Morris Chang tenía 55 años. Podía haberse jubilado. Podía haberse retirado a vivir cómodamente tras décadas en Texas Instruments. Pero en vez de eso… fundó una empresa que cambiaría el rumbo de la tecnología: TSMC.
¿Cuántas veces hemos oído que si no emprendiste a los 25, ya es tarde? ¿O que si no alcanzaste el éxito a los 30, se te pasó el tren?
Este episodio es una carta abierta para todos los que sienten que “ya no es el momento”. Porque si algo nos enseñaron Morris Chang, Ray Kroc o Vera Wang, es que la edad nunca fue limitante, sino la palanca.
Un hombre de 52 años, vendedor de batidoras, entra a un pequeño restaurante en San Bernardino. No parece gran cosa. Pero ese día, Ray Kroc se encuentra con los hermanos McDonald. Y ve algo que otros no ven. Él no empezó McDonald’s. Lo reinventó. Y lo convirtió en una de las cadenas más grandes del mundo. Ray Kroc no fue un joven prodigio. Fue un hombre común, que supo ver lo extraordinario en lo cotidiano… y actuar.
Morris Chang se miraba al espejo. Había tenido una buena carrera. Pero le quedaba algo pendiente. Crear algo propio. En ese momento, con 55 años y tras haber sido rechazado como CEO en su empresa anterior, decidió apostarlo todo por una idea: fabricar chips para terceros. Un modelo de negocio que no existía. En parte, porque nadie creía en él. Hoy, su empresa es TSMC, una de las más valiosas y cruciales del mundo tecnológico.
Otro ejemplo es el de Vera Wang. Tenía 40 años. No era diseñadora. No había estudiado moda. Era patinadora artística. Y periodista. Pero al no encontrar el vestido de novia perfecto, decidió crear el suyo. Ese fue su momento decisivo. Ese instante en el que algo cotidiano se convierte en una chispa incandescente. Gracias a ello, hoy es una de las diseñadoras más reconocidas del planeta. Y todo empezó con una necesidad personal convertida en negocio.
Estos momentos son breves. A veces fugaces. Pero tienen el poder de redefinir una vida entera. Y es que el verdadero cambio en nuestras carreras, en nuestras vidas, no ocurre de forma dramática, sino en esas decisiones silenciosas que marcan un antes y un después.
Hay un patrón en todas estas historias. La edad no es un obstáculo. La experiencia es una ventaja competitiva. El éxito no siempre es lineal ni inmediato. Reinventarse es posible a cualquier edad.
Cada fracaso, cada giro inesperado, cada empleo que parecía irrelevante… era una piedra más en la mochila de estos emprendedores. Pero no los hundió. Les dio el peso necesario para mantenerse firmes cuando llegó la tormenta.
Morris Chang no fue un joven brillante que triunfó a los 20. Fue un visionario paciente. Y su historia, como la de tantos otros, nos recuerda algo esencial: Nunca es tarde para empezar. Pero sí puede ser tarde si nunca empiezas.
Por eso, hoy vamos a repasar su historia.
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Déjame empezar esta historia por la mitad. Sé que no es lo más común, pero tal vez así tú también entiendas el porqué del éxito de Morris Chang.
El año 1997 marcó un antes y un después en la historia de Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC) y en la industria de los semiconductores en general.
Apenas una década después de su fundación en 1987, TSMC concretó su salida a bolsa en la prestigiosa Bolsa de Nueva York (NYSE) con una impresionante capitalización de mercado de 6.000 millones de dólares. Este hito no sólo proporcionó un reconocimiento financiero masivo a la visión pionera de Morris Chang, sino que también asentó la validez y el potencial global del innovador modelo de fabricación.
Para este momento crucial, la necesidad de un fabricante de semiconductores puramente enfocado en la producción ya era palpable en el ecosistema tecnológico. El surgimiento y rápido crecimiento de empresas "fabless", es decir, compañías que se concentraban en el diseño de chips sin poseer fábricas propias, estaba generando una demanda sin precedentes por servicios de manufactura especializados. Broadcom, Nvidia y Marvell son ejemplos destacados de estas nuevas empresas que vieron la luz a principios y mediados de la década de 1990. Su modelo de negocio dependía intrínsecamente de la existencia de fabricantes confiables y de alta capacidad como TSMC. De hecho, algunas de estas empresas, como Nvidia, se dieron cuenta de que no habrían podido iniciar sus operaciones de no haber existido TSMC.
