No por mucho madrugar amanece más temprano
La historia del éxito y por qué no tiene que ser igual para todos nosotros
Esta semana voy a empezar con un acertijo del famoso Abraham Lincoln. "Si llamas pata a la cola de un perro, ¿Cuántas patas tiene?
Más que un acertijo es un enunciado con un poco de mala leche, ya que el perro seguirá teniendo cuatro patas, porque llamar pata a una cola no la convierte en una.
La respuesta al acertijo según alguna de sus definiciones en la RAE podría ser:
1. Resultado feliz de un negocio, actuación, etc.
2. Buena aceptación que tiene alguien o algo.
3. Fin o terminación de un negocio o asunto.
Esta semana vamos a hablar de un compañero de viaje que acompaña a muchos desde sus primeros días como estudiantes. A algunos les lleva años encontrarlo en su carrera profesional, mientras que otros nunca lo alcanzan, pero tampoco les importa o ni siquiera lo saben.
No sé si ya lo has adivinado o no, pero dejémonos de misterios. Esta semana vamos a hablar sobre el éxito, algo tan subjetivo y volátil que, dependiendo de con quién hables, cada persona puede tener una concepción diferente al respecto.
El acertijo de Lincoln nos ayuda a distinguir entre lo que parece real y lo que realmente es. En otras palabras, alguien puede intentar cambiar la definición de algo para salirse con la suya, pero eso no cambiará la realidad. Warren Buffett incluyó este acertijo en una carta para mostrar cómo muchos banqueros y ejecutivos presentan sus resultados como ganancias cuando en realidad son muy malas. Y tiene su razón de ser, ya que Warren Buffett valora mucho la transparencia económica.
Este acertijo formaba parte de la carta anual que Warren Buffett envió a sus empleados de Berkshire Hathaway en 2019.
Pero acertijos y refranes como el que da título a este episodio, "No por mucho madrugar amanece más temprano", vemos que aparecen una y otra vez en la cultura popular de diferentes países. Tal vez esto sugiere que nuestra relación con el éxito no es tan saludable como podríamos pensar inicialmente.
El titulo del episodio de hoy nos recuerda que el éxito no siempre depende únicamente del esfuerzo y el trabajo duro, sino que también hay otros factores externos. A veces, a pesar de todo nuestro esfuerzo, el éxito puede depender de circunstancias externas, oportunidades y otros elementos que no podemos controlar. Con este refrán, quiero invitarte a reflexionar sobre la importancia de considerar no solo nuestro propio trabajo, sino también el contexto y las oportunidades que se nos presentan en el camino hacia el éxito.
En mi caso particular, pasé años buscando una promoción en mi empresa anterior. Debido a las circunstancias, la cultura, mi rol en ese momento, mi experiencia o quién sabe cuántos factores más, no era algo que se fuera a materializar a corto plazo, o tal vez sí. Tuve que hacer un cambio de contexto, en este caso empresa, para que mi trabajo comenzara a ser reconocido y, cuatro años después, finalmente encontré la ansiada promoción que buscaba con tanto ahínco años atrás.
La realidad es que cuando llegó, ya no la quería e incluso no la necesitaba. Ya sabía el profesional que era y había asumido lo que podía aportar, aprender y seguir haciendo en mi rol como contribuidor individual. Sin embargo, alguien vio algo por lo que yo había dejado de preocuparme, y quién sabe, tal vez esa es la mejor manera de tener éxito: dejar de obsesionarse con él.
Seguramente hayas experimentado esa sensación cuando buscabas pareja en la adolescencia. Piensas que eso nunca llegará, mientras tus amigos comienzan a salir con otras chicas y mientras, tú pareces invisible para el género femenino. Hasta que un día, chico conoce a chica, y la magia sucede. A partir de ese momento, una vez que ya no estás buscando activamente, te das cuenta de las señales que otras chicas te habían estado enviando previamente, pero que, obsesionado con buscar pareja, no eras capaz de reconocer.
En mayor o menor medida, creo que en nuestra carrera profesional las circunstancias podrían ser similares.
Para hablar de ello esta semana e intentar romper algún que otro mito del emprendedor/inventor en solitario, he invitado al podcast a Malcolm Gladwell para hablar sobre cómo aquellas personas que alcanzan un nivel de éxito determinado quedan fuera de la experiencia normal que vivimos el resto.
