Ya lo sé, hype es una palabra muy manida, cambialo por pico o burbuja, pero la realidad es que llevamos muchos años hablando del potencial de la informática.
Hace dos décadas, era evidente: “Aprende a programar, será indispensable el día de mañana”.
Si querías asegurarte un buen futuro, estudiar informática era el camino. Ya desde los años 90.
Desde 2005, el número de estudiantes de Computer Science en EE. UU. se cuadruplicó. Las aulas de Stanford, Princeton o Carnegie Mellon se llenaban de jóvenes decididos a convertirse en los ingenieros del mañana. Pero ese “mañana” parece haberse adelantado… y reescrito.
Los últimos datos son sorprendentes: el crecimiento en matrículas de informática ha caído en picado —apenas un 0.2 % este año— y muchas universidades informan de un descenso real. En Duke, las inscripciones en los cursos introductorios han bajado un 20 %. En Princeton, se espera una caída del 25 % en los próximos dos años.
¿La causa? Una paradoja que parece salida de una novela de ciencia ficción: la propia tecnología ha empezado a canibalizar a quienes la crean.
La inteligencia artificial, diseñada en parte por estos mismos perfiles, está empezando a sustituirlos. Ya no se trata solo de que la IA pueda escribir textos o generar imágenes. Es que ahora escribe código mejor que muchos humanos.
Gigantes como Microsoft y Alphabet afirman que más del 25 % del código en sus plataformas ya lo escribe una IA. Anthropic, uno de los nuevos actores clave en este mundo, ha llegado a decir que su chatbot es más eficiente que muchos trabajadores junior. Y no es una exageración: algunas empresas empiezan a eliminar directamente el “primer peldaño” de la escalera profesional. ¿Qué pasa cuando ya no hay trabajo de entrada?
Chris Gropp, un doctorando experto en IA, lo cuenta con crudeza en esta entrevista en The Atlantic: después de años formándose en lo que se suponía era “el futuro”, no encuentra empleo. Ha considerado dejarlo todo… para convertirse en aprendiz de electricista.
El impacto de esta disrupción no es sólo a título individual de quienes se han quedado fuera de juego. Según algunos economistas, podríamos estar viendo una sacudida más profunda: un reajuste completo del mercado laboral.
Aunque otros recuerdan que esto no es nuevo: cada vez que la burbuja tecnológica estalla, los números de matrícula bajan… solo para subir más tarde cuando los salarios vuelven a repuntar. ¿Será diferente esta vez?
Quizá el mayor giro de guión sea este: frente a un futuro cada vez más impredecible, algunos economistas sugieren que lo más “seguro” no es aprender a programar, sino estudiar filosofía, historia o sociología. Las llamadas humanidades. Porque las máquinas pueden escribir código… pero aún no saben liderar, convencer, interpretar o cuestionar.
La moraleja es clara: si el conocimiento técnico es poder, la capacidad humana de darle sentido puede ser nuestra ventaja definitiva.
Que nunca te falten ideas, ni ganas de probarlas.
A.
PD: Por si quieres seguir explorando:
📘 [La ola que viene, Mustafa Suleyman] — cómo la IA y la biotecnología reconfigurarán el poder.
📚 [Amplitud, David Epstein] — por qué los generalistas ganan en un mundo especializado.
🎙️ [Un episodio Código Abierto: IA y trabajo] — una conversación sobre el futuro del empleo con Nacho y Álex.
Gracias por acompañarme en un nuevo Diario de Innovación, ¡y te espero mañana en Innovation by Default 💡!