El síndrome del buffet infinito
Diario de Innovación #268
Hace poco, el S&P 500 volvió a romper un récord.
El número 36 del año.
Y, sin embargo, el 80% de las empresas que lo componen… cayeron.
La paradoja es fascinante: el mercado sube, pero casi nadie sube con él.
Es como si un grupo muy reducido de titanes —Microsoft, Apple, Nvidia, Alphabet, Amazon, Meta, Tesla y poco más— sostuvieran el peso del mundo sobre sus hombros digitales.
O, más bien, sobre sus servidores.
Y es que, sólo ocho compañías concentran el 36% del valor total del mercado estadounidense.
Y tres de ellas, Alphabet, Broadcom y Nvidia, explican casi toda la subida reciente del índice.
Lo nunca visto en 35 años.
La narrativa oficial es sencilla: la inteligencia artificial está impulsando una nueva era de productividad y rentabilidad.
Pero debajo del titular se esconde una estructura inquietante: un ecosistema de innovación que se ha vuelto hipercéntrico, casi feudal.
De la burbuja al monopolio emocional
Durante la burbuja del 99, las startups soñaban con cambiar el mundo desde garajes.
Hoy, los garajes son data centers que cuestan miles de millones.
Google, Amazon, Meta y Microsoft planean gastar más de 400.000 millones de dólares en infraestructuras de IA en 2026.
Para comparar: eso es más que el PIB de Austria.
La innovación abierta, colaborativa, que durante años fue bandera de Silicon Valley, ha dado paso a una lógica de escala sin precedentes.
Un puñado de compañías no solo domina el mercado, sino que define qué tecnologías existen, cómo se entrenan los modelos y quién tiene acceso a los recursos computacionales necesarios para competir.
La pregunta ya no es si existe una burbuja.
La pregunta es si estamos dispuestos a vivir dentro de ella.
Cuando todo depende de unos pocos
Warren Buffett decía que la relación entre el valor de la bolsa y el PIB era “el mejor termómetro” para medir si un mercado está sobrevalorado.
Hoy, ese índice marca 225%, más del doble de su media histórica.
Y, sin embargo, los inversores no huyen: se aferran.
Por miedo a perderse la ola.
Por FOMO.
No es tanto codicia como adicción a la sensación de estar en el lado correcto del futuro.
Como si cada dólar invertido en Nvidia o Microsoft fuera un billete a bordo de la historia.
Aunque nadie sepa muy bien hacia dónde va el tren.
El espejismo del riesgo
Algunos argumentan que la concentración no es necesariamente mala.
Que invertir en gigantes sólidos, diversificados y rentables reduce el riesgo.
Y quizá tengan razón, hasta que uno de esos gigantes tropiece y haga pupa a los que tiene alrededor, inversores, empleados, accionistas,...
Porque cuando todos los huevos están en la misma cesta y esa cesta está en un data center. Basta con un fallo de suministro, un cambio regulatorio o una disrupción tecnológica para que el castillo de arena se derrumbe.
El mayor peligro no es financiero.
Es estructural.
Estamos construyendo una economía donde la innovación depende de la capacidad de endeudamiento de unas pocas compañías.
Meta acaba de emitir 25.000 millones de dólares en bonos para financiar su gasto en IA.
Oracle, otros 18.000 millones para arrendar centros de datos a OpenAI.
El ciclo se cierra: el entusiasmo por la IA se alimenta de deuda, y la deuda se justifica por el entusiasmo por la IA.
Lo que realmente está en juego
Quizá lo más revelador del artículo del Financial Times no sea el dato ni la cifra, sino el diagnóstico implícito: la era de la IA no está democratizando el mercado, lo está concentrando.
Y eso cambia las reglas del juego.
Las startups no compiten por innovar, compiten por ser adquiridas.
Los gobiernos no regulan para proteger al consumidor, sino para no quedarse fuera de la próxima infraestructura digital.
Y los inversores ya no buscan empresas que creen valor, sino empresas que absorban valor.
En el fondo, lo que se está configurando es un nuevo contrato entre tecnología y poder.