En este contexto de efervescencia y oportunidades, otro evento significativo tuvo lugar en 1997: Jensen Huang, el visionario CEO de una entonces modesta compañía llamada Nvidia, tomó la iniciativa de escribir directamente a Morris Chang. Nvidia, con prometedores diseños de chips para gráficos, se encontraba con dificultades para establecer una relación seria con la división de ventas de TSMC en San José. Huang buscaba desesperadamente un socio con fabricación propia que pudiera hacer realidad sus innovadores diseños. Esta carta, que llegó directamente al despacho de Chang, desencadenó un encuentro personal y el inicio de una colaboración que sería fundamental no solo para el futuro de Nvidia, sino también para la consolidación de TSMC como líder indiscutible en la industria de la fundición.
La disposición de Chang a reunirse con el CEO de una empresa relativamente pequeña demostró su perspicacia para identificar el potencial de crecimiento y la importancia de construir relaciones sólidas con clientes de todos los tamaños.
Pero la historia de Morris Chang, el visionario detrás de TSMC, empezó a fraguarse años atrás.
Remontemonos a su nacimiento en 1931 en Ningbo, China, en el seno de una familia acomodada. Sin embargo, su juventud estuvo marcada por la turbulencia de la Segunda Guerra Mundial y la invasión japonesa, lo que obligó a su familia a mudarse con frecuencia entre ciudades como Nanking, Cantón, Chongqing, Shanghai y Hong Kong. Estas experiencias e inestabilidad lo motivaron a estudiar arduamente.
En 1949, a la edad de 18 años, Chang se trasladó a Boston para iniciar sus estudios en la Universidad de Harvard. Sin embargo, al año siguiente, su interés por la ingeniería lo llevó a cambiarse al Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), donde obtuvo su licenciatura en ingeniería mecánica en 1952 y su maestría en 1953. Inicialmente planeaba continuar con un doctorado en el MIT, pero no superó los exámenes de calificación.
Tras su paso por el MIT, Chang inició su carrera profesional en Sylvania Electric Products en 1955, en una pequeña división de semiconductores. En 1958, se unió a Texas Instruments (TI) a la edad de 27 años, una empresa que se encontraba a la vanguardia de la industria de los semiconductores, siendo la primera en producir en masa transistores basados en silicio en 1954. Durante sus 25 años en TI, Chang experimentó un ascenso constante, llegando a ser el gerente general del grupo mundial de semiconductores de TI y vicepresidente corporativo en 1983. Mientras trabajaba en TI, la compañía invirtió en su desarrollo profesional, permitiéndole obtener un doctorado en ingeniería eléctrica de la Universidad de Stanford en 1963. En TI, Chang también fue pionero en la idea de fijar precios "por delante de la curva de costos". A pesar de su éxito y de adquirir valiosas habilidades de gestión, Chang sentía que el modelo de negocio integrado de las empresas de semiconductores de la época, donde las compañías diseñaban y fabricaban sus propios chips, limitaba la innovación. También durante ese periodo observó como las fábricas asiáticas de semiconductores lograban mejores rendimientos que las americanas.
En 1985, a la edad de 54 años, Chang fue invitado a regresar a Taiwán por el gobierno taiwanés, específicamente por KT Lee, considerado el padre del milagro económico de Taiwán. La oferta era para liderar el Instituto de Investigación en Tecnología Industrial (ITRI), una organización gubernamental de investigación y desarrollo con el objetivo de desarrollar la industria de alta tecnología en Taiwán, incluyendo la fabricación de semiconductores. Inicialmente, Chang no estaba seguro de aceptar este nuevo desafío en un entorno desconocido, considerando que era un trabajo completamente diferente. Sin embargo, finalmente aceptó el puesto, convirtiéndose en presidente de ITRI.
Dos años después, en 1987, a la edad de 56 años, Morris Chang fundó Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC), la primera empresa del mundo dedicada únicamente a la fabricación de semiconductores¿Y philips .
