Mira.
Cuando vemos un conflicto internacional en las noticias —una guerra, una tensión diplomática, una cumbre fallida— es fácil pensar que todo se reduce a líderes testarudos, intereses cruzados o puro caos.
Pero, como dice Henry Kissinger, detrás de casi cada gran conflicto…
hay algo mucho más estructural: una visión incompatible de cómo debería funcionar el mundo. Piensa en Ucrania, Israel o hace unos días Pakistan.
Eso es lo que él llama orden mundial.
No se refiere a un gobierno global ni a una conspiración.
Se refiere a la lógica interna que tiene cada país —o civilización— sobre cómo debe organizarse el poder, quién tiene derecho a decidir, y qué significa vivir en paz.
Para Europa, ese orden nació en 1648 con la Paz de Westfalia, tras la devastadora Guerra de los Treinta Años.
La idea central era sencilla pero revolucionaria: cada país tiene derecho a su soberanía, sus normas, sus creencias.
Y nadie puede imponerle otra cosa por la fuerza.
Ese acuerdo trajo, con matices, más de dos siglos de relativa estabilidad.
Pero no todos los órdenes mundiales son compatibles.
Pensemos en el islamismo radical, por ejemplo, plantea una visión distinta: el mundo se divide entre la casa del Islam y la casa de la guerra.
Y solo hay un final posible: que todo el mundo se rija por la ley islámica.
Imposible conciliar eso con la idea de soberanía nacional o libertad religiosa.
No es una diferencia de matiz.
Es un conflicto de sistema.
La Guerra Fría también versó sobre eso: una lucha entre dos órdenes incompatibles.
Capitalismo vs. comunismo.
Libertad de mercado vs. control estatal.
Y lo curioso es que ese equilibrio frágil entre potencias iguales mantuvo la paz.
Porque cuando nadie puede imponerse sin provocar una catástrofe nuclear…
nadie lo intenta.
Si te gusta lo que estas leyendo, no olvides que también tienes disponible el podcast de Innovation by Default 💡. Suscríbete aquí 👇
Según Kissinger, Estados Unidos ha promovido su propio orden mundial
basado en ese equilibrio de poder.
Apoyándose en alianzas, equilibrios regionales y demostraciones estratégicas de fuerza.
Como cuando Roosevelt mandó su flota blanca a recorrer el mundo.
Fue un recordatorio visual de: “Estamos aquí. No nos toquéis.”
Y sin embargo, incluso los órdenes más duraderos pueden colapsar cuando uno de los actores cambia de forma drástica.
Así pasó con la unificación alemana en 1871.
De un puñado de estados pequeños a una potencia dominante.
Y de ahí, al desajuste, la tensión… y, décadas después, dos guerras mundiales.
Kissinger insiste en que los países no actúan desde el capricho, sino desde su historia.
Y que si no entendemos esa historia —los traumas, los miedos, los orgullos— es imposible leer bien lo que pasa.
Porque al final, la geopolítica no es un tablero de ajedrez.
Es un sistema de visiones del mundo.
Y cuando dos visiones no se toleran… la fricción es inevitable.
Quizá no puedas redibujar el orden mundial.
Pero puedes empezar por entender que no todos jugamos con las mismas reglas.
Y que a veces, eso es lo que lo complica todo.
Que nunca te falten ideas, ni ganas de probarlas.
A.
PD – Kissinger recibió el Nobel de la Paz en 1973. Una ironía que algunos todavía discuten. Pero quizá nadie haya entendido mejor cómo se negocia la guerra.
PD2 – Por cierto, si no tienes email, GPS, conexión ni cobertura… no pasa nada: Ursula von der Leyen ya propuso un “kit de supervivencia mínimo” para los europeos. Eso sí, todavía no incluye cómo sobrevivir a 300 correos no leídos un lunes por la mañana. Por si acaso, por si se vuelve a ir la luz, tú también puedes comprarte uno de estos.
Gracias por acompañarme en un nuevo Diario de Innovación, ¡y te espero mañana en Innovation by Default 💡!