Una aristocracia algorítmica, sostenida por unos pocos servidores, unos pocos nombres, y una idea común: que el futuro pertenece a quien tenga la mayor GPU.
Food for thought.
Tal vez lo más sensato hoy no sea apostar por el siguiente gigante, sino recordar que la innovación —la verdadera— no necesita cotizar en bolsa para transformar el mundo.
Suele empezar en los márgenes, con menos capital y más preguntas.
La historia económica es cíclica, pero la historia de la creatividad humana no.
Siempre encuentra una rendija.
🌍 El eco del mercado
📊 Databricks se dispara: $4.000M más y una valoración de $134.000M. La capa de datos se consolida como el verdadero motor de la IA empresarial. No gana el mejor modelo, gana quien controla el pipeline.
🧩 Nvidia compra SchedMD y refuerza su control sobre la capa invisible de la IA. La empresa detrás de Slurm, el gestor de trabajos más usado en supercomputación e IA a gran escala.
Mantenerlo open source no es altruismo: es una jugada para dominar no solo el chip, sino cómo se orquestan los modelos y cargas distribuidas. El poder ya no está solo en el silicio, sino en quién decide qué corre, cuándo y dónde.
🤔 Los CEOs siguen apostando por IA… aunque el ROI no aparezca. La inversión continúa por presión competitiva más que por resultados. El “fear of missing out” sigue mandando en los comités de dirección.
🎬 Adobe lleva Firefly al terreno profesional: edición de vídeo por prompts. La IA creativa deja de ser demo y se convierte en herramienta de producción real. El trabajo creativo cambia de ritmo.
🧠 MetaX debuta en Shanghái y aviva la fiebre china por los chips de IA. China acelera su ecosistema de semiconductores para reducir dependencia externa. La carrera ya no es solo tecnológica, es industrial.
🌱 China despliega su ‘Plan Marshall verde’. Energía renovable como vector geopolítico. Quien controla la infraestructura energética controla alianzas futuras.
🛡️ Dinamarca frena la prohibición de las VPN tras la presión pública. La regulación digital tiene límites cuando choca con derechos percibidos como básicos. No todo vale “por seguridad”.
🎓 EE.UU. entra en la guerra del talento en IA. Los gobiernos ya compiten como Big Tech por ingenieros clave. La soberanía también se mide en nóminas.
⚡ El Senado de EEUU pone el foco en el consumo energético de la IA. Los data centers pasan de ser infraestructura invisible a problema político. La factura eléctrica ya importa. Como ya hemos comentado este es uno de los vectores de riego detrás de la burbuja de la IA.
🧭 La navegación cuántica emerge como alternativa al GPS vulnerable. Cuando el GPS falla, la geopolítica se vuelve cuántica. Defensa y ciencia vuelven a ir de la mano.
📉 Spotify cae durante horas y recuerda nuestra fragilidad digital. Plataformas globales, dependencias locales. La resiliencia sigue siendo el gran talón de Aquiles.
🧬 El ADN ancestral y la carrera por vivir 100 años. La longevidad se cruza con genética, datos y biotecnología. Vivir más ya no es solo cuestión de suerte.
Déjame recordarte que si te gusta la tecnología, el podcast de Código Abierto también puede ser una buena opción.
Si algo de lo que has leído te ha removido, dímelo.
Ya sabes que estoy al otro lado si quieres comentar, discrepar o simplemente saludar.
Que nunca te falten ideas, ni ganas de probarlas.
A.
PD1. Si te interesa este tema, te recomiendo The Technopolar Paradox (Ian Bremmer) y El Mito del Capitalismo (Jonathan Tepper). Dos miradas distintas sobre cómo el poder tecnológico y financiero se entrelazan.
PD2. Y si prefieres el lado más narrativo, revisa la edición pasada: De años a minutos. También hablaba de concentración, pero desde otro ángulo: el del tiempo.
PD3. Como curiosidad: desde 1970, el valor bursátil total de EE. UU. ha pasado de representar el 85% del PIB… al 225% actual.


