómodo de algo más simple: el éxito se entrena como una disciplina. Y sí, exige exponerse al riesgo.
Hoy quiero explorar tres ideas que podemos destilar de su lectura, para nuestra vida profesional (y/o personal):
El éxito como habilidad que se entrena y no como accidente.
La suerte como intersección de preparación, acción y riesgos asimétricos.
Un sistema para sostener lo anterior durante años.
El éxito es una técnica
Umehara repite un mantra que vale fuera de los videojuegos: ganar es una consecuencia retardada del aprendizaje.
Si conviertes cada resultado en parte de tu identidad (“soy un genio” cuando ganas; “soy un fraude” cuando pierdes), empiezas a proteger tu imagen, a evitar riesgos, a no aprender.
En cambio, si cada partida —o cada proyecto, o cada presentación al comité— se trata como un experimento con hipótesis observables, los resultados se vuelven feedback en lugar de veredictos. El libro insiste en dominar los fundamentos (inputs limpios, control del espacio, lectura del rival) antes de cultivar el “estilo”. El estilo sin base son puros fuegos artificiales.
La metáfora más clara de cómo se entrena “lo imposible” es ese instante ya mítico: Evo Moment #37. Con un píxel de vida, Umehara encadena 15 parries perfectos al súper de Chun-Li y remata la ronda con un combo limpio. No es magia. Es una decisión entrenada hasta que deja de parecer arriesgada y se convierte en lo correcto bajo presión. La épica del clip tapa lo esencial: había un protocolo practicado para ese caso límite. Cuando llega la oportunidad, el movimiento correcto ya está en las manos.
Aplicación directa (a tu trabajo, no a la consola):
Define éxito diario como “corregir un error recurrente” o “probar una hipótesis” —no como “que el jefe te aplauda”.
Escribe tres líneas al cerrar el día:
Un error observado
El ajuste que probarás
El ejercicio de mañana.
Mide el progreso basado en la reducción de errores que vuelven, no por “rachas” (que son ruido).
Dedica el 70–80% del tiempo a fundamentos; deja el resto a exploración/estilo. Ese reparto hace crecer tu techo.
La suerte como músculo: “si haces cosas, pasan cosas” y otras verdades incómodas
Hay frases que condensan décadas de experiencia.
Una que me gusta porque es operativa: “Si haces cosas, pasan cosas.” Kaizen, el proyecto de Jaime Rodríguez de Santiago, la usa para hablar de “suerte entrópica”: esa que aparece cuando te mueves, pruebas, conoces gente, publicas, preguntas.
La acción —no el plan perfecto— aumenta la colisión con oportunidades.
Otra, atribuida a Pablo Picasso: “La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando.” No va de romanticismo: apunta a un principio estadístico. El trabajo multiplica la probabilidad de que una buena idea te cruce.
Si no estás ahí, pintando, programando o prototipando, no hay chispa que prender.
Y una tercera, científica y brutal, de Louis Pasteur: “En los campos de la observación, el azar favorece sólo a las mentes preparadas.”
El azar existe; lo que se puede entrenar es tu preparación para aprovecharlo.
Si combinamos las tres, aparece una ecuación simple:
Suerte útil = (Preparación × Acción × Exposición al Riesgo)
La parte incómoda está al final: el riesgo. La suerte no es sólo más inputs o más horas, es ponerte donde duele: sets contra rivales que te ganan, proyectos con incertidumbre, debates en público, salidas de tu zona de confort.
Umehara lo resume en su práctica deliberada de “repeticiones difíciles”: buscar emparejamientos incómodos que revelen carencias.
Sin exposición no hay información.
La cultura popular también lo dijo de otras formas:
“Fortune favors the bold.” (del latín audentes Fortuna iuvat). No es una invitación a la imprudencia, sino a la valentía con método.
“Luck is the residue of design.” (Branch Rickey). La buena suerte queda cuando diseño y esfuerzo ya han hecho su parte.
Cómo llevarlo a tu día a día:
Distingue riesgos asimétricos: pérdidas limitadas vs potencial de aprendizaje o impacto grande. i.e: publicar un post semanal, hacer 10 llamadas frías, salir a vender un MVP…
Incrementa tu tasa de colisión: presenta más, pregunta más, comparte borradores, enseña tu proceso. “Si haces cosas, pasan cosas.”
Prepara anticipadamente: guiones, plantillas, checklists. Que el trabajo te encuentre trabajando, no improvisando.
Construye un sistema que no se rompa tras una racha
El libro de Umehara es, sobre todo, un manual de sostenibilidad: cómo competir bien durante años.
La constancia vence a la intensidad heroica: bloques cortos y de calidad, sueño priorizado, rituales portátiles para días de evento, y una agenda que elimina fricciones.
Calentamiento → debilidad concreta → experimento controlado → registro breve
La clave no es el hype, es el ritmo.
Tres piezas del sistema:
Tu marcador personal: Sustituye métricas vanidosas (seguidores, “likes”, trofeos) por métricas controlables: horas de práctica enfocada, ejercicios deliberados completados, “errores recurrentes eliminados por semana”, hipótesis probadas. Juega un juego que puedas ganar cada día.