Y no, yo no he tenido tanto éxito con el podcast como para que Malcolm se venga a charlar conmigo un rato por aquí. En su lugar, utilizaremos algunos de los aprendizajes que nos ha dejado en su libro Outliers.
Según escribe Malcolm, a menudo pensamos que estas personas sobresalientes poseen alguna misteriosa capacidad innata que les ayuda a llegar a lo más alto en sus campos, pero hay otros factores, como la familia, la cultura o incluso la fecha de nacimiento, que también pueden influir enormemente en el éxito.
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"Hecho a sí mismo" es el gran fake del éxito empresarial
¿Has escuchado alguna vez a alguna persona de éxito atribuir este a la pura suerte? Probablemente no. La narrativa del éxito probablemente nos lo impide como sociedad. Más bien, cuando se trata de historias de éxito, nos gusta pensar que las personas en cuestión se lo han ganado con el sudor de su frente. Ya hemos hablado en otros episodios sobre este mito del "hombre hecho a sí mismo", y hoy en parte el objetivo es demostrar que carece de fundamento.
A lo largo de la edición de hoy, mi objetivo es reflexionar para entender conjuntamente cuántos factores invisibles influyen en el éxito de una persona, y, sobre todo y casí más importante, que entendamos que la mayoría de ellos están fuera de su control.
Cada vez que pienso por qué alguien me eligió a mí o a otro para desarrollar una determinada posición, me acuerdo de una frase que he escuchado a muchos CIO, directores de sistemas y responsables de área de negocio, sobre la contratación de una empresa u otra.
Si contrato a X [sustituye X por empresa poco conocida] y la caga en el proyecto, soy yo quien se va a la calle. Mientras que si contrato a Y [sustituye Y por la empresa referente para ese sector] y no lleva a buen puerto el proyecto, seguramente es porque lo que queríamos hacer era algo casi imposible.
Una vez superados esos requisitos mínimos del puesto, podríamos llamarles factores higiénicos, aquellos que estarían recogidos en la descripción del puesto. Creo que otro de los ingredientes mágicos que hacen que todo suceda a tu favor es la sintonía. Hay personas con las que hablas por primera vez y la sintonía es tal que la magia aparece y te irías con ellas al fin del mundo. Y otras, que a pesar de haber tenido éxito haciendo lo que esperan que haga, sólo por no haber sentido ese palpito, feeling, conexión o como quieras llamarlo, se bloquean y su candidatura se viene abajo. Para mí, ser natural es parte del éxito. Tratar de ser algo que no eres o con lo que no te sientes a gusto se nota, llamalo intuición, instinto o ese sexto sentido que podemos atribuirnos en determinadas ocasiones.
Como te anticipaba unas líneas más arriba, puede que en parte el problema esté en la narrativa, nuestra cultura celebra el mito del "hombre hecho a sí mismo".
Si conocemos a un matemático excelente, tendemos a suponer que su talento para el pensamiento lógico es, en el fondo, algo con lo que nació. Lo mismo ocurre con la agilidad de los atletas profesionales, el sentido del ritmo de los músicos o la capacidad para resolver problemas de los programadores informáticos.
En general, somos incapaces de reconocer el esfuerzo de los demás, tendemos a minusvalorarlo, porque no hemos visto pasar por delante de nuestros ojos las horas de dedicación, cansancio y en alguna otra ocasión las lágrimas o desaliento generalizado ante todos los fracasos y renuncias que han tenido que afrontar previamente para llegar hasta ese punto. Esto se debe a que naturalmente tendemos a atribuir el éxito o los logros de un individuo a sus propios esfuerzos y capacidades innatas.
Cuando Jeb Bush se presentó a gobernador de Florida, se vendió a sus votantes "hombre hecho a sí mismo" como parte de su estrategia de campaña. Esto es, francamente, ridículo; tenía dos presidentes de Estados Unidos, un rico banquero de Wall Street y un senador de Estados Unidos en su familia más cercana. Sin embargo, como el individualismo es tan importante en nuestra cultura, lo intentó de todos modos.
Valoramos tanto a los individuos y sus logros "hechos a sí mismos" que a menudo ignoramos voluntariamente otros factores.
El "hombre hecho a sí mismo" es un mito, un mito muy, muy popular.
Aunque las cualidades innatas son importantes, medir 1,90 no te garantiza un contrato millonario de baloncesto, y tener un coeficiente intelectual altísimo no significa automáticamente un Premio Nobel. ¿Por qué?