La creación de TSMC fue posible gracias a un préstamo de 220 millones de dólares, de los cuales aproximadamente el 48 por ciento provino del gobierno taiwanés. El gobierno taiwanés, con figuras clave como el primer ministro Yu, insistió en involucrar a una compañía extranjera con experiencia en tecnología de circuitos integrados para dar confianza a los inversores locales. Tras ser rechazado por empresas como Texas Instruments e Intel, Philips se unió como inversor extranjero copando hasta el 51% de la compañía, aportando tecnología de producción y propiedad intelectual a cambio de una participación accionarial. La visión de Chang de crear una empresa centrada exclusivamente en el proceso de fabricación, que solo fabricaría chips para otras compañías sin competir en el diseño, representó un modelo de negocio revolucionario para la industria de semiconductores.
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La verdadera genialidad de Morris Chang radicó en su creación del modelo de negocio de fabricación dedicada o "pure-play foundry". Hasta la fundación de TSMC en 1987, la industria de los semiconductores estaba dominada por los fabricantes de dispositivos integrados (IDM). Estas empresas, como Texas Instruments e Intel, abarcaban todo el proceso, desde el diseño y la fabricación hasta la venta de sus propios chips. Chang tuvo la visión de una compañía que se enfocará exclusivamente en la manufactura de chips para otras empresas, liberándose por completo de la etapa de diseño y, por lo tanto, sin competir con sus propios clientes.
Esta idea, aunque hoy parezca obvia, fue radical y generó un considerable escepticismo del mercado en sus inicios. En 1987, el panorama de las empresas "fabless" (sin fábrica) era incipiente, con solo unas 20 o 25 disponibles a mediados de los 80. Estas compañías no estaban inicialmente convencidas de la necesidad de una fabrica en exclusiva. Preferían, en muchos casos, acudir a las grandes empresas IDM como Toshiba, Hitachi, Fujitsu, e incluso Intel y TI para sus necesidades de fabricación. Sin embargo, estas últimas a menudo no mostraban un gran interés en los pedidos de las pequeñas empresas fabless o les ofrecían condiciones poco favorables, incluyendo el riesgo de apropiación de sus diseños.
Al externalizar la fabricación a un socio como TSMC, las nuevas empresas podían concentrarse en la innovación y el diseño de sus productos, impulsando una ola de emprendimiento y creatividad en el sector del diseño de semiconductores. Gordon Campbell, fundador de Chips and Technologies, fue uno de los primeros emprendedores que se dio cuenta de que podía iniciar una empresa de diseño de chips sin necesidad de una gran inversión en una fábrica, simplemente subcontratando la fabricación. Esta visión fue crucial para el posterior éxito de TSMC.
Un elemento fundamental para el éxito del modelo de TSMC fue su promesa inquebrantable de nunca competir con sus clientes. A diferencia de otras fábricas que formaban parte de empresas como Intel o Samsung, quienes también fabricaban chips para sus propios productos, TSMC se posicionó como un socio puramente de manufactura. Esta separación total entre diseño y fabricación generó una confianza esencial entre las empresas fabless y TSMC, sabiendo que su fabricante no se convertiría en un competidor directo. Esta confianza mutua fue un pilar sobre el que se construyó el rápido crecimiento tanto de TSMC como de la industria fabless en general.
La historia de Morris Chang y la fundación de TSMC ejemplifican un comienzo in media res en el panorama tecnológico de 1997 .
El flashback a sus inicios como "un fundador a los 56" revela una trayectoria profesional rica en experiencia, forjada durante sus años en Texas Instruments. Este bagaje fue crucial para que Chang se convirtiera en el visionario del modelo fabless, una apuesta audaz que separó el diseño de la fabricación de semiconductores, transformando la industria al permitir que empresas sin grandes infraestructuras pudieran innovar.
Su capacidad para anticipar la necesidad de una fabricación dedicada, incluso cuando el mercado para empresas fabless era incipiente ..., subraya la importancia de la experiencia y la visión para identificar oportunidades disruptivas, sin importar la edad en la que se emprendan.
La semana que viene continuaremos explorando la trayectoria y los aprendizajes de Morris Chang, una de las figuras clave en la industria tecnológica de las últimas décadas.
Gracias por acompañarme una semana más, ¡y te espero en la próxima edición Innovation by Default 💡!