Rutinas que viajan: Crea un calentamiento de 10–15 minutos (lo esencial de tu disciplina), un ritual de respiración para bajar pulsaciones y una checklist de tu “plan A / plan B” para cada escenario.
El objetivo es construir un estado mental estable que puedas “montar” en cualquier sitio: sala, escenario, reunión de comité o videollamada.
Días de descarga y límites: Los picos rinden si hay valles intencionados. Programa días de descarga, termina antes de que se degrade la forma y evita sesiones maratonianas en las 48h previas a un “partido grande”.
La recuperación es parte del entrenamiento.
Aprender en público (y con rivales)
Nadie avanza solo. Buenos algún lobo solitario que otro hay, pero la mayoria rendimos mejor en nuestro clan.
El Daigo más interesante no es el del combo; es el que enseña en abierto, emite, comenta, convierte conocimiento privado en aprendizaje colectivo y se mide contra rivales que le obligan a mejorar.
Es contra “ese” rival (o “ese” cliente exigente, o “esa” audiencia) donde los hábitos practicados hasta la extenuación se vuelven técnica bajo presión. Y es compartiendo el proceso donde tu propio fundamento se vuelve honesto.
Cómo hacerlo en la empresa:
Lista 2–3 “rivales espejo”: equipos o personas que castigan justo tu debilidad (tu Tokido). Acordad FT10 (dos horas reales de trabajo o 10 iteraciones) con intercambio de notas.
Organiza un stream de estudio (o equivalente interno): un tema (p. ej., “onboarding sin fricción” o “observabilidad en producción”), demostraciones en vivo y un documento compartido con conclusiones operativas.
Usa una plantilla post-match con tus pares: una palanca que has aprovechado, una virtud del otro que admiras y un ejercicio que harás antes de la revancha.
Reinventarse sin perder el centro
La meta puede cambiar.
En los videojuegos, llegan parches o nuevas versiones.
En la vida real, nuevos marcos regulatorios, tecnologías, mercados, organizaciones, prioridades.
Umehara aboga por llevar siempre un núcleo portátil: entradas limpias, lectura de espacio/tempo, gestión de recursos y revisión basada en datos. Todo lo demás es revisable: rutas, configuraciones, elecciones tácticas.
Principios firmes, métodos flexibles.
Protocolo de 30 días para cuando cambie “tu meta”:
Semana 1 – Limpieza: detecta hábitos que ahora restan; diseña ejercicios de eliminación para que el viejo impulso te resulte extraño.
Semana 2 – Laboratorio: formula tres hipótesis (riesgo/recompensa) y pruébalas en repeticiones controladas; guarda sólo lo que pase escrutinio.
Semana 3 – Sparring con “depredadores de parches”: busca a quienes exploran rápido lo nuevo; deja que te rompan y ajusta.
Semana 4 – Calibración: compite con contexto real (torneo / comité / clientes) y cierra con registro de decisiones bajo presión.
El riesgo no es accesorio: es el precio de la información
Volvamos al inicio: el éxito como disciplina.
Sin embargo, si lo cierras demasiado, te puedes volver conservador.
El sistema existe para exponerte mejor al riesgo, no para blindarte del mundo. En la práctica:
Riesgo pequeño × alta repetición (publicar, llamar, iterar) → más datos por unidad de tiempo.
Riesgo mediano × hipótesis clara (lanzar un piloto con clientes reales) → aprendizaje con “skin in the game”.
Riesgo grande × peces gordos (escenarios de “una bala”) → sólo cuando lo que está en juego merece la pena.
La valentía con método no es estética; es estadística.
Fortune favors the bold —pero sólo a los bold que hicieron los deberes. Picasso lo apuntó (“que te encuentre trabajando”) y Pasteur lo cerró (“la suerte favorece a la mente preparada”). Daigo lo ejecutó: el parry no es fe; es técnica entrenada hasta que parece un milagro.
También déjame recordarte que si te gusta la tecnología, el podcast de Código Abierto también puede ser una buena opción.
Food for thought
El éxito se aprende (es repetible) cuando te comprometes con un sistema: fundamentos, exposición a riesgo inteligente y una curiosidad que no necesita permiso.
Y la suerte llega —pero casi siempre llega tarde al lugar donde tú ya estás trabajando.
Para terminar déjame rescatar alguna frases o mantras que te pueden servir para entrenar la suerte:
“Si haces cosas, pasan cosas.” — Kaizen (
y ), edición “#013 Cómo tener suerte”.“La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando.” — Pablo Picasso.
“En los campos de la observación, el azar favorece sólo a las mentes preparadas.” — Louis Pasteur (lección en Lille, 1854).
“La fortuna favorece a los audaces.” — Proverbio latino (Audentes Fortuna Iuvat).
“Luck is the residue of design.” — Branch Rickey, The Sporting News, 1946.
Que nunca te falten ideas, ni ganas de probarlas.
A.