Las cualidades que fomentan el éxito -como la altura en los jugadores de baloncesto o la inteligencia cuantitativa en los matemáticos- tienen un "umbral". Por ejemplo, después de alcanzar cierta altura, un par de centímetros más no suponen una gran diferencia para un jugador de baloncesto.
Según recoge Malcolm Gladwell en Outliers, lo mismo ocurre en la educación: algunas facultades de Derecho rebajan sus requisitos de acceso para las minorías raciales en virtud de una política de discriminación positiva. En general, estos estudiantes suelen obtener peores resultados en la facultad de Derecho que los estudiantes blancos, pero cuando se examina el éxito posterior a la licenciatura, ya no hay diferencia entre los estudiantes pertenecientes a minorías y los que no lo son. A pesar de su peor rendimiento tanto antes como durante la carrera, los estudiantes pertenecientes a minorías disfrutan de salarios similares, obtienen tantos honores y realizan tantas contribuciones al mundo jurídico como sus compañeros blancos.
Intenta hacer tú el siguiente ejercicio mental: ¿Cuántos de tus compañeros de colegio, instituto o universidad que obtenían matrícula de honor son actualmente personas que podrías considerar exitosas? En mi caso particular, son pocos. Aquellos que han tenido algún tipo de éxito, según mi idea de éxito, son aquellos que poseían otras cualidades o habilidades distintas.
Al igual que la altura en los jugadores de baloncesto sólo importa hasta cierto punto, una vez que se tiene una cantidad suficiente de conocimientos jurídicos, otros factores empiezan a desempeñar un papel más importante. Las aptitudes y los rasgos afines son bases necesarias para triunfar en un campo -no puedes convertirte en un destacado experto jurídico si no tienes ninguna capacidad de razonamiento lógico-, sin embargo, una vez alcanzado el umbral de aptitudes, ese factor higiénico que comentaba al principio de esta edición, los aumentos marginales de las capacidades innatas de razonamiento no te harán avanzar. Lo harán otras cosas: las habilidades sociales, los contactos o incluso un golpe de suerte.
Cuando se alcanza un determinado umbral, el aumento de las capacidades ya no ayuda a triunfar
Pero, ¿Cómo llegamos a un nivel de conocimiento tal, que podamos llegar a ser un maestro en nuestro área?
Creo que a la primera persona que le hoy hablar de las 10.000 horas de practica para alcanzar la maestría fue a Carlos Domingo, cuando hace ya más de una década pude leer su libro, El viaje de la innovación.
Aunque el talento es sin duda un ingrediente clave en la receta del éxito, el trabajo duro parece ser al menos tan importante, si no más. Bill Gates pasó mucho tiempo aprendiendo a programar ordenadores. Los Beatles pasaron mucho tiempo en el escenario. Aunque también tenían un talento extraordinario, fue la práctica exhaustiva lo que les convirtió en verdaderos talentos mundiales. Y en el caso de los Beatles, además con ese trabajo fueron capaces de profesionalizar el proceso de grabación de los discos, si quieres saber un poco más de esta curiosa historia, te recomiendo este video de Jaime Altozano, donde explica este proceso durante su viaje a los estudios de Abbey Road.
Por supuesto, no todo el mundo tiene la oportunidad de pasar tanto tiempo practicando algo.
En primer lugar, hay que empezar pronto para practicar lo máximo posible y sacar ventaja a la competencia. Además, tú o tu familia debéis tener los recursos para mantenerte; es difícil encontrar tiempo para el trabajo o las tareas domésticas cuando pasas 40 horas a la semana intentando convertirte en un violinista de fama mundial.
Dependiendo de lo que quieras hacer, puede que también necesites acceso a una serie de herramientas, de última generación, que normalmente no suelen ser baratas. Los ánimos de la familia, los amigos, los entrenadores, los profesores y los extraños amables que te encuentras por la calle también ayudan.
Si tienes suerte, como Bill Gates o los Beatles, tendrás todas estas cosas. Sin embargo, muchas personas no las tienen, por lo que carecen de la oportunidad de alcanzar la maestría mundial en los campos que eligen.
Aunque suene exotérico, tu fecha de nacimiento tiene mucho que decir en tu éxito profesional…
Tu "edad relativa", es decir, la edad que tienes en comparación con los demás en un grupo de desarrollo, puede ser decisiva.
