Hace unos años, desarrollar software era una tarea artesanal: diseñar, programar, probar, documentar.
Hoy, este tipo de arte se está transformando en una especie de orquesta, donde el desarrollador es su director.
Porque la GenAI no solo está escribiendo líneas de código, está reescribiendo el propio mercado del desarrollo.
En su último artículo en el blog de a16z, Guido Appenzeller y Yoko Li explican el tema con claridad.
Hay unos 30 millones de desarrolladores en todo el mundo, cada uno generando unos 100.000 dólares de valor al año.
Si la pila de desarrollo con IA logra duplicar su productividad, el impacto sería de 3 billones de dólares.
Es decir, el equivalente al PIB de Francia. 🇫🇷
Y todo gracias a una revolución que no viene de Wall Street, ni de los laboratorios, sino de los teclados.
En las últimas dos o tres décadas, el cuello de botella de la innovación ha sido la capacidad humana para transformar una idea en software funcional.
Ahora, los modelos de lenguaje están rompiendo ese límite: pasamos del “prompt → code” al “plan → code → review”, donde la IA participa desde el diseño hasta la documentación y el testeo.
Lo llaman vibe coding. Ya hablamos sobre ello en el podcast, Código Abierto.
Y aunque muchos lo vemos como puro hype, puede que sea el preludio de una transformación profunda de la industria.
Puede, que realmente esta sea la primera revolución que democratiza el desarrollo de software desde la invención del compilador.
Y sus consecuencias pueden ser inimaginables por el momento.
En las grandes empresas, los equipos de desarrollo se reducirán en tamaño pero no en impacto.
No porque sobre gente, sino porque equipos pequeños, ágiles y multifuncionales —los famosos two-pizza teams de Amazon— podrán construir productos completos, iterar y desplegar versiones en cuestión de días.
El trabajo pasará de programar a diseñar sistemas de colaboración entre humanos y agentes, donde las reglas, el contexto y la intención importan más que la sintaxis del código.
Mientras tanto, las startups están entrando en una nueva época dorada.
Y es que, la IA Generativa, ha nivelado el terreno de juego: el tamaño del equipo importa menos que su capacidad para hablar con las máquinas.
Donde el lenguaje se convierte en la nueva interfaz de creación.
Guido y Yoko han bautizado a esta época como el “Warring States Period” del desarrollo de software con IA.
Una carrera frenética entre gigantes y startups (OpenAI, Anthropic, Google, Cursor, Replit…) por dominar la nueva pila del desarrollo: desde la planificación asistida y los agentes de codificación autónomos, hasta la QA inteligente, la documentación dinámica y los sandboxes de ejecución segura.
Por primera vez, el software se está escribiendo a sí mismo.
Y lo que viene a continuación es aún más radical: aplicaciones que se extienden solas, que aprenden, que añaden nuevas funciones sin intervención humana.
Pero la realidad es que el desarrollo del código como hemos venido haciéndolo hasta la fecha no va a desaparecer —al menos no pronto—. Sigue siendo miles de millones de veces más eficiente que el razonamiento de un modelo de lenguaje.
Pero su papel cambia.
Ya no es el lenguaje de los ingenieros, sino el tejido invisible de una inteligencia colectiva entre humanos y máquinas.
Así que sí, hay hype.
Pero también hay historia.
Estamos presenciando el renacimiento del software, una revolución silenciosa donde las ideas se compilan en segundos y los límites de lo posible se escriben en párrafos, no en funciones.
Que nunca te falten ideas, ni ganas de probarlas.
A.
PD1. Si quieres entender cómo se está reescribiendo el papel del programador, te recomiendo el ensayo The Trillion Dollar AI Development Stack de A16Z.
PD2. Relee The Mythical Man-Month (Brooks, 1975): lo que antes limitaba a los equipos humanos, hoy lo están resolviendo los modelos.
PD3. Y si quieres explorar el “vibe coding”, echa un vistazo a Cursor, Claude Code o Vercel v0. Son el prólogo del futuro del software.