Atiende.
Resolver problemas no es solo cuestión de lógica.
A veces se trata de mirar desde otro ángulo.
O de darle la vuelta al tablero.
De pensar… al revés.
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Edward Bernays —el pionero de las relaciones públicas y sobrino de Freud— tenía un encargo difícil en los años 20: vender cigarrillos a mujeres.
En una época donde fumar no solo era un hábito masculino, sino mal visto en público para ellas.
¿Qué hizo?
Usó una técnica mental llamada inversión.
No pensó directamente cómo lograrlo.
Pensó en lo contrario: ”¿Qué tendría que ser verdad en un mundo donde las mujeres ya fumaran con normalidad?”
Y entonces entendió: Que fumar tendría que ser socialmente aceptable, incluso deseable.
Y tendría que estar vinculado con algo de lo que ya se sintieran orgullosas.
Así que vendió los Lucky Strike como sustituto del postre (cigarros en lugar de calorías), y como símbolo de libertad femenina: “las antorchas de la libertad”.
¿Moral dudosa? Sin duda.
¿Creatividad estratégica? También.
¿Resolvió el problema? Por supuesto. Y vaya que sí lo resolvió.
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Otro tipo de inversión parte de lo contrario: en lugar de pensar cómo tener éxito, piensas qué te llevaría al fracaso. Recuerda, hemos hablado del análisis premortem en alguna ocasión.
Quieres ser rico → imagina que eres pobre y pregúntate cómo llegaste ahí → Deuda tóxica, gasto impulsivo, falta de visión a largo plazo.
Eso te da una lista clara… de todo lo que debes evitar.
A veces, lo más útil no es planear el camino hacia el éxito, sino evitar el camino hacia el desastre.
Ya sabes eso que decía Charlie Munger sobre la muerte, ¿no?
“All I want to know is where I’m going to die so I’ll never go there”
Y una vez tienes una idea… antes de probarla en el mundo real, puedes probarla en tu cabeza.
Einstein lo hacía. Eran sus famosos experimentos mentales.
No tenía acceso a cohetes, ni a ascensores que viajasen al espacio en ese momento de la historia.
Pero sí tenía algo más potente: la imaginación.
Los experimentos mentales permiten simular escenarios sin consecuencias reales.
Y eso, además de barato, es extremadamente poderoso.
Piensa en cuestiones como:
¿Qué harías si el dinero no fuera un problema?
¿Y si tu proyecto tuviera el doble de presupuesto? ¿Y si tuviera la mitad?
¿Qué pasaría si tu empresa cerrara hoy? ¿Qué idea querrías salvar primero?
Aunque parezcan preguntas inconexas, fuerzan a tu mente a salir de la inercia.
Y, a veces, te muestran lo que realmente valoras.
Porque para resolver mejor, a veces hay que pensar diferente.
Y para pensar diferente, primero tienes que desbloquear cómo piensas tú.
Que nunca te falten ideas, ni ganas de probarlas.
A.
PD – Si no sabes por dónde empezar, piensa en qué harías para obtener el resultado contrario. Y empieza por evitar eso. A mí siempre me ha funcionado saber más lo que no me gusta, que lo que me gusta. Sin saberlo me acercaba más a donde quería estar.
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