Esto seguramente se entienda mejor con un ejemplo: en las ligas canadienses de hockey juvenil, la fecha límite para formar parte de uno de los equipos es el 1 de enero, en España pasa lo mismo. Todos los niños nacidos en el mismo año natural compiten entre sí. Parece justo, ¿verdad?
Pues no lo es. Las fechas límite anuales enfrentan a los niños nacidos en enero con los nacidos a finales de diciembre. En otras palabras, los bebés nacidos en diciembre compiten con niños que son básicamente un año mayores que ellos.
El sistema no sólo es desigual de entrada, sino que también crea una profecía autocumplida: los entrenadores elogian a los mejores niños de nueve años porque son más fuertes, mejores jugadores, cuando en realidad no son ni lo uno ni lo otro; sólo son mayores; un año supone una gran diferencia cuando constituye una octava parte de tu vida.
Los niños con esta ventaja (injusta) de edad reciben más estímulos y oportunidades para mejorar en una etapa impresionable de su desarrollo. Esto se llama ventaja acumulativa y es la razón por la que los jugadores profesionales de hockey canadienses cumplen años en la primera mitad del año con más frecuencia que en la segunda.
Puede que pienses: "Oye, no es para tanto, yo no juego al hockey, ni siquiera soy canadiense".
Pero la edad relativa puede crear desigualdad de oportunidades en cualquier ámbito que utilice fechas límite anuales para dividir a la gente en grupos basados en la edad. La mayoría de las ligas deportivas las tienen. ¿Otro lugar que las tiene? Los colegios.
Así, la niña de cinco años cuya escasa capacidad de atención le lleva a coger un lápiz de color para sus deberes de ortografía puede crecer pensando que es una "niña problemática". Al mismo tiempo, la tranquila niña de casi seis años junto a la que estaba sentaba crece tranquilamente para ir a estudiar en Harvard.
Cuando se alcanzamos un "umbral" de aptitudes, las habilidades naturales dejan de tener importancia en la búsqueda del éxito. Un factor mucho más importante es si tienes inteligencia práctica.
La inteligencia práctica es el conocimiento "procedimental": saber interpretar y manejar situaciones sociales para conseguir lo que se quiere; en otras palabras, saber a quién preguntar qué y cuándo. La capacidad de interactuar y negociar con figuras de autoridad puede ayudar a las personas a acercarse a sus objetivos.
Este conocimiento no es innato. La socióloga Annette Lareau descubrió que los padres más ricos inculcan a sus hijos un sentimiento de "derecho" con más frecuencia que los padres de clase baja. En general, lo hacen prestando más atención a sus hijos o, al menos, ofreciéndoles actividades enriquecedoras que fomentan su crecimiento intelectual.
Enseñan a sus hijos a exigir respeto y a "adaptar" una situación a sus necesidades. En otras palabras, enseñan a sus hijos inteligencia práctica.
En cambio, los padres más pobres suelen sentirse intimidados por la autoridad y dejan que sus hijos sigan un patrón de "crecimiento natural": hay menos empujones, codazos y ánimos que en las familias más ricas. Esto significa que los niños de familias más pobres tienen menos probabilidades de que se les enseñe inteligencia práctica, lo que disminuye radicalmente sus posibilidades de éxito.
Las ventajas "injustas", eso que se te da hacer rematadamente bien, pueden venir de fuentes variopintas.
Pensemos en varios multimillonarios del software: Bill Gates, Steve Jobs y el cofundador de Sun-Microsystems, Bill Joy. Todos ellos nacieron con un extraordinario don para el razonamiento lógico, además de ambición, inteligencia práctica y oportunidades para poner en práctica sus habilidades. Pues parece que está claro, ¡ya hemos encontrado la fórmula secreta de cómo lograr el éxito empresarial, ¿verdad?
No tan rápido. No es sólo que tuvieran oportunidades; es que tuvieron una serie precisa de oportunidades que les permitieron practicar sus 10.000 horas de programación informática exactamente en el momento adecuado de la historia.
Para sacar provecho de la rápida evolución de la industria del software, tuvieron que nacer en el momento justo: lo suficientemente tarde como para tener acceso a un nuevo modelo informático que facilitaba la solución de los errores de programación, pero no tan tarde como para que otros pudieran llegar primero a sus ideas. También debían tener la edad justa para crear sus empresas; si hubieran sido mucho mayores, quizá habrían estado más interesados en "asentarse" que en asumir los enormes riesgos que les permitieron triunfar.
Como puedes intuir, no todos los magnates del software de éxito nacieron entre 1954 y 1956, pero el hecho de que muchos lo hicieran sugiere que estar en el lugar adecuado en el momento adecuado es importante.
… así como tu lugar de tu nacimiento y su cultura pueden influir mucho en tus logros
Nuestros sesgos y los estereotipos marcan nuestra relación con el mundo, habrás seguro escuchado que los indios, los indios de la india no los aborígenes americanos ,o más bien a los asiáticos en general, se les dan bien las matemáticas. Algunos dirán que este tipo de opiniones son políticamente incorrectas, pero hay varias facetas de la cultura oriental que, de hecho, favorecen que los estudiantes de matemáticas sean mejores.
Una es el lenguaje. Cuando los niños aprenden las palabras de los números en lenguas asiáticas, automáticamente aprenden también a sumar números, desarrollando así su aptitud matemática desde muy pronto.
Además de la lengua, el arroz -el alimento básico de la dieta asiática- también ayuda a los estudiantes a aprender matemáticas porque el cultivo del arroz fomenta una intensa ética del trabajo. Cultivar arroz es mucho más difícil que cultivar productos occidentales. Una cosecha abundante y rentable exige precisión, coordinación y paciencia.
En Europa, los sistemas feudales dejaban a los agricultores poco que mostrar de su trabajo; tenían que entregar la mayor parte de sus cosechas a terratenientes despiadados, pero tales sistemas no prevalecían en Asia, por lo que el cultivo del arroz ofrecía una clara relación entre esfuerzo y recompensa. Como resultado, se desarrolló una cultura del trabajo duro; un antiguo dicho oriental especialmente esclarecedor al respecto: "Nadie que pueda levantarse antes del amanecer trescientos sesenta días al año deja de hacer rica a su familia".
¿Qué tiene esto que ver con las matemáticas? Bueno, al igual que el cultivo del arroz, las matemáticas son difíciles; puedes pasarte una hora intentando averiguar por qué sigues obteniendo -17 cuando se supone que la respuesta es 19.473,6. Según recoge Malcolm Gladwell en su libro varias investigaciones han demostrado que los estudiantes de los países occidentales abandonan los problemas matemáticos mucho antes que los de los países orientales.
Así que, sí, los asiáticos suelen ser buenos en matemáticas; forma parte de su legado cultural. Las personas con antepasados que trabajaban en los arrozales tienden a heredar una actitud hacia el trabajo que resulta especialmente útil a la hora de aprender matemáticas. Esta tendencia persiste, incluso generaciones después de que las familias hayan dejado atrás los arrozales.
También hay casos atípicos no tan célebres, como los accidentes aéreos. Este raro suceso casi siempre es el resultado de la acumulación de una serie improbable de dificultades o errores menores que podrían haber sido insignificantes por sí solos. Pero al igual que Bill Gates tuvo la suerte de encontrar una oportunidad tras otra, los pilotos pueden toparse con una serie de pequeños problemas que se acumulan hasta el desastre.
Ese fuel caso de un vuelo de la compañía Korean Air, una aerolínea que, antes del año 2000, tenía un historial de seguridad terrible. Su índice de accidentes era más de diecisiete veces superior a la media del sector. Este pobre historial también podría explicarse por el legado cultural, como ocurre con la predisposición asiática a las matemáticas.
La cultura coreana valora las figuras de autoridad y dicta que siempre hay que someterse a una persona con un rango superior. Por eso, si el capitán de un avión comete un error, los miembros de la tripulación de menor rango pueden no sentirse cómodos corrigiendo al capitán porque su legado cultural dice que no deben hacerlo.
Uno de los accidentes de Korean Air en Guam puede atribuirse a estos fallos de comunicación. El primer oficial del vuelo intentó decirle al agotado capitán que la visibilidad era demasiado mala para intentar una aproximación visual a la pista, pero, para evitar ofender al capitán con una orden explícita, se limitó a decir,
"¿No cree que llueva más? ¿En esta zona, aquí?".
El capitán ignoró el tímido comentario del primer oficial sobre el tiempo - y su avión se estrelló contra una colina.
Tras una reforma que reconocía los problemas que el legado cultural coreano de jerarquía podía plantear para pilotar un avión, Korean Air contrató a una empresa estadounidense para mejorar las habilidades de comunicación de sus tripulaciones de vuelo. Ahora su historial de seguridad está a la altura de los de sus competidores.
Hasta ahora hemos visto que podemos tener una predisposición mejor o peor para desarrollar determinadas habilidades en comparación con otros, pero ¿qué hay de los procesos que utilizamos para convertir a los jóvenes talentos en historias de éxito? ¿Por qué rara vez son eficaces y solo dan lugar a unos pocos casos excepcionales?
En hockey, las fechas límite anuales obligan a los jóvenes nacidos a finales de año a jugar contra chicos casi un año mayor que ellos. Pero un jugador de hockey canadiense nacido el 27 de diciembre no puede pedirle a su madre que viaje atrás en el tiempo y no se ponga de parto hasta el 1 de enero, y no debería tener que desear poder hacerlo.
Muchos jugadores de hockey que podrían haber tenido una gran ética de trabajo o haber aprendido a manejar el disco mejor que nadie en la liga se pierden porque los recursos van a parar a los que tienen una ventaja injusta por haber nacido en la parte adecuada del año. La ventaja acumulativa para unos supone una desventaja acumulativa para otros.
Sin embargo, una vez reconocido este fallo del sistema, puede solucionarse. En lugar de utilizar fechas límite anuales, podríamos dividir a los jóvenes jugadores de hockey en cuatro veces más grupos hasta que desaparezca la ventaja de la edad relativa. Los bebés de enero a marzo jugarían en un grupo, los de abril a junio en otro, y así sucesivamente.
Lo mismo ocurre con las escuelas. En lugar de cruzarnos de brazos y permitir que los hijos de padres más ricos tengan acceso a más oportunidades, podemos crear programas como la Academia KIPP del sur del Bronx, una escuela de enseñanza media abierta a estudiantes de esta zona de ingresos extremadamente bajos. Aunque no hay exámenes ni requisitos de admisión, y aunque la mayoría de los alumnos proceden de entornos desfavorecidos, KIPP consigue que el 84% de sus alumnos rindan al nivel de su curso o por encima de él en matemáticas cuando terminan octavo. Moraleja, si entiendes el sistema, siempre hay una forma de hackearlo a yu favor o hacerlo igual para todos.
Food for thought
Espero que, al igual que a mí, la edición de esta semana te haya ayudado a relativizar el éxito. Es algo subjetivo y no deja de ser el resultado de una serie de oportunidades, a menudo improbables, golpes de suerte y circunstancias que se combinan para crear las condiciones precisas que permiten alcanzar determinados logros.
Algunos de los aprendizajes que podemos obtener de la lectura del libro "Outliers" de Malcolm Gladwell son los siguientes:
La importancia del entorno: El éxito de una persona no solo se debe a su habilidad individual, sino también al contexto en el que se desarrolla. Factores como la cultura, el acceso a oportunidades y la calidad de la educación pueden influir significativamente en los logros de una persona.
La regla de las 10,000 horas: Aproximadamente 10,000 horas de práctica para alcanzar la maestría en cualquier campo. Destaca la importancia de la dedicación y la persistencia en el desarrollo de habilidades excepcionales.
El papel de la suerte y la oportunidad: Aunque el esfuerzo y la habilidad son importantes, el éxito también está ligado a la suerte y las oportunidades que se presentan en la vida de una persona. La fecha o tu lugar de nacimiento, así como las conexiones sociales pueden desempeñar un papel crucial en el éxito de cualquier persona.
La importancia de la mentalidad colectivista: Gladwell examina cómo las culturas que promueven la colaboración y el apoyo mutuo, como la cultura asiática, pueden influir en el éxito de sus miembros. Y destaca la idea de que el individualismo no siempre es el factor determinante en el éxito.
El poder de la práctica deliberada: Hemos de diferenciar entre simplemente practicar y practicar de manera deliberada y enfocada. La práctica deliberada implica un esfuerzo consciente para mejorar, recibir retroalimentación y corregir errores. Esta forma de práctica es fundamental para alcanzar un alto nivel de desempeño.
El concepto de la historia oculta: Por último, hemos de explorar más alla y entender cómo las historias de éxito suelen omitir detalles y factores que podrían haber influido en los resultados. Considerar todos los factores y contextos antes de sacar conclusiones sobre el éxito de alguien es